San Felipe Neri, el Apóstol de Roma, constituye una de las
personalidades más representativas de aquella época de renovación profunda de la
Iglesia en Italia y en el mundo, conocida como la Reforma Católica, iniciada con el
Concilio de Trento y desarrollándose a lo largo del siglo XVI.
Nacido en Florencia en el 1515, llega a la Ciudad Eterna a los 19 años,
después de haber renunciado a una seductora prospectiva de riqueza y así permanece hasta
la muerte.
Felipe percibe en manera concreta las necesidades que surgian de todos los
estratos sociales de la Roma de su tiempo: el sentido de abandono y desesperación de las
clases más indefensas y el sentido del vacío que dominaba a gran parte de la burguesía
y de las clases más elevadas a la búsqueda de un modelo de vida más profundo y
motivado. Laico hasta la edad de 36 años, su apostolado de simple sacerdote se desarrolla
todo en el corazón de la Roma del siglo XVI. Al centro de su obra está la atención a
los más necesitados. Tantas son las obras por el ralizadas. Para los enfermos, a los
cuales dedicaba continuas visitas a los hospitales, fundó primeramente un lugar para los
convalecientes. Para los peregrinos formó una Confraternidad y construyó una casa grande
para ellos, dedicada a la Santísima Trinidad. Tuvo cuidado de los enfermos mentales, que
hasta entonces estaban abandonados por las calles, fundando para acogerles el Instituto de
Santa María de la Piedad, primero en su género. El eco de su obra se difundió pronto e
influyó profundamente la vida de la ciudad y la de la Iglesia.
Papas, santos, poderosos y humildes, sacerdotes y laicos, para todos, durante
cincuenta años, San Felipe representó un punto de referencia único. Dirigió las
conciencias como confesor, les ayudó a resolver sus problemas cotidianos, dando un
sentido más maduro y conciente a su propia religiosidad.
Entre
las iniciativas más innovadoras, el Oratorio Secular, en el cual reune hombres de toda
extracción y cultura juntándoles en el amor a la música y a la cultura y
envolviéndoles en momentos de profundización espiritual con la lectura de la Biblia y
con la oración. Con su carisma lograba conquistar a todos, nobles y personas del pueblo,
en actividades caritativas y en la asistencia a los enfermos en los hospitales. Tenía una
habilidad especial en el envolver a los artistas a poner su genialidad al servicio de
Dios: fué así que nacieron los Oratorios Musicales, los Anales de historia Eclesiástica
y el renovado interés por la arqueología sacra. Siempre alegre, comunicava alegría a
cualquiera que se le acercara, por este motivo el pueblo de Roma y la Iglesia lo recuerdan
como el "Santo de la Alegría". Amaba a los niños, les educaba alegremente en
la vida cristiana comprendiendo sus necesidades. ¡Sean buenos, si pueden!, le gustaba
decir a los niños que vivían por las calles de Roma, por lo general abandonados a si
mismos. Fundó para ellos en Roma la primera escuela organizada y un colegio para los más
capaces, pero pobres. Otra de sus creaciones fué la Visita a las Siete Iglesias. Esta se
realizaba en el tiempo de Carnaval y llevaba miles de personas de todas partes, en largas
excursiones a las antiguas basilicas inmersas en el verde del campo y ricas con las
memorias de los martires, ocasiones de serena alegría pero también de recogimiento y
oración.
Fundó la Congregación del Oratorio, primer ejemplo de vida común del clero secular, extendida despúes en Italia y en tantas otras naciones del mundo. Detrás de éste incansable empeño misionario y pastoral siempre ha estado una intensa vida de oración rica de experiencias místicas como aquella, fundamental para su vida, tenida en las catacumbas de San Sebastián, el día de Pentecostés del 1554, cuando un globo de fuego le penetró en el corazón dilatándoselo.
Muere serenamente, en la iglesia realizada por el, al amanecer del 26 de Mayo del 1595. Canonizado en 1622, San Felipe Neri es hoy conpatrono de la ciudad de Roma.