Confiscan la casa de una opositora.

 
Un centenar de funcionarios cubanos "confiscaron'' una propiedad de la opositora cubana Maritza Lugo Fernández, que se encuentra detenida desde el pasado viernes, denunció la Promotora Internacional de Derechos Humanos.

De acuerdo con la organización, 100 personas irrumpieron el martes, de forma violenta, en la Finca Baraguá, en La Habana, propiedad de la familia de la disidente, y colocaron una cerca a su alrededor "con alambre similar al utilizado en los campos de concentración''.

En la finca sólo se encontraba la abuela de Lugo, de 79 años, indicó la agrupación en un comunicado divulgado en Miami. ``El motivo por el cual se llevó a cabo este acto fue porque en este lugar se llevaban a cabo huelgas de hambre y ayunos por parte de los opositores al protestar por violaciones a los derechos humanos en Cuba'', dijo la agrupación. Lugo, vicepresidenta del ``Partido Democrático 30 de Noviembre Frank País'', fue detenida la semana pasada ``sin ningún motivo'', denunció la Promotora Internacional de Derechos Humanos.

La organización responsabilizó al gobierno de Fidel Castro por ``esta nueva violación a los derechos fundamentales del pueblo cubano'' e hizo una llamamiento internacional para protestar por esta acción.

En Cuba, el Centro de Información sobre la Democracia denunció que representantes de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) y otros funcionarios participaron en la operación, en la que derrumbaron las cercas existentes para colocar otras que ``marcarán los nuevos perímetros
estatales''.

  Autor rompe el silencio del exilio chileno en Cuba


WILFREDO CANCIO ISLA
El Nuevo Herald

Cuando en noviembre próximo presente en la XVII Feria del Libro de Miami su novela Nuestros años verde olivo, el escritor chileno Roberto Ampuero (Valparaíso, 1953) podrá contar ante un público seguramente nutrido por muchos exiliados cubanos cómo transcurre la vida de alguien movido por la peregrina idea de exiliarse en Cuba.

La historia personal de Ampuero es el testimonio de un desencanto político. Militante de la juventud comunista chilena (llamada Jota), abandonó su país al producirse el golpe militar de 1973 y se instaló
en la antigua Alemania Oriental, donde se enamoró fervorosamente de una estudiante cubana llamada Margarita Flores, hija del entonces fiscal general de Cuba, Fernando Flores Ibarra, y convertida después en flamante dirigente de la Federación de Mujeres Cubanas. El amor lo llevó a La Habana, donde vivió hasta 1979, cuando reiniciaría un nuevo exilio en Bonn, Alemania.

Hoy Ampuero es reconocido como una personalidad indiscutible dentro de la narrativa chilena contemporánea. Sus tres novelas anteriores sobre Cayetano Brulé -un detective privado que vive en Valparaíso y viaja por el mundo investigando casos- alcanzan las 20 ediciones en Chile.

El éxito de Nuestros años verde olivo (1999; 395 páginas) no ha sido menor, con tiradas rápidamente agotadas en su país, Argentina y España, mientras aguarda una edición en México y está siendo traducida al inglés. A medio camino entre el testimonio y la ficción, el libro saca a la luz pasajes inéditos del exilio chileno en la enrarecida atmósfera de la Cuba de los años 70.

SILENCIO COMPLICE

"El exilio chileno en Cuba llegó a varios miles de personas, y mi libro es el primer relato de ese encuentro entre ambos pueblos", dijo. "¿Por qué ha reinado silencio sobre ese encuentro? Creo que se trata de un silencio cómplice, dictado por el cálculo político".

De acuerdo con su testimonio, muchos chilenos se sintieron acosados por sus propios dirigentes políticos en el exilio, sin poder salir de Cuba. Al mismo tiempo, la dirigencia castrista, que había sufragado movimientos de ultraizquierda como el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) y el MAPU (Movimiento Acción Popular Unitaria) en la época de Allende, estimuló la formación de jóvenes comunistas chilenos dentro de instituciones militares cubanas.

"De esos grupos formados en Cuba surgió a mediados de los años 70 el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, con la estrategia de lucha armada", explicó Ampuero, quien fue entonces llamado por la Jota para incorporarse a academias militares cubanas, pero lo rechazó.

Casi tres décadas después del golpe militar que terminó con el gobierno de Salvador Allende en Chile, Ampuero está cada vez más convencido de la responsabilidad que tuvo el movimiento nacionalista de izquierda, instigado y respaldado financieramente desde Cuba, en el dramático desenlace del Palacio de la Moneda.

"La actitud de los radicales de izquierda tuvo mucho que ver en la quiebra constitucional de Chile en 1973", comentó Ampuero durante una entrevista en Miami. "Allende, que fue una persona muy honesta y muy ingenua también, resultó víctima de la traición que se fraguó en su contra desde La Habana, bajo la conducción del fallecido comandante Manuel Piñeiro, alias Barbarroja".

Entonces Ampuero era un jovenzuelo idealista hipnotizado por las visiones románticas de la revolución cubana. En su memoria están frescas todavía las imágenes de Fidel Castro desplazándose por Chile y hablando ante una concentración de simpatizantes en una plaza de Valparaíso durante una larga visita en 1971.

"Llegó [Castro] con un desparpajo absoluto a dar opiniones y consejos de cómo debía funcionar el país, y eso no sólo afectó la autoridad moral de Allende ante sus ciudadanos; lo peor fue que inquietó sobremanera a los mandos militares", recordó el escritor.

Ampuero describe en su libro a personajes de la nomenclatura cubana, desde Fidel y Raúl Castro, Manuel Piñeiro, el canciller Raúl Roa y Alfredo Guevara, presidente del Instituto de Cine (ICAIC), hasta figuras en desgracia como el poeta Heberto Padilla, con quien estableció una entrañable amistad en esos años.

DESILUSION

"Mi desilusión comenzó cuando comienzo a exigir, desde mi organización comunista en La Habana, libertad de expresión, de asociación, de desplazamiento y el fin de la represión en Chile", confesó. "Pero al plantear allí mis demandas antipinochetistas, me di cuenta de que eran al mismo tiempo anticastristas. No imité el ejemplo de los líderes comunistas chilenos, para quienes esas libertades debían exigirse sólo para los chilenos, no para los cubanos.

"El antipinochetismo consecuente conducía al anticastrismo radical, a menos que uno fuese un hipócrita o menospreciara a los cubanos", afirmó.

Tras codearse con la cúpula castrista y vivir cerca de los privilegios, Ampuero se vio un día en la calle. Fracasado su matrimonio y escéptico de todo lo que oliera a ortodoxia revolucionaria, se lanzó a la sobrevida habanera, compartiendo la suerte de los marginados.

ETAPA DE APRENDIZAJE

"Fue una etapa de real aprendizaje", rememoró el escritor. "Me percaté de que me faltaba conocer la otra parte de la vida cubana que no transcurría en [el reparto] Miramar y los cocteles de embajadas".

Ampuero dice sentirse sorprendido por la aceptación que su libro ha tenido en sectores socialistas y socialdemócratas que, hasta hace poco, simpatizaban con el régimen cubano. Incluso Ricardo Núñez, presidente del Partido Socialista de Chile, ha afirmado que Nuestros años... refleja la verdades de la isla que muchos han preferido callar.

"Si la izquierda latinoamericana no juzga honestamente el sistema imperante en la isla, se hundirá por mucho tiempo junto con Castro cuando el régimen se desplome", manifestó Ampuero. "Una izquierda que condena a Augusto Pinochet por haber violado sistemáticamente los derechos humanos durante 17 años en Chile, y que al mismo tiempo elogia o calla ante el régimen de Castro, que lleva 42 sin haber permitido jamás un partido ni un diario opositor, es un movimiento político que carece de autoridad moral".

Sobre una futura transición democrática en la isla, no cree que la fórmula chilena pueda funcionar, debido a la personalidad del gobernante cubano.

HOMBRE Y PODER

"Pinochet antepuso el país a su destino personal; el problema es que Castro cree que él es el país", manifestó el escritor. "Pinochet podía verse a sí mismo sentado en un sillón del parlamento, integrando una bancada opositora; Castro no puede vivir sin el poder".

Cuba permanece en Ampuero como una obsesión cotidiana. Allí conserva amigos y emociones; allí quisiera irse a vivir en un futuro postcastrista.

"No es mi segunda patria, sino mi otra patria", confesó el autor, que ahora realiza un postgrado en la Universidad de Iowa. "Siento amor por Cuba y rechazo los intentos de identificarla con el castrismo. Cuba es imperececedera; el castrismo, temporal.

"Aborrezco esas preguntas de si estás o no a favor de Cuba, identificándola con el régimen", afirma. "Uno está siempre a favor de Cuba, pues está contra el castrismo, que es lo más anticubano que hay".

  Antes que amanezca


Cuba siempre ha existido en medio de la noche. Desde el exterminio de nuestros primitivos pobladores a manos de los conquistadores, pasando por la quema por la inquisición de cuatro "amujerados'' en la villa de Remedios y la invención de los campos de concentración por el general Valeriano Weyler, durante la Guerra de Independencia, hasta estos 40 años y más de demencia genocida: el castrato.
Cuba, país de locos --quizá por resonancia con el nombre de Juana que le diera el Almirante, en honor a la infanta que habría de enloquecer de amor-- es también un país de locas''.
Desde la leyenda que implica a dos grandes patriotas, pasando por rumores más o menos
comprobados acerca de compositores, escritores, pintores, presidentes y cardenales, la noche cubana huele a machos en celo, de la Sierra al Llano, del Malecón al cielo: la venganza de las "locas'' quemadas en Remedios.
Una de esas grandes "locas'' cubanas es Reinaldo Arenas, cuya autobiografía Antes que anochezca, acaba de ser llevada al cine con belleza por Julian Schnabel.A pesar de sus inexactitudes y eficiencias (algunas ya en el libro), el director del filme se esmera en dar estatura poética a lo que de otra forma sólo podría verse como un crimen de lesa humanidad. En esta vida de Reinaldo se cierran muchas vidas no cantadas ni cantables de miles --homosexuales o no, escritores o no-- que sin fama ni talento vivieron y murieron en las cárceles de Castro y en la cárcel mayor de la isla loca.
Cierto que Reinaldo tuvo sus oscuridades y resentimientos. ¿Quién no los tiene? Se burlaba sin motivo y a veces sin piedad, de amigos y conocidos --yo entre ellos--; pero no es esto algo ajeno a los escritores. Proust retrató con colores no siempre afables y hasta caricaturizó a algunos grandes de su época como Anatole France, Claude Debussy, Sarah Bernhardt y Claude Monet, entre otros, sin contar a muchos militares, historiadores, científicos, críticos, aristócratas y grandes y pequeños burgueses.
Sin salirnos del patio, en sus Tres tristes tigres, Cabrera Infante exhibe deliciosas burlas literarias de Virgilio Piñera, Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Martí y otros.
La burla a los contemporáneos está en la estirpe literaria desde los satíricos griegos, y uno de los
mejores ejemplos es lo que Aristófanes hiciera con Sócrates.
No es agradable verse en la pluma burlona de un escritor, pero la razón debe sobreponerse al sentimiento, cuando se analiza una obra como la de Reinaldo o una película como la de Schnabel,
de las que Cuba y su futuro amanecer se benefician.
Sin embargo, veo con tristeza que esta película ha suscitado en la prensa comentarios desfavorables sobre Reinaldo y sus defectos. El que alguien que fuera tan perseguido en Cuba encuentre perseguidores después de muerto indica que la noche de Cuba es todavía algo muy negro.
Yo creo ver en esa virulencia de Reinaldo, ese pelearse con los amigos sin previo aviso, un encono apoyado en secretas razones. En mi caso, fueron escolios a su mal uso del subjuntivo en El mundo alucinante, y su error sobre el Mercurio en la Lonja del Comercio habanera, lo que lo inspiró a retratarme como gran pedante y dilettante en su Viaje a La Habana, retrato que dicho sea de paso, no está del todo lejos del yo que era yo cuando tuve esos cruces con Reinaldo.
No sé qué motivó sus invectivas y burlas en otros casos --aunque puedo atestiguar que Hiram (Delfín) Prats y Coco Salá (Roger Salas) sí eran como él cuenta--; pero ahora que sólo tenemos su obra y no su persona para confrontarlo, es mejor apreciar su aporte al amanecer y no detenernos en su raíz en la noche. No se puede leer Antes que anochezca sin sentir una dolorosa compasión por Reinaldo.
Es una autobiografía desgarrada, escrita con una honestidad de la que él mismo sale mal parado; pero sobre todo, hay en ella la virtud más escasa entre los cubanos: humildad.
Detengámonos en su denuncia de lo que tanto ha sufrido Cuba, en la belleza de sus imágenes y en su fantasía apasionada. Y aunque su gusto por la sátira es también esencia de su carácter, aprendamos a ver más allá del gesto.
Esas burlas, infantiles a veces, eran quizá el llanto del niño reclamando más cariño del que le dimos--se quejó siempre de no haber tenido más caricias de su madre--, y sus chanzas literarias tal vez --como en Proust-- obedecían ante todo a un deseo consciente o inconsciente de que no nos perdiéramos con el tiempo, de inmortalizarnos.
No creo que hubiera mucho dolo en sus intenciones, porque al menos con respecto al episodio del Viaje a La Habana, me comentó con detalles el proyecto: originalmente, toda la historia estaría contada a través de un intercambio epistolar entre nosotros, en el que Reinaldo imitaría el estilo de mis cartas (de la que me salvé).
Hay otros bemoles (y sostenidos) en mi relación con Reinaldo, que dejo para otra ocasión, pero en este momento suscitado por "su'' película, quiero pedir una oración por su alma torturada de Celestino antes del alba, un alba que para él sólo llegó en imagen: "Cuba será libre, yo ya lo soy'', dijo en una de sus cartas suicidas.
Agradezcamos a Reinaldo su labor por el amanecer, y a la Divinidad --de la que él renegaba-- por haber escogido a este guajirito de Aguas Claras, a este niño que canta en un pozo para ser la voz de tantas víctimas anónimas del castrato y para pasar la cuenta de los no menos anónimos "amujerados'' de Remedios.
Recemos por su alma en medio de la noche de Cuba y del mundo; pero hay que hacerlo ahora, antes que amanezca.

DANIEL FERNANDEZ