Entrevistas a Celia Cruz
 
 

 Nace una estrella

``Lo primero que hice fue cantar como aficionada en un concurso de una emisora de radio'', dice con su peculiar gracia y humildad la mujer que, en la década del 50, se convirtió en La Guarachera de Cuba, y que, con
el tiempo y el despliegue de su talento, fue aclamada, no sólo por sus compatriotas, sino por el mundo entero como Reina de la Salsa, para llegar hoy a ser un icono de la
cultura popular.
``La estación se llamaba García Serra y concursé interpretando el tango Nostalgia'', sonríe al recordar: ``Gané, y me pagaron con un cake''.

Entre los muchos dones de Celia Cruz, está su prodigiosa memoria: ``Me acompañaba al piano un morenito que tocaba muy bien, Gerardo Pedroso, el pobre, estaba enfermo de los pulmones y murió muy pronto'', y sigue remontándose a los inicios de su esplendida carrera. ``La segunda vez que gané, me dieron una cadenita de plata. A partir de ahí, seguí yendo a otros programas de aficionados en otras emisoras''.

Nacida en La Habana, el 21 de octubre de 1924, ``en Serrano 47, entre Enamorados y Santo Suárez'', Celia formó parte de una familia numerosa: ``De mi madre y mi padre, somos cuatro --gracias a Dios, estamos vivos-- pero primos, muchísimos. Mi tía la Nena, tenía nueve hijos y mi primo Serafín, el que me llevó a concursar la primera vez, tenía cuatro... Y vivíamos en una misma casa''.

De todos, la única artista ha sido ella: ``Mi hermano canta y muy bien, pero nunca le dieron chance, porque descubrieron que era hermano mío''.

No era fácil para una adolescente emprender una carrera artística... ``Muchacho, dificilísimo. Mi madre me apoyaba mucho, pero mi papá quería que yo fuera maestra. Y eso estudié''.

Al graduarse, una de sus profesoras la orientó correctamente: ``Le dije: `Doctora, ahora tengo que ponerme a buscar aula'. Me miró y me dijo: `Mira, sigue cantando, que tú vas a ganar en un día lo que yo gano en un mes' ''.

Retoma el tema familiar y habla animadamente: ``Era lógico que se preocupara [su papá]. Yo tenía que regresar sola de los shows y, en ocasiones, un poco tarde. Pero, mira, en aquellos programas de aficionados te regalaban una jaba con chocolate, leche, galletas, jabón Candado... ¡Oye, y todo eso venía muy bien en mi casa! Eramos pobres. Por eso mi familia no se ponía brava. Luego empecé a ir con mi prima Nenita para no regresar sola''.
En su recuerdo, surgen nombres importantes de la música cubana: ``En las emisoras te encontrabas como acompañante a pianistas como Candito Ruiz (Ya es muy tarde, Sin tu amor, etc.). En CMQ era donde único había orquesta, que la dirigía David Rendón. En Cadena Azul estaba Isolina Carrillo. Era una época linda en el sentido de los sueños, el deseo de llegar de una muchachita''.

Fue en el Teatro Fausto, como parte de una revista con Las Mulatas de Fuego, que cobró su primer sueldo como profesional. ``Era un espectáculo de Rodney. Yo decía que yo gritaba para que ellas levantaran la pata'', y se ríe con la espontaneidad que la caracteriza. ``También actué por esa época en el Teatro Martí. Cantaba lo que estuviera de moda, Chiquichá, guarachas y algunas canciones''.

La compositora Isolina Carrillo (Dos gardenias, Sombra que besa, entre otras), quien era repertorista en Cadena Azul, le dio un consejo sabio: ``Fue en el programa Nuevas figuras. Yo gané la primera vez y después me ganó Rodolfo Hoyos [quien después cantaría con La Sonora Matancera y hoy vive retirado en Miami]. Yo no sé por qué me ganó'' y vuelve a reír.

``Isolina me llevó a su casa y me dijo: `Muchacha, tú eres de color y nosotros no tenemos mucho campo con lo romántico. Tienes que cantar afros y guarachas'. Me montó Que vengan los rumberos, de Eliseo Grenet y otros temas parecidos.

``De cualquier forma, el segundo premio eran $15, que venían muy bien. No era mucho, pero servía para los pasajes de la guagua y comprarme blusitas y la tela para el vestuario de las presentaciones. Me los hacía una señora que se llamaba Vicenta. Me cobraba tres pesos por coserme un vestido''.

Sin embargo, su repertorio afrocubano llegaría después: ``Obdulio Morales, que fue quien me llevó después a Radio Cadena Suaritos, me llevó a su casa y me montó, a mí y a Xiomara Alfaro unos temas afrocubanos. Cuando Mercedita Valdés dejó la emisora, Obdulio me llevó, pero no como solista. Cantaba en el coro que montaba Facundo Rivero y Suaritos me pagaba igual 15 pesitos de m... ¡ay!'' y se tapa la boca cómicamente: ``Bueno, me venían bien''.

De esa época quedó un extraordinario disco compartido con Valdés y un coro con tambores batá, donde Celia canta en lengua yoruba cantos a Changó y otros orishas. ``Eso fue grabado por los discos Puchito, bajo la dirección de Obdulio. Las letras me las enseñó Mercedita''.

Una circunstancia laboral le permitió foguearse en casi todos los teatros habaneros: ``El sindicato de artistas hizo presión y logró que entre película y película se intercalara un show con artistas del patio. Por eso pude trabajar en el Belascoaín, el Martí, Los Yesistas, el Teatro Encanto. En casi todos''.

Antes de comenzar su época de mayor esplendor en Cuba, junto con La Sonora Matancera, cantó acompañada por la orqueta de Leonardo Timor y por una gran orquesta que tocaba en Radio Cadena Suaritos. ``Yo nunca he tenido acompañamiento fijo, ni me he preocupado mucho por eso, ni siquera ahora. Canto con quien me toque y he cantado con grandes músicos, en Cuba y fuera de Cuba. En eso he sido privilegiada''.

 
 

 Profeta en su tierra

Si bien los musicólogos consideran las décadas de 1930 y 1940 como las de mejor producción musical en Cuba, los años 50 fueron los de mayor esplendor para los artistas cubanos.
La llegada de la televisión a la isla (segundo país del hemisferio, después de Estados Unidos, en transmitir), lejos de limitar el desarrollo radial o atenuar la vida nocturna, fue otra fuente de trabajo, que permitió mayor arraigo a muchas estrellas cubanas y extranjeras, que vieron en La Habana la plaza por excelencia para su internacionalización.

En ese ambiente, Celia Cruz puso de manifiesto su brillo artístico. ``Había mucho trabajo y yo tenía ganas de trabajar. Realmente no era muy conocida, pero en junio de 1950, Sotolongo, que trabajaba con Crusellas y Compañía, me fue a buscar a Radio Cadena Suaritos porque ya Mirtha Silva se regresaba a Puerto Rico y querían a alguien para que la sustituyera con La Sonora Matancera''.

La tónica de las interpretaciones de Silva era picarezca y Celia siempre fue más seria. ``Ella gustaba mucho en Cuba, había ganado mucho dinero y quería irse a su tierra por un tiempo. Los representantes del programa de la Sonora en Radio Progreso me dijeron que querían una voz femenina. Me pidieron que fuera a ver a Rogelio y eso hice, pero no a la emisora, sino al Teatro Blanquita, donde ellos tenían una presentación. Allí me encontré con Roderico Neira, coreógrafo de Tropicana, que era amigo mío de las giras con Las Mulatas de Fuego, y le pedí que me presentara a Rogelio Martínez, el director de la Sonora''.

Pero había una dificultad que vencer. ``Le hablé. `Yo soy Celia Cruz y fulano me dijo que lo viniera a ver'. Me dijo: `Pues vaya por Radio Progreso el lunes'. Allí, ese lunes me encontré a Pedro, que era el primero en llegar siempre. El me dijo, cuando vio los arreglos que llevé: `Mire, eso no va a sonar bien'. ¡Cómo iban a sonar, si yo llevaba unas partituras para una orquesta grande como la de Suaritos, y la Sonora era un conjunto!'' Mira a Pedro que, sonriente, asintió.

``Rogelio me dijo que dejara esos papeles para mandar a hacer la adaptación a su formato. Cuando Suaritos se enteró, formó un escándalo y me botó'', ahora se ríe. ``Yo no tenía contrato. Nada, que el 3 de agosto del 50 debuté con la Sonora con En el tiempo de la colonia y No queremos chaperona, una guarachita que, chico, tú sabes que no me he podido acordar jamás de la letra''.

Sin embargo, tenía que enfrentar un reto mayor. ``Sí, el público llamaba para decir que no me quería. ¿Tú sabes lo que es eso? No me quería. Que si quería que volviera Mirtha Silva, que si yo era muy chillona. Acuérdate que la voz de Mirtha era más grave y era otro repertorio más jocoso. A la gente siempre le ha gustado el relajo''.

Con esa legendaria agrupación hizo también su debut en televisión: ``Fue en Cascabeles Candado''. Luego de vencer el rechazo inicial de algunos oyentes, comenzó un ascenso ininterrumpido. ``Llegué a ganar un buen sueldo con la Sonora, otro en Tropicana, más lo que me pagaban en Cascabeles Candado'', uno de los programas estelares de la radiodifusión nacional.

``Tambien estaban los contratos comerciales para anunciar algunos productos''. Muchos recuerdan sus sensacionales anuncios de colonia, cerveza y cigarros donde --sin apartarse del sentir popular-- mantenía la distinción que marcó su estilo guarachero y la elegancia en ademanes y atuendos. ``Siempre he tenido muy en cuenta la imagen y el respeto al público''.

Las giras al extranjero le dieron oportunidad de cimentar el prestigio que ya tenía con los discos. ``Yo había ido a México en el 48 con Las Mulatas de Fuego. Las primeras mulatas, porque cambiaron muchas veces. Nos acompañaba una orquesta terrible'', se tapa la cara y ríe con ganas al recordar. ``Por suerte, Juan Bruno Tarraza [pianista y compositor de Alma libre, Por eso estoy así, entre otros éxitos] estaba formando un grupo con veracruzanos para acompañar a Toña la Negra, donde estaban dos sobrinos de Toña y aprovechó para ponerme a cantar con ellos. Si con los asesinos del ritmo me aplaudían, qué no sería con estos que sí tocaban bien''.

Pero la dicha en casa del pobre dura poco. ``Cuando llegó Toña, me cerró. Me dijo: `Cruz... los muchachos quieren que les pagues $150 a cada uno por noche'. ¡Imagínate tú! ¿Con qué? Tuve que volver con los asesinos del ritmo. Y fíjate, luego esa señora fue conmigo maravillosa'', se queda pensativa y confiesa: ``Eran tiempos difíciles. Me pagaban 300 pesitos al mes y yo tenía que mandar la mitad para mi familia en Cuba y dejar para comer en México.

``De ahí seguimos a Venezuela, donde conocí a Aldemaro Romero y Alfredo Sadel. Pero la situación política era dura y había leyes que limitaban el trabajo a los extranjeros. Nada, que regresé para La Habana a pasar hambre''.

Sin dudas, fue con La Sonora con la que más éxito alcanzaría en aquellos años. ``Eso sí. En las primeras giras nacionales, como tenía nada más que dos números montados, hacía uno, me quedaba sentadita atrás del escenario y a la hora u hora y media, hacía el segundo. Pero me llevaban para que me ganara mis kilitos. Ya a finales del 52 y en el 53, cuando Bienvenido Granda [el cantante que más tiempo permaneció con el conjunto] se fue de la Sonora, hicimos una gira por Venezuela, Costa Rica, Panamá y Colombia, donde el recibimiento fue apoteósico. Hubo que aguantar a la multitud con mangueras de agua. Tenían adoración con La Sonora y ya conmigo. En esa gira ya cantaba Burundanga y El yerbero moderno''.

En 1957 regresó a México consagrada. ``Ya Mi voz estaba pegada y otras canciones. Sigo cantando El yerbero, que ha sido el tema que más he cantado''. En ese mismo año, vino a Estados Unidos a recibir su primer Disco de Oro. ``Fue en Nueva York, en una arena deportiva donde tocaba Tito Puente y cantaba Vicentico Valdés. Fue un recibimiento bien bonito, hasta hubo desórdenes que salieron en la prensa norteamericana. `Trifulca por cantante cubana', decían los titulares. Me convino, no creas''.

De aquellos años hay memorias imborrables: ``Lo que más recuerdo son los programas de televisión. Cuando compartí con Beny Moré, pobrecito, tan grande que fue. Eramos muy amigos''.

Su primera incursión en las artes dramáticas fue en Cuba por aquellos años. Al mencionar el hecho, se le ilumina el rostro: ``Se llamaba Biney, una novela de Radio Progreso. La escritora María Teresa Coalla me insistió y me insistió. Yo me moría de miedo. Le pregunté a varios actores de aquel momento, a Alejandro Lugo, a Ernesto Galindo, que era el protagonista, a Raúl Selis, ¡ay, yo tenía tan buenos compañeros en Cuba, caray! Todos me dijeron que lo hiciera como lo sentía, que no tratara de imitar ni a Nenita Viera, ni a Marina Rodríguez que eran las estrellas de la emisora. El director era Bernardo Pascual, el esposo de Delia Fiallo. Te digo que le tumbamos el rating a Divorciada, que eso no lo lograba nadie. Y me dieron el premio ese año como mejor actriz''.

En 1960 salió definitivamente de Cuba con un contrato en México. ``Ya la situación estaba poniéndose muy difícil y conseguí un contrato para mí. Pero yo quería salir con la Sonora. Por suerte, llegó otro contrato para la orquesta y nos fuimos. Rogelio, ya en el avión, dijo: `Este viaje no tiene regreso'. Y mira qué verdad, nadie ha regresado, ni la Sonora ni yo''.

En 1961 tuvo su primer contrato para cantar en el Palladium de Los Angeles y fijó su residencia en Estados Unidos hasta la fecha.

Al hablar de su patria, la estrella mundial no puede evitar conmoverse. ``Yo fui muy feliz en Cuba. Nunca fui discriminada y logré todo lo que quise alcanzar, con mi esfuerzo, con mi trabajo. ¿Volver? ¡Ojalá, ojalá Dios me dé vida para poder volver a mi tierra! ¡Ay, Dios mío!''

EVELIO TAILLACQ
Publicado en el Nuevo Herald de Miami.

 
 


 Azúcar para toda una época

El 3 de agosto de 1950, la orquesta más famosa de Cuba, La Sonora Matancera, incorporó a sus filas a una nueva cantante. Era joven, relativamente desconocida, de familia humilde, y había trabajado en programas de radio por toda la isla. Estaba dotada de una de las voces más prodigiosas así como de una provocativa personalidad jamás vistas en el ámbito de la música cubana.
Cincuenta años después, y habiendo grabado igual número de álbumes, Celia Cruz es sin discusión la figura femenina más conocida e influyente en la historia de la música afrocubana. Y lo que es más notable aún, su carrera, igual que su matrimonio de 38 años con el trompetista de La Sonora, Pedro Knight, ha ido en constante ascenso durante cinco décadas, sobreviviendo cambios de sello disquero, de público y, lo más significativo, cambios en la forma de producir, interpretar y percibir la música latina.

Durante su larga asociación con La Sonora, y con Tito Puente, Fania Records y Johnny Pacheco y RMM Records, y con el que fue durante mucho tiempo su manager Ralph Mercado, Celia ha creado un extraordinario catálogo de discos, que efectivamente documenta la historia de la música conocida ahora como salsa.

Celia, que emigró de Cuba a Estados Unidos en 1960, jamás volvió a vivir allí, pero mantiene un permanente vínculo musical con su patria, que da colorido a cada aspecto de su trabajo.

Ahora, con un recién ganado Grammy Latino como la Mejor Intérprete de Música Tropical, Celia, con Knight al lado, habló de su historia musical y de su nuevo álbum, Siempre viviré, el primero que hace con Sony Discos, al igual que sobre el inicio de una nueva etapa en su carrera.

¿Quién la alentó a hacerse cantante?

Tal vez si mi madre no hubiera existido yo no sería artista, porque mi padre nunca quiso que lo fuera. Mi mamá era quien me decía: ``Nada, nada, tú sigue ahí''.

¿Qué la llevó a cantar profesionalmente?

Yo fui a un programa de aficionados que se llamaba La hora del té. Canté un tango, Nostalgia, y gané. Después que gané, entonces quise ir a todos los programas de aficionados que había en Cuba. Ahí fue cuando mi padre dijo que no. Al principio, yo iba sola, y luego iba con una prima mía que se llama Nenita, que todavía vive en Cuba.

Yo era delgadita y chiquita. Y como cada viaje en tranvía costaba cinco centavos y nosotras no teníamos dinero suficiente, yo me sentaba en las piernas de Nenita, porque ella era más grande que yo. Los conductores nos conocían y, a veces, me dejaban sentar en el asiento al lado de ella, cuando el tranvía iba vacío. Una vez, no teníamos dinero para regresar y volvimos a pie. Llegamos a las 2 de la mañana.

Ha tenido varias etapas clave en su carrera, con La Sonora, con Tito Puente, con Fania. ¿Cuál ha sido la más significativa para usted?

En primer lugar, con La Sonora, porque ahí fue donde me hice de un nombre. Y en segundo lugar, con Fania. Antes de Fania, yo estaba con Tito Puente en Tico Records, pero no me estaban promoviendo bien. Pero con Fania, Jerry Masuchi me promovió muy bien, y grabé el segundo álbum con [Johnny] Pacheco. Su grupo me recordaba a La Sonora.

En cuanto a Tito Puente, ustedes siguieron siendo amigos. Me imagino que su muerte la debe haber afectado terriblemente.

Yo estaba en Argentina cuando él murió. El día que ocurrió, suspendí el show. El público comprendió. Ni siquiera pidieron la devolución del dinero. Cuando hice el show, pedí un aplauso y un toque de timbales en honor a Tito. La noche antes, yo estaba en el hotel y el teléfono sonó. Eran las 11:20 p.m. y cuando cogí el teléfono, no había nadie. Creo que fue él. Cuando regresé a casa, escuché los mensajes en la máquina y había uno de Tito, que casi nunca llamaba. Y me decía: ``Celia, es Tito. Sé que me llamaste y te lo agradezco. Adiós''. Y para nosotros los cubanos, cuando alguien dice ``adiós'', es que se va. No he borrado ese mensaje. Quiero conservarlo.

Cuénteme de su nuevo álbum.

Es mi primer álbum con Sony. Lo que tiene de diferente es que no es un álbum de salsa. Bueno, es y no es. Tiene un bolero, por ejemplo, La llave. Y un tango, Tango uno, en tiempo de salsa. Está también Oye como va, y una canción que se llama Echale agua a la sopa. Vaya, hay canciones para todos los gustos.

El tango, sin embargo, alguien de la Argentina tal vez lo escuche, pero hay que bailarlo como salsa. Yo no iba a cometer el error de grabar tangos.

Hace tiempo que usted quiere grabar boleros. De hecho, usted dice que quiere hacer un álbum de boleros.

Eso sí quiero hacerlo. Pero no iba a pedirles [a Sony] grabar un álbum de boleros enseguida. No quiero caer pesada y, después de todo, no creo que ellos me contrataron para grabar boleros.

¿Qué cambios importantes ve en la salsa, entre la época en que usted comenzó y ahora?

Eso es algo en lo que no pienso mucho. Ha habido cambios, por supuesto. Antes, nadie usaba instrumentos electrónicos, y los arreglos son totalmente diferentes. Por eso algunas personas no se dan cuenta de que el origen de esa música es cubano.

¿Por qué cree usted que no hay más mujeres intérpretes de salsa que tengan gran éxito actualmente?

Chica, yo no sé. En Cali [Colombia] hay un montón de orquestas con mujeres. Y hay muchas mujeres [muy conocidas], pero la mayoría de ellas canta merengue. En Cuba, siempre hubo mujeres que cantaban ese género. No muchas, pero las había.

¿El hecho de ser mujer fue una desventaja para usted?

En lo absoluto. Me fue muy bien. Los hombres siempre me admiraron.

Se menciona a menudo a la India como su sucesora.

No. Ella no está siguiendo mi camino, sino su propio camino, y lo está haciendo muy bien. Recuerda que ella tiene una voz diferente. Y antes cantaba en inglés.

¿Cree usted que quizás hay cierta resistencia hacia las mujres que cantan ese tipo de música?

No sé. Algunas se casan, quizás tienen hijos y no continúan. La verdad es que hay muy pocas y yo quisiera ver que hubiera más. Yo siempre les doy consejos. Cuando empiezan a cantar un número de Celia Cruz, siempre les digo: ``Mira, te agradezco que cantes mis canciones, porque así le recuerdas al público que yo existo. Pero trata de tener tu propio repertorio. Porque tal vez seas mejor que yo''.

¿De donde salió la famosa exclamación ``¡Azúcar!''?

Yo estaba cenando en un restaurante de Miami, y cuando el camarero me ofreció café, me preguntó si lo tomaba con o sin azúcar. Yo le dije, ``Chico, tú eres cubano. ¿Cómo vas a preguntarme eso? ¡Con azúcar!''. Y esa noche, durante mi show (yo siempre hablo durante el show, para que los trompetistas descansen la boca) le hice el cuento al público, y se rieron. Un día, en vez de hacer el cuento, simplemente bajé los escalones y grité ¡Azúcar! Eso fue en los años 70.

Una de sus mayores ventajas es que usted puede salir al escenario y hacer que las cosas parezcan tan nuevas como la primera vez que las cantó. ¿Cómo se las arregla?

Primero que todo, me cuido mucho. Descanso. Hoy estoy hablando con usted, pero mañana, que tengo que cantar, no concedo entrevistas. Mañana me cuido la voz. Si tengo la más mínima molestia en la garganta, hago gárgaras de agua con sal. En segundo lugar, planifico bien mis shows. Si voy a actuar en Los Angeles, pienso: ``Aquí tenemos mexicanos y centroamericanos, ¿qué canciones son las que les gustan?'' Siempre trato de adaptar mi repertorio a un público en particular. Y por último, siempre estoy cambiando mi vestuario y mi apariencia en el escenario.

Ahora que habla de la apariencia, las pelucas son algo característico en usted. ¿Cuándo empezó a usarlas?

Cuando llegué a este país. Estaban de moda entonces. Ahora las uso porque realmente las necesito. ¡Yo no tengo mucho pelo!

Usted lleva mucho tiempo en esto, ¿el reciente boom internacional en la música latina ha sido algo significativo para usted?

Bueno, los Grammy, por ejemplo. Siempre pensamos que debíamos tener algo así, porque los norteamericanos no conocen a todos los artistas latinos. Ahora está Ricky Martin, que nació en Puerto Rico y habla inglés. Así que a él lo conocen más.

Lo que está pasando es algo muy positivo, especialmente para los que están surgiendo ahora. Y me gusta que nuestra música, que ha sido siempre nuestra cultura, se aprecie más. Nosotros tenemos ritmos que ni siquiera nuestra propia gente los conoce. De manera que, ¿cómo vamos a esperar que otros sepan diferenciar? Pero por lo menos ahora empezamos a darnos cuenta, y me encanta que podamos cantar en muchos idiomas y así y todos conservemos nuestras raíces.

Por último, en este momento y época, doblar, en vez de cantar en vivo, se ha vuelto la norma en muchos shows y programas de televisión. Usted es famosa por negarse a hacerlo, incluso cuando por cuestiones de acústica es necesario.

Siempre, mi vida, me ha gustado cantar. Yo no puedo salir ahí y fingir. Cuando hicimos Celia and Friends canté todo el tiempo. En Cuba, trabajé mucho con un hombre que se llamaba Rodrigo Neira, que era coreógrafo de Tropicana. El quería que la cantante cantara, y que la bailarina bailara.

LEILA COBO

 
 

 La opinión de sus amigos

Si hay alguien a quien admiro y quiero, es Celia Cruz. Es una persona con integridad y talento, y es un gran ser humano. No tiene edad cuando está cantando. Un magnífico ejemplo para mí y para la industria. Es una gran señora. Mirarla te da tanto sabor y energía y, en el estudio, es increíblemente profesional. Es motivo de orgullo, no sólo para Cuba, sino para todo el mundo hispano.

Emilio Estefan, productor.

Mi Diosa Divina: Desde la primera vez que te vi cantar, soñaba con trabajar contigo. Gracias por hacer que mi sueño se volviera realidad, por dejarme ser parte de tu legado y por tantos años de música admirable, una maravillosa amistad y recuerdos inolvidables. Eres única. Felicidades ¡Kilima!

Johnny Pacheco, director de orquesta

Me siento muy dichosa de llamar a Celia Cruz mi amiga. Ella es una inpiración, no sólo como artista sino como mujer y como ser humano extraordinario. En el escenario, no tiene edad. Y como símbolo de nuestra patria, ¡no tiene precio!

Gloria Estefan

Pasar tiempo con ella y llegar a conocer a Celia es un honor. Ella es un verdadero pilar como ser humano, una de las personas más generosas y humanitarias que yo he conocido y que jamás conoceré. Uno de los seres humanos más sagaces de la tierra. Y olvídense, que cuando agarra el micrófono, hace callar a cualquiera.

Marc Anthony

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