El cotizado actor cubano, conocido por su perfeccionismo
y versatilidad, abre las puertas de su mundo íntimo.
Andy García, el "Valentino de Hollywood'', cumple
45 años. ``Me cuesta creer que ya he alcanzado lo que
se supone es la mitad de la vida'', afirma el actor de origen
cubano.
"Se trata de un día muy especial, y me hace
mucha ilusión reunirme a celebrarlo junto a mi familia,
que es la máxima razón de mi vida. Sin ellos yo
no sería nadie'', señala.
También reunirá a sus mejores amigos, entre
ellos a Israel López Cachao, el músico al que él
rescató del olvido, a través del documental Cachao:
como su ritmo no hay dos, con el que el actor debutó como
director y que llevó por todo el mundo en compañía
del legendario músico cubano.
En cuanto a su profesión y su edad, García
asegura que entra en una etapa especial, de mayor riesgo, ya
que podrá encarnar personajes más difíciles.
"Nunca me he considerado el clásico galán
almibarado, pero al no tener una naturaleza corpulenta, parezco
más joven, y eso es un arma de doble filo en el momento
de aspirar a ciertos papeles'', agrega.
Andrés Arturo García Menéndez vino
al mundo en La Habana, el 12 de abril de 1956. "Aunque siempre
tuve aspiraciones, no me imaginé que a los 45 años
iba a conocer tanta gente, que sería un actor internacional.
No me canso de agradecérselo a Dios'', afirma.
Cuando cumplió cinco años, su familia huyó
del régimen comunista impuesto por Fidel Castro, y en
Miami fijaron su residencia, iniciando una nueva vida.
García es el tercer hijo de René García
y Amelia Menéndez. Su padre era abogado y su madre profesora
de inglés, por lo que desde temprana edad el muchacho
dominó dicho idioma. ``Aunque tuve ciertas dificultades,
al convertirme en actor las cosas cambiaron, pues tuve que eliminar
el mínimo acento latino que tenía. Sin embargo,
cuando hablo español, soy muy cubano. Es un privilegio
que le agradezco a mi madre''.
Los comienzos de la familia fueron difíciles. El
propio García recuerda: ``Mi padre tuvo que trabajar en
una compañía de calcetería y mi madre como
secretaria, dos ocupaciones muy por debajo de los conocimientos
de ambos. Aun así había que agradecérselo
a la vida porque no estábamos en nuestra patria. Gracias
al tesón que hemos tenido, salimos adelante''.
"De La Habana nos fuimos a vivir a un barrio judío
de Miami Beach y, aunque manteníamos las costumbres cubanas,
de puertas para afuera tuvimos que adaptarnos a una cultura diferente.
Recuerdo que llegué a sentirme aislado y bastante confundido.
Siempre estaba a la defensiva y metido en peleas y puñetazos
con mis compañeros de colegio''.
Siempre se sintió más atraído por
los deportes que por los estudios. ``No he sido buen estudiante.
Incluso pensé seriamente en ser jugador de baloncesto
profesional. Se me ocurrió ser actor cuando me convencí
de que jamás hubiera podido ser un buen jugador de baloncesto
por mi poca estatura. Cuando ingresé en la Universidad
Internacional de la Florida, escogí arte dramático
como asignatura, y se despertó en mí el interés
de ser actor. Fue como un virus que se desarrolló dentro
de mí. Lo sentía en el estómago... hasta
que comprendí que tenía que dedicarme a la actuación''.
A los 20 años ya era actor aficionado en Miami,
pero a finales de la década de los 70 decidió trasladarse
a Hollywood para convertirse en profesional.
Sus comienzos en Los Angeles no fueron muy alentadores,
pues su origen hispano inspiraba cierta desconfianza entre los
productores. ``Mientras esperaba la primer oportunidad, trabajé
de camarero. En todas partes me daban con la puerta en las narices.
Algunos productores decían que mi pinta no era en absoluto
la correcta y otros que mi acento hispano no gustaría.
Podía ser el chico de los recados, pero decidí
cerrar la boca y mantener la cabeza fría. Estaba seguro
de que llegaría el momento en que todos ellos tendrían
que morderse la lengua, pues me había propuesto una meta
y estaba dispuesto a cualquier sacrificio, sin tener que --como
se dice en estos casos-- venderle el alma al diablo''.
Después de un feliz noviazgo, en 1982, García
contrajo matrimonio con Mariví, una fotógrafo profesional,
hija también de exiliados cubanos, con la que ha creado
una familia ejemplar.
"En 1982 mi suerte cambió. Me ocurrieron dos
cosas muy importantes: casarme con Mariví, una mujer calmada,
serena y una cocinera maravillosa; y debutar en el capítulo
piloto de la serie televisiva, Canción triste de Hill
Street. A partir de entonces la suerte jamás me ha abandonado''.
Durante un año estuvo representando pequeños
papeles en las series más populares. En 1983, rodó
su primera película, Blue Skies Again, dirigido por Richard
Michaels. Aquello no significaba aún el éxito,
pero estaba convencido de haber dado un paso importante.
Posteriormente, desempeñó papeles secundarios
en A Night in Heaven, de John G. Avildsen, y The Lonely Guy,
de Arthur Hiller, ambas en 1984 y, por fin, en 1985, el director
Phillip Borsos le ofreció interpretar a un policía
en Llamada a un reportero, personaje que más adelante
repitió con cierta asiduidad.
La película Ocho millones de maneras de morir lo
lanzó a la fama y facilitó su presencia en otros
proyectos más ambiciosos. Lo dirigió el desaparecido
Hal Ashby, uno de los más populares de la década
de los 70, al que se deben películas como El regreso,
Shampoo y Harold y Maude.
"Nunca demostraré todo lo agradecido que le
estoy a Ashby. Además de dirigirme en Ocho millones de
maneras de morir, me dio excelentes consejos. Fue como si durante
todo el rodaje estuviéramos recibiendo clases de arte
dramático. Su pérdida ha sido muy fuerte para Hollywood''.
En la citada película el actor cubano da vida a
un traficante de drogas sin escrúpulos. El primer día
de rodaje, su compañero de reparto, Jeff Bridges, le preguntó
al director del casting cómo era posible que aquel muchacho
tan amable pudiera hacer un personaje como ése. Bridges
encontró la respuesta cuando vio la transformación
de Andy ante la cámara.
Entonces dijo: ``Si Andy García se lo propone, ocupará
uno de los primeros puestos en nuestro cine. Hacía muchos
años que no veía a un actor tan dúctil,
con tanta facilidad para lograr un desdoblamiento de personalidad.
A este joven le sobra lo que le falta a muchos veteranos de Hollywood''.
A partir de aquel encuentro profesional, entre García
y Jeff existe una hermosa amistad.
Embargado por un sentimiento inconforme, García
fue un tipo que destacó enseguida que llegó al
mundo cinematográfico. Era especial. Un caballero, algo
que en las últimas décadas estaba desapareciendo
de la meca del cine. Jamás fue el clásico cubano
que habla alto, de gestos exagerados y grandes alardes. Su estilo
elegante interesó a los productores, entre ellos Lawrence
Kasdan que, desde la primera actuación cinematográfica
se fijó en él.
El propio Kasdan dice: ``Cuando Brian de Palma estaba seleccionando
el reparto de actores para su filme Los intocables de Elliot
Ness, le recomendé a García. `Tenemos a un actor
cubano muy interesante. Tiene una personalidad muy exótica
y creo que encajaría muy bien en tu nueva película',
le dije. Y De Palma lo contrató. Me enorgullece haber
contribuido en su lanzamiento''.
Brian de Palma, realizador de Vestida para matar, pensó
darle el papel de uno de los matones de Al Capone en Los intocables
de Elliot Ness, pero Kasdan le sugirió que el papel que
le iba a la medida era el de ayudante de Ness.
"No tuve que insistir demasiado. Imagino que él
vio a un hombre que estaba dispuesto a conseguir lo que se había
propuesto'', añade Kasdan.
"El éxito obtenido con Los intocables de Elliot
Ness, repercutió favorablemente en mi carrera. Gracias
a ello, dos años después, en 1989, compartí
cabecera de cartel con Michael Douglas en Black Rain, thriller
policíaco ambientado en Japón dirigido por otro
peso pesado de Hollywood: Ridley Scott'', añade el actor.
En vísperas del estreno del citado filme, García
comentó: ``Lo tengo todo o casi todo... No puedo ser más
feliz''.
Sus palabras sonaron con orgullo, pero jamás con
arrogancia. Antes de merecer el estelar de Black Rain, en 1989,
había rodado un año antes Stand and Deliver, bajo
las órdenes de Ramón Menéndes; Brood Money,
de Jerry Schatzberg, y American Roulette, dirigido por Maurice
Hatton. Después de Black Rain, en 1989, filmó Asuntos
sucios, donde interpretó de nuevo a un policía
junto a Richard Gere, dirigido por Mike Figgis.
Hasta entonces, los actores negros eran los que impactaban
en la industria cinematográfica hollywoodiense. Pero a
partir de los 80, los latinos recuperaron el puesto de los 40
y 50.
Su amor por Cuba, su país de origen, crece con los
años. Incluso afirma que podría competir en cuanto
a conocimientos musicales, folclórica y cultural de Cuba
con muchos que nunca han salido de la isla.
"Cuba es esa preciosa isla del Caribe que todo el
mundo desea conocer. Cuba ha sido cuna durante muchas generaciones
de grandes músicos, cantantes y bailarines. Ultimamente
se ha convertido también en una importante cantera de
actores. Unos permanecen en la isla y otros salieron rumbo a
Miami, para comenzar una nueva vida. Yo, fiel a mis raíces,
tengo la obligación de promocionar nuestra cultura, pero
siempre desde el exilio. No pienso pisar Cuba mientras Castro
exista''.
Su primer trabajo en 1990 fue Bajo dos banderas, de Bruno
Barreto y, seguidamente El padrino III, de Francis Coppola. Este
filme significó el mayor espaldarazo artístico
para García, ya que fue candidato al Oscar como el mejor
actor de reparto (se lo llevó Joe Pesci por Goodfellas).
A partir de entonces, su cotización subió como
la espuma, y se situó entre los cinco actores mejor pagados
de Hollywood.
Durante el estreno de El padrino III declaró: ``Soy
el único varón de los Corleone capaz de continuar
la saga''.
Cuando se le preguntó si con la candidatura al Oscar
por su trabajo en la citada película, había dado
el paso decisivo de su carrera, respondió: ``No. No lo
creo así. Es un paso muy bueno en mis propósitos,
pero no hasta ese punto fundamental. El hecho de ser candidato
es muy adulador y sumamente abrumador que mis compañeros
reconozcan mi trabajo. Es la máxima aspiración
que uno puede conseguir''.
A García le llaman en Hollywood el ``chico de la
Paramount'' y no le molesta, porque reconoce que siempre ha estado
unido a este estudio. ``Jamás podré pagarles lo
que hicieron por mí cuando yo no era más que un
actor en busca de trabajo. Pienso que no se deben olvidar aquellos
nombres que nos ayudaron y confiaron en nosotros''.
Después de Héroe por accidente, protagonizó
Significant Other, de Luis Mandoki, y seguidamente, Cuando un
hombre ama a una mujer, formando pareja con Meg Ryan. En esta
se plantea la dificultad de comunicación que suele existir
en una pareja. Su papel en esta ocasión difiere bastante
del de Jennifer 8, en la que interpretaba a un obsesionado policía,
un cambio que el actor justificó:
"Significa un descanso y una oportunidad de tratar
temas como las relaciones de pareja y de familia. El asunto de
la familia lo había enfocado antes en El padrino III,
pero en ella no trabajé con niños. Para mí
esta película trata de la preservación de la familia
y eso me interesa''.
Uno de sus trabajos preferidos fue encarnar al poeta español
Federico García Lorca en el filme La sangre de un poeta,
bajo la dirección del puertorriqueño Marcos Zuriñaga.
"Lorca es un personaje apasionante, un manjar para cualquier
actor'', declaró en España durante el rodaje.
En cuanto a sus proyectos actuales, García reconoce
uno de sus más anhelados: "Tengo muchos, entre ellos,
sigo con el de llevar a la pantalla una historia ambientada en
la Revolución cubana, pero contada desde el punto de vista
del dueño del famoso cabaré Tropicana en La Habana''. |