LIUBA IGUAL AMOR

Mosca, noche del 20 deciembre 1986

Dejamos la fiesta y salimos por la calle.

Tambien estando vinte y siete bajo del cero el peligro no estaba lo de morir de hielo, esto ya había desatado nuestra fiebre, el peligro estaba de deslizar sobre el "verglas" que empedraba Mosca e quebrarse las fragiles osamentas de apenas poco más que niños: en dos no llegabamos a cuarenta.

Me miraba tenendome por mano, sonriendome a cada cambio de direccion: habría podido llevarme doquiera, sabía que quería perderme, sabíamos deber perdernos.

Nosotros entramoms en un primero palacio donde tocamos un par de timbre.

Ocurría así: alguien hablaba con nosotros asomando la cabeza detras de una puerta y en fin meneandola en signo de negacion la retiraba y cerraba.

Siempre sonriendonos, vagamos aun por otros edificios donde se repetia la misma scena: el mi escaso ruso mi impedía comprender el descurso mas estaba claro que estábamos buscando un lugar para nosotros solos: nunca se había leido en la cara de alguien otro tanto deseo.

A la fiesta nos habíamos notados en seguida, muchos lugares lejos entre nosotros, a aquella larga mesa donde los italianos consumaban la cena de adios a la fabrica y a la Russia.

Ambos tenebamos escalado lugares sobre lugares dejados libres por las nuevas parejas que se formaban en frenetico movimiento con el acrecimiento de la euforia y el bajar de las transparentes garrafas de Wodca contrabandeadas como agua, bajo de la nariz a el cabron desairaggador de los viñedos de la Moldavia: Gorbaciof teneba los dias contados.

Finalmente nos habíamos alcanzados por apretarnos sobre mis rodillas y bamboleando sobre la silla teníamos soñado con uno de aquellos "lenti" Italianos de los años sesenta: el golpe final.

En la entonces ex Union Sovietica nadie podía subir en los quartos de los ospedes de un hotel si no alojaba allí tambien. Quien lo hacía venía marcado oficialmente como "publica puta" por la policia.

Mi primera idea habia sido de sugerir de tomarse un quarto todo suyo, en aquel viaje de trabajo había ganado mucho y tenía plata por ambos, mas esto no estaba posivel porque, segun aquello simpatico regimen, los moscovidas no tenían ninguna necesitad de una habitacion si quedaban en suya ciudad.

Ahora estabíamos continuando a buscar y en fin una vieja, de aire aparentemente rufiana, asentí con la cabeza y regresó en casa dejando la puerta abierta.

Quedados solos, sin más sonrir, me pidió plata … en seguida no comprendei por que cosa y cuantos, me perecieron demasiados, .. pasé la cartera entera mientras palidecía y sentía un dolor agudo partir por el estomago y subirme en la garganta.

Se repetía la misma historia: dinero … la habitual escena del "gigolo" o de la prostituta, segun los casos, que tras haberte hecho creer d'estar cocidos de ti te piden la plata, los "dienghi" como se dice aqui.

Mientras tanto la vieja habia reaparecida con una botella de Wodca empaquetada en carta de quotidiano.

Mientras escondía el paquete en los gruesos bolsillos del enorme chaqueton me restituyó la cartera de la qual había tomado solo los 14 rublos por la botella: el precio de mercado.

Como habia podido dudar así de esta gente maravillosa? La anciana señora me dijo algo que interpreté como preocupacion por mi palidez y como felicitacion de salud y suerte en amor.

Cracias Santa Madre … cómplice la palidez nadie se había advertido de mis vergüenzosas dudas.

Me rendí cuenta que habíamos desplegado la primera parte del asunto: encontrar una mercancía de permuta que no fuese humillante dinero.

Yo continuaba a seguir esto ser así fino antes, con el su traje a la fiesta, y así grosero ahora, en el su enorme chaquetón que la gana de librar todo aquel grande numero de pobres mallas y mallitas subiva tan de no lograr a quitar los ojos de encima: por esto, nobostante los taconnes bajos de mis botas, deslizé un par de vez machucandome talvez, mas no sintiendo dolor.

Cada vez me tendía ambos los brazos por realzarme y inclinandose un pequeño paso se abría detras de lo chal dandome manera de volver a ver parte de suya acerba belleza y provocandome el no sano deseo de quedar así, embrazados sobre el empedrado de hielo.

Mas como estuviera jugando a la mamacita juiciosa que rechaza amorevolmente algo a su muñejo travieso, con alegra malicia meneaba la cabeza: despues, vamos ahora, despues …

Recomenzamos a tocar los timbres.

Aprovechabamos de estas esperas, a veces de minudos, por acariciarnos la cara: no nos habíamos todavia besados, queríamos hacerlo despues y a largo: desafortunadamente no podíá prever que nos hubiera nececitados aun tan tiempo.

Continuamos a voltar en los palacios de los pasillos vacios y un poquito lugubres hasta que una senõra rubia sobre los quarenta años, de los trazos un poco angulosos, mas cordial, parecé aceptar nuestra propuesta y llamó al marido por una confirmacion.

Este tenía un aire nebulosa que la botella de Wodca en seguida desapareció, volvendo a llevar el sereno sobre un rostro de cinquentón mucho excavado por la impotencia de vivir llenamente: nos convidaron a entrar.

El espiritu de los hombres rusos estaba la más grande victima del regimen, las mujeres solo habían sabido reaccionar y por recargarse de ninfa vital se acostumbraban frequentar a los estranjeros.

Por esta tarea los italianos se alababan de ser cuanto mejor tenía el mercado, esto al menos era cuanto los colegas varones pensaban de esos entonces, nobostante las colegas, per legitima defensa, tendieran a disminuir.

De qualquier manera, mi tambien minima experiencia sugería de añadir al elenco todos los no muertos, todos los desadaptados, o bien los locos, los toxicos, los omosex … en suma todos aquellos que en la ex Union, como en todas las dictaduras, estaban despreciados y perseguidos como los disidentes, porque disidentes por supuesto!

Entramos y nos sentamos alrededor de una mesa; nobostante nadie de ellos fuese nunca salido del pais o ablara una lengua occidental no encuentrava tan extraña una pareja como la nuestra: habíamos encuentrado donde perderce.

Estaba la ultima noche a Mosca, era la ultima conversacion en el mi pobre ruso con esta buena gente que en seguida comprendió la necesitá que teniamos de paladear una felicidad así fugaz. y no me pusieron las solitas preguntas sobre Italia, sobre la moda o todavia peor, de los pricios de los televisores.

Hablamos, o mejor hablaron, de no requerdo cosa, mientras el hombre, con calma inviernal, se chupava toda la wodca, el galardon de la hospidalidad.

Él trabajaba en un qual despacho mientras ella no encontraba nada que hacer y era obligada a aburrirse dejando en suyo pequeño quarto que consistía en una sola habitacione ademas un baño y un trastero.

Tras de un par de horas, durante las quales Liuba y yo, finalmente conocía el su nombre, nos permutabamos sonrios de confirma, la mujer volcaba el divan-cama en el qual ella y su marido habrían dormido mientras para nosotros preparaba un saco de dormir que puso bajo la mesa central sobre la qual extendío una grande cortina sacada por una ventana transformada en un intimo baldaquin.

Una debil luz quedó encendida cuando despues haberse deseados las buenas noches ellos entraron en la suya cama y nosotros en nuestro saco de dormir.

El frio estaba intenso y duraba de más de una hora, por quando la calefaccion había acabado.

En el saco estaba imposible moverse, fuera se helaba y junto al frio del sueño atrasato contribuía a paralizarme, me golpeaban los dientes y no me lograba mover las manos.

Liuba tuve miedo por mi situacion y tambien la señora, que velaba amorevolmente nuestras sombras cineses en movimiento detras las tranparencias de la cortina, ella se preocupó.

El hombre dormiva pesado bajo su carga de liquor y entonces la generosa mujer nos convidó a entrar el suyas cama, ¡en medio de ellos!

¡Encredivel! De qualquier manera, más que la sopresa, para mi el probelma estaba de qual lado ponerme.

Se lo resolvió la señora que me indicó su lado: tambien ella se desvestió revelando una belleza solo livianamente herida por la vana lucha contra el tiempo.

Liuba se puso cerca del marido que continuava dormiendo ignaro.

Me encontré in medio a dos angeles que con suyos cuerpos cálidos come croissant apenas deshornados me rimeteron rapido en forma.

Que hacer? Me volté interogante hacia la señora que me envió un beso sobre la punta de los dedos indicandome la muchacha: no debía cuidarme de ella, solo entendia calentarme quedandome ecolada a mi lomo.

¿tranquilizado, espantado?¡ Exitado y desinhibido!: me dirigí hacia la muchacha y, por no ver el hombre a su flanco, coloqué la cabeza bajo el edredon por morderle los pezones que el frio y el deseo habian puesto rigidos y enfragilido.

Mas subito tuve miedo de quebrarlos y con la intencion de ablandarlos empezé a chuparlos, pasando del uno a el otro y midendo la intensidad de su placer de la frequencia de su respiro que parecía hinchara sus senos hasta a hacerlos estallar, como se el aire solo entrara en los pulmones y quedara presa.

Despues la muchacha, meneandose, emplezó a descascar de la cama y subendo apoyata al respaldo puso bajo mis labios carnes siempre más bajas y saborosas y todavia ahora tentó de entretener el aliento mordendose los labios, mas no se logró de entretener un grito de alegria.

Afortunatamente el hombre, contro el qual se apoyava por no caer de la cama, no se habría despiertado ni siquiera bajo un bombardamiento.

El interior de los muslos de las mujeres es morbido como el hocico de un caballo, esto ya sabía tambien no habiendo nunca besado un así formoso animale, aquellas de Liuba estaban fuertes cuanto los tentaculos de un pulpo, porqué, cuando llegé donde la empuje de la resaca me estaba engullendo, me apretaban la garganta con tal intensidad de hacerme creer de morir sofocado.

Mas resucité y, resubendo de bajo el mar de las cubiertas la penetré, mientras finalmente nos besavamos sobre la boca.

Ella, explendido animal tentacular, me devolvió bajo muchas veces y yo siempre resubiva con mis labios umedes de nuestros liquidos que al contacto de su boca se remezclaban volvendo tragados entre nosotros, empujados en la garganta por lo esgrimiento de nuestras lenguas en lucha en un enquentro a la par.

Ahora la querida señora no podía más apoyarse a mis lomos enlojecidos y entonces me cubrió con una chuleta de viento.

Liuba estaba transfigurada, su cara estaba exstasiada como aquello de una santa medieval, la misma de la icona frente de la cama: cosí me imajino Gesú haga amado la Magdalena, frio a parte.

Tambien sus brazos estavan fuertes y, cuando tenté de retirarme, logró de tener todo de mi entre de ella, despues .. despacio … despacio se relajó por ceder de golpe, como por establecer la realidad de un sueño eterno.

La señora me tranquilizó y carecendome la frente me dijo que la pequeña no estaba desmayada, estava simplemente dormiendo: ahora abría debido ir porqué estava casi la madrugada y el avion no me habría seguramente esperado.

Tras de subirme carecé todavia una vez la linda cara de la chica y instintamente besé los ojos umedes de la posible mama que de su lado alargó un brazos bajo el edredon y retirandolo me rozó los labios con sus dedos mojados en su emocion honda de la qual me haciá regalo.

Despues deprisa, antes de arruinar la magía de la situacion, como un Dios superado por su misma creacion, me desaté de ella y sin más mirar hacia la cama mi cubrí y me marché hacia la madrugada sorprendendome a hablar con yo solo, simulando un dialogo jamas ocurrido: en todo con Liuba no había pasado más che tres horas y descambiado no más che diez palabras, todavia meno con la señora.

El frio me helé los labios que se desataron solo cuando hube sentado sobre el avion.

Magullado contra el mi sillon, cerré los ojos y porté a los labios el lomo de la mano depositandole

Reverente lo que quedaba de la perfumada esencia de mi aventura Sovietica.

 

Bruno Giuliano 1999

original en italiano:

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