Jesús Lara
Leyendas Quechuas


Jesús Lara

Edición: Buenos Aires, Librería Juventud, 1960

Prefacción


Prefacción
 

PREFACCIÓN

Luego se entregaba a la tarea de la destrucción y extirpación de adoratorios y efigies, estas últimas labradas unas veces en metal y otras en piedra. Entonces, sobre las cenizas de los dioses, daba comienzo a la predicación de la doctrina de Cristo. Según datos que nos proporcionan los investigadores, muchos millares de imágenes fueron destruídas en los primeros tiempos de la colonia.

Fue así como, al igual que todos los sacerdotes de su tiempo, Francisco de Avila se preocupó de estudiar la teogonía indígena. Pero se encontró con una seductora riqueza mitológica optando antes que nada por recoger de labios de los indios y en el idioma propio de ellos numerosos relatos que aparecían dotados de indudable singularidad y belleza. Los copió con el propósito manifiesto de traducirlos a la lengua de Castilla, y acaso también con el de darlos a publicidad puesto que él mismo se consideraba, según expresión propia, "una persona de letras". En efecto, emprendió la tarea de la traducción, haciendo resaltar en el epígrafe que se trataba de una "materia gustosa y muy digna de ser sabida". A pesar de todo no alcanzó a dar cima a su trabajo por razones que quedan ignoradas, habiendo logrado traducir apenas los primeros seis capítulos, que puso en siete, añadiendo al pie de cada uno algunas notas con diversas observaciones personales.

El códice que contiene el texto quechua y la traducción, fue descubierto en el último tercio del siglo XIX y traducido al inglés por el peruanista británico Clements R. Markham. Fragmentos de la versión castellana de Avíla fueron luego publícados por Marcos Jiménez de la Espada en España. Hermann Trimborn peruanista alemán, tradujo el texto quechua a su idioma en 1939. Hipólito Galante, quechuista italiano, publicó una reproducción fotostática del texto quechua, una traducción latina y otra castellana en un volumen intitulado "De priscorum Huaruchiriensium origine et institutis" en 1942, en España.

De este célebre manuscrito, cuyo texto quechua no lleva título, hemos tomado siete relatos de entre los que a nuestro juicio contienen mayor interés.

Y hemos preferido verterlos nosotros al castellano, conservando con absoluta fidelidad su contenido, sin tomar en cuenta la traducción de Francisco de Ávila, la cual, a pesar de todo, no contiene un valor literario aceptable. Asimismo prescindimos de la que encontramos en el libro de Galante, porque en muchos pasajes hay sensible falta de exactitud, debida sin duda a deficiencias en el conocímiento del quechua.

Después de estas narraciones tomamos una que fue traducida al castellano y transcrita por el padre mercedario Fray Martín de Morúa en su obra "Los orígenes de los Inkas". Morúa era español y residió en el Cuzco a fines del siglo XVI y principios del siguiente. La leyenda lleva el título de "Ficción y suceso de un famoso pastor llamado el gran Aqoyrapha con la hermosa y discreta Chukillanto, ñust'a hija del Sol". Se ocupa de los amores de un pastor del ganado blanco destinado a los sacrificios con una princesa de las que el Inka consagraba al Sol y qué eran conocidas comúnmente como hijas del dios. Tales princesas no guardaban clausura y vivían en palacios especiaImente construídos en la sierra, En esta leyenda, transcrita en el castellano del siglo XVI, nos hemos visto obligados a sustituir algunos vocablos y giros anticuados con otros de liso actual a fin de facilitar la lectura, pero cuidando de no lesionar el contenido ni el estilo propio del autor.

Procedimiento parecido hemos empleado con la transcripción de la leyenda que trata de la rebelión de Ollántay, la cual fue publicada por primera vez en 1837, antes de que se conociera el drama del mismo nombre, en un periódico cuzqueño intitulado "El Museo Erudito". El autor de la transcripción no revela muy apreciables dotes literarias, emplea un lenguaje con cierto dejo forense y cae inclusive en el empleo impropio de algunos términos, En consecuencia, hemos tenido que introducir algunos pequeños arreglos, respetando celosamente las características positivas de la redacción original.

Tampoco hemos podido limitarnos a presentar una mera copia literal de la leyenda que Miguel Cabello Valboa incluyó en su "Miscelánea Autártica", obra que trata principalmente de la historia de los Inkas.

 Español ordenado de sacerdote en Quito, Cabello Valboa vivió en diversos puntos de Sud América y compuso su obra entre 1576 y 1586. Esta hermosa leyenda, recogida de labios del inka Mateo Yupanki, presenta un interesante acontecimiento amoroso sucedido en tiempos de la guerra civil en que se empeñaron los hermanos Wáskar y Atawallpa. Los protagonistas son el joven Killku Yupanki, emisario de Atawallpa ante la corte del Cuzco, y Qori QóyIlur, princesa hija de Wáskar. Escrito el relato en el castellano del siglo XVI, contiene términos y formas arcaicos que ya resultan inaccesibles para el lector de nuestro tiempo, razón que nos ha impulsado a efectuar algunas adaptaciones, respetando rigurosamente el estilo, bello y delicado, del padre Cabello Valboa.

Con el relato de Utqha Páuqar sucede lo propio que con el de Ollántay en cuanto respecta al argumento, el cual, con algunas diferencias, existe también en forma de pieza teatral que se conserva en algunas regiones quechuas de Bolivia. La transcripcíón que damos aquí se basa en narraciones escuchadas a indios de diversas zonas de Cochabamba, principalmente de Ayopaya.

En cuanto a la leyenda Kákuy, que antecede a la del padre Cabello Valboa, la recogimos en el Chaco Boliviano durante la guerra que sostuvo nuestro país con el Paraguay. Luego hemos encontrado la misma, con algunas variantes, en "El País de la Selva", de Ricardo Rojas y en "Tres mitos indígenas" , de Carlos Abregú Virreira, ambos escritores argentinos, La transcripción de Rojas se muestra pletórica de exuberancia y lirismo, pero en ella la leyenda no tiene una exacta ubicación quechua y el autor traduce de modo incompleto la modulación que da en su canto el kákuy. La versión de Abregú Virreira es más bien un resumen intercalado en un ensayo de carácter ante todo sociológico.

La leyenda Ima, del escritor argentino Vicente G. Quesada, ha tenido que sufrir, como otras anteriores, aunque en grado muy relativo, nuestra intervención. Quesada fue autor de unas muy sabrosas "Crónicas Potosinas", publicadas en volumen en 1890, entre las cuales figura el episodio amoroso de la joven Ima.

El relato se halla acrecentado con extensas citas de historiadores, las cuales, si bien muestran una ponderable riqueza de erudición, menoscaban la agilidad y aun la unidad de la narración. Por consiguiente, estas citas han sido omitidas.

La leyenda intitulada Puente del diablo es muy conocida en Potosí y ante todo en las provincias del departamento de este nombre. La transcriben en muy hermosas páginas Julio Lucas Jaimes y Vicente Terán, ambos escritores potosinos. Si preferimos consignar aquí una transcripción propia nuestra, es tan sólo porque abrigamos la pretensión de que ella se adapta mejor a la índole de esta antología. De lo demás, en lo príncipal se hallan concordes las tres versiones.

La leyenda del Mánchay Puitu, famosa en Bolivia y el Perú, es conocida bajo dos versiones bastante diferentes. Una misma aventura amorosa se sitúa y desarrolla de distinta manera en uno y otro país. La versión peruana, magistralmente transcrita por Ricardo Palma, escritor limeño del siglo XIX, presenta el acaecimiento en el pueblo de Yanakiwa, cerca del Cuzco. En cambio la boliviana la relata sucedida en la Villa Imperial de Potosí. Nosotros la hemos escuchado de labios de muchos ciudadanos en diversos puntos del país y la que ofrecemos en este volumen se basa principalmente en narraciones oídas a Ismael Vásquez, intelectual y político del primer tercio de nuestro siglo, y Eduardo Caba, insigne compositor potosino fallecido hace poco.

Las leyendas suscritas por Palma, Quesada y Rivas son muy conocidas, pues han circulado en publicaciones de diversa índole Particularmente las del escritor peruano, que fueron muy celebradas en su tiempo y lo son todavía en la actualidad, sus copiosas Tradiciones peruanas tienen aún editores y no les escasean, lectores. Ex cambio, las leyendas de Avila Morúa y Cabello Valboa, inclusive la de "El Museo Erudito", son conocidas únicamente en el campo de la investigación histórica y, si han recibidolos beneficios de la imprenta, sólo han circulado en un medio restringido de estudiosos. Por esta razón, ellas no han podido llegar al conocimiento y al gusto de un vasto círculo de estudiosos. En consecuencia, al haber ordenado esta pequeña antología no perseguimos otro propósito que el de difundir de modo amplio algunas de las leyendas que se conservan de los tiempos precolombinos y otras que fueron creadas por el pueblo quechua en los siglos de la colonia.