De bombines y facturas

En una apartada casa, a las afueras de un tumultuosa ciudad, nacio un buen dia una carialegre niñita, con tiempo y miles papillas crecio un poquito y hasta el momento, sigue despreocupadamente viviendo  allí.

Sus hacendosos padres la llamaban Ari, era el diminutivo de Arianne. Desde luego demasiado glamouroso, para una niña cuya mayor diversion era ladrar energicamente  a los gatos y maullar estrepitosamente a los perros; cuando al fin conseguia asustarlos con su fiera demostracion de potentes gruñidos se descosia en francas y risueñas carcajadas como solo una niña de casi 4 años sabe hacer.
Inconscientemente, como suele pasar a menudo,  sus queridos progenitores habian depositado todos sus sueños y anhelos en su hija, que por tener no tenia mas que sus humildes padres, pero eso si, muchisimos años en blanco para representar una vida coloreada de satisfaccion e intensa felicidad. Su padre y madre solo ansiaban un futuro color de rosa para Ari, para asi poder embelesarse con brillantes pinceldas rosaceas que nunca tuvieron en su monotono y tetrico gris de cadena de montaje en serie.

Justo delante de la puerta principal de la casa de ella estaba el verde buzon de plastico. Un dia, Ari  tuvo una idea y ni corta ni perezosa , con sus temperas y unos pedacitos de papel de colores, transformo el utilitario verde buzon de plastico en un gracioso marcianito verdoso  de tres pares de ojos multicolores , nariz y orejas atrompetadas, unas finas antenas que se mecian con el son de la brisa y una gran y ancha boca, que era la cavidad por donde se introducen las cartas recibidas.
Todas las mañanas antes de irse al cole saludaba a su marcianito y el la saludaba escueta pero eficazmente dandole las cartas que hubieran llegado y los buenos dias.

Aun no sabia leer y a veces, le preguntaba a su papa que era lo que significaban esas letras, dibujos feos y pequeñitos que ocupaban pequeñas partes del, para ella, gran trozo de papel; ("Carta de tu tia Olga") a secas, contestaba su padre muy rara vez y casi siempre respondia mascullando entre dientes  ("Facturas, bancos, arghh !, cosas muy aburridas solo de mayores, cariño "). No conocia a su tia Olga pero si la habia visto en fotos antiguas y las que solia enviar conjunta con sus esporadicas cartas. Siempre habia unos edificios grandes y bonitos detras de ella, frecuentemente gente de piedra o sitios con muchas flores, animales y agua, mucha agua. Sus padres nunca hablaban bien de ella, ridiculizaban su pelo, sus maneras y su manera de vestir. Sin embargo a Ari le encantaban su pelo arcoiris , con esos tirabuzones purpuras y rojizos cayendole hasta las cejas, las divertidas muecas con los ojos vueltos y la lengua sacada tocandose la punta de la nariz y sobre todo, sus zapatos de cada color, las medias a rayas horizontales, la falda con retales de otras prendas, y los jerseys de mangas tan anchas que bien pudiera cobijarse dentro de ellas una pequeña personita como era Ari.

Las cartas de facturas eran tantas y las recibian tan a menudo, que el pobre marcianito ya las aborrecia por estar hechas a maquina y tener  que tragar tantas por culpa de la mano cebadora del indiferente cartero. Pero a cambio de aguantar aquel suplicio, le llegaba de mes en mes, un manjar  hecho mano, artesanal, deliciosa y adornada con sellos de paises tan lejanos que si andaras tres dias seguidos sin parar, no llegarias siquiera al mas cercano de ellos.

Una mañana una carta-factura , pegada a la mano de un hombre con bombin, pego a la puerta y hablo durante un tiempo exasperantemente largo con el padre de Ari, solo cinco minutos, en un tono de voz monocorde, como si hubiera dicho lo mismo dia tras dia de su vida. El malhumorado papa cerro la puerta bruscamente en la bulbosa nariz del hombre del bombin, se escucho un (¡ay!) pero el hombre aguanto estoicamente, no se movio y siguio esperando en la puerta. Al dia siguiente otro hombre con bombin repitio la operacion, esta vez enseño una targeta y se repitio la misma situacion, otro portazo, (¡ay!) y ahora habia dos hombres con bombin. Un dia despues, otro hombre, esta vez con frac y el sempiterno bombin, una corta e insultante parla, un tipico (¡ay!) y ya eran tres hombres con bombin. Ari empezo a interesarse por ellos, primero con ojos inquisidores y picaros, luego con burla y al final los considero compañeros de juego. A la mañana sigu iente llego otro hombre con bombin adherido a otra voluminosa factura con numeros grandes, legibles y rojos, luego un ¡ay! y estaban cuatro hombres-bombin en el correillo de juegos particular de Ari.

Pasaban los dias y otros hombres con bombin se quedaban en la puerta con la nariz dolorida y una inconmensurable paciencia. Cinco, seis, siete, ocho ... ¡quince! una quincena de compañeros de juegos, Ari nunca habia tenido muchos juguetes, a decir verdad, solo un oso de peluche, ahora tuerto y cojo de una pierna y para remendarlo como se le ocurrio meter un caramelo de (toffee) bien relamido para dejarlo redondo y poder dejarlo en la cuenca de gomaespuma y una alcachofa coloreada como pata de palo de este osito maltratado por niñas muy inquietas y curiosas. Las otras tenian a sus flamantes (Barbies), altas, rubias, esbeltas y paradigma de la mujer perfecta. Ella tenia a sus hombres-bombin, bajos, casi enanos algunos, calvos, casposos seborreicos, hasta canosos con pelillos blancos en las orejas, rechonchos y abultados en el vientre por elasticos y gruesos muichelines y ella dudaba mucho que cualquier hombre normal aspirara a ser alguna vez en su vida todo un hombre con bombin. A pesar de todo les caian bien.

Les hacia cosquillas en las orejas con el plumero para ver si reian estos hieraticos personajes, saltaba sobre sus voluminosas panzas para tocar el techo del descansillo, les tiraba del bigote para hacerles poner muecas que nunca en su vida habia visto en nadie que tuviera mas de siete juiciosos años y le gustaba muchisimo apagar las luces del pasillo y soplarles detras de la nuca para que tuvieran escalofrios y se asustaran como bebes ante los aspavientos de los pintarrajeados payasos del circo (¡ y algunos salian corriendo escaleras abajo!) Se habia acostumbrado a ellos y ya no queria que se marchasen nunca, eran realmente divertidos.

Un dia cualquiera el marcianito recibio una carta muy especial, todo un delicatessen para el, era de su tia Olga. No la leyo, no sabia como hacerlo. Asi que se la dio a su ultimamente siempre encolerizado padre. Se le pusieron los ojos como platos y solto un gritito apagado de alegria contenida, no lo comprendia siempre le cayo bastante mal la estrafalaria tita Olga.

A la mañana siguiente Ari no paro de hacer pucheros con sus angelicales ojos vidriados por las lagrimas, sollozo y se enjugo las lagrimas. No se explicaba lo que habia pasado. Los hombres-bombin se habian marchado. ( Alguien habia pagado todas las facturas .)

 

Miky Bozano  (Koden).   http://projectkoden.blogspot.com/


 

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