NACIMIENTO A LA LECTURA

Le gustaba presentarse como escritor.

Aunque luego dudaba si darse ese lugar.

Pero quien define la condicion de escritor sino el acto de la escritura vivido como necesidad cotidiana?

El se preguntaba si el hecho de no haber publicado nunca le daba derecho como para identificarse de ese modo.

Solía escribir para divertir a los amigos.

De las bromas amistosas a las posteriores bromas epistolares, no hubo necesidad de muchos cambios.

Salvo el que le cambió la vida.

Entre su primer nacimiento, el biológico podríamos decir, hubo pequeños/grandes nacimientos.

El nacimiento a la lectura estuvo dado tempranamente.

Y marcado por el deseo de esa maestra que El veía tan apasionada y a la vez inmensa ante su mirada de niño diminuto y frágil.

Esa actitud de distraída ante la presencia infantil, le permitía acercarse sin sentir que quedaría atrapado.

El unico objetivo que El creía tener era apoderarse del diario o circunstancial libro que la Sra..Letizia dejaba displicentemente sobre el banco a su lado.

Lo que El no podía reconocer en esos apenas cuatro años era que de lo que se apoderaba era del deseo que a lo largo de la vida se iría desplazando en variados "libros/objetos" privilegiando en sus elecciones la literatura de acción.

No comprendía que magia se encontraba en esos signos aun extraños para El, que unían a su padre y la maestra en largas conversaciones inquietantes, de las que quedaba excluida su madre.

Sentía por esa mujer admiración y a la vez un dejo de odio.

Poseía un arma invisible que atrapaba con su mirada esos signos y los transformaba en mágicas palabras que seducían a los que la rodeaban.

Esa transformación invisible produjo tantos efectos que muchas veces en su vida se preguntó si esa mujer ya mayor no era su madre....

Quizá era el deseo infantil que lo fuera.

Lo que no pudo negar es que fue su primer amor, luego del que aun sentía indiscutiblemente por su madre.

Apenas la Sra..Letizia se ubicaba en la mesa cerca a la ventana de donde se veía en toda su magnitud Monviso y abría ante su vista las hojas de papel, el impulso del niño de arrimarse a ella era irrefrenable.

Intentaba ayudar a su padre en atender esa mesa, llevando el pan, o algún otro elemento que no pusiese en peligro la integridad de la escasa vajilla que tenían sus padres en esa hostería sencilla, de la cual la maestra era comensal cotidiana.

Mientras su madre permanecía en la cocina, haciendo los platos del menú preestablecido para toda la semana, el padre atendía las escasas mesas con parroquianos casi abonados al lugar.

La aparición de algún extraño llenaba de inquietud no solo a la familia, sino a los habituales comensales.

Aquel día, ante la entrada de una niñita rubia de la mano del que podría ser su hermano por el parecido físico, quedaría como recuerdo imborrable el resto de su vida.

Ella apareció con su silueta recortada en el marco de la puerta de entrada.

El, en ese preciso momento salía de la cocina llevando un vaso con vino tinto, que le habia suplicado a su padre portar a la mesa de la maestra.

Al ver a la niña, la cara de El se sonrojo de tal modo, que no se diferenciaba casi de la tonalidad que emergía del vaso.

Casi llegando a la mesa de su gran amor, tropezó y derramó el vaso sobre el libro que la Sra..Letizia leía apasionadamente.

Sus largos deditos intentaron, estirando el borde de su camisita, absorber la bebida derramada, mientras derramaba a la vez, las primeras lagrimas de vergüenza ante la niñita y la maestra y ante el temor del seguro castigo por parte de su padre.

La maestra sacó rápidamente un blanco pañuelo perfumado y lo posó suavemente sobre las hojas rojizas del libro abierto.

Lo tranquilizó, lo subió a su falda y por primera vez en esos tres meses, abandonó esa aparente indiferencia y comenzó a leerle "La isla del tesoro".

La niñita se separó de su hermano y con una sonrisa se arrimó [avvicinó] extasiada ante la voz de la Sra.Letizia que leía con una dulzura y a la vez una firmeza, que impidieron que el padre del niño y el hermano de la niñita rubia, separaran aquellos tres cuerpos abrazados por la magia de las palabras del primer libro que tuvo Bruno.

Stevenson, con su mancha en la pagina 19 y sus tesoros, signaría muchos aspectos posteriores de su vida.

El pequeño gran nacimiento a la lectura se habia producido sin dolor y con una profunda ternura.

Z.S. Rosario-Ar, estate 1999

 

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