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LA
MEDIACION COMO POSIBILIDAD DE PARTICIPACION EN LAS DEMOCRACIAS.
HILDA TERESA MARTINO
JUAN PEDRO CATELEN
ABSTRACT
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Country:
Argentina
Language:
Spanish
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La globalización que caracteriza a esta época ha abarcado tanto a democracias
avanzadas como a las incipientes, estás últimas con un fuerte carácter
dominante del Estado, quien al asumir el rol que le es dado, fortalece
el ámbito de la resolución de los conflictos que ejercita a través de
los distintos poderes, y en particular por el poder judicial - con su
estructura netamente adversarial-.Este rol del Estado, que nace por delegación
histórica de los pueblos, tiene como factor concomitante, la adecuación
sistemática de las democracias de un fuerte y marcado tono "representativo".
Esta representatividad se dá siempre en desmedro de la participación pues,
imbuidas de aquella marcada "delegación"que el conjunto concede al Estado
, estas democracias carecen de la red de vasos comunicantes y de interacción
- canales de participación-que caracterizan a las democracias avanzadas,
en las cuales, es propio notar la intensa participación de los conjuntos
humanos e institucionales.Esta aparente antinomia: "democracia representativa
vs. democracia participativa", permite avizorar la utilización de espacios
que generen el traspaso de uno a otro término de la relación, integrándolas
de manera armónica, sin desechar las bondades de cada una, generando así
una suerte de democracia representativa con fuerte contenido participativo.
La
mediación como modo- entre otros- de pacificación social, importa la posibilidad
cierta de configurar esa incidencia de transformación, lo que significa
en sí mismo un cambio cualitativo.De la misma manera que se intenta en
el proceso de mediación devolver la resolución del conflicto a sus verdaderos
protagonistas, los pueblos deben recuperar parte del poder delegado al
Estado y participar con él en la resolución de sus conflictos, lo que
significa un mayor grado de civilidad. Las virtudes de la mediación para
resolver la conflictiva social permite consensuar los discensos propios
de todo grupo, transformando y superando la mera representatividad en
auténtica participación.
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Index
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La globalización
La pacificación
Democracia ...
Reprecentación
Participación
Notas
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LA GLOBALIZACIÓN
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"No existe la justicia en abstracto. No es más que
el acuerdo entre los hombres
de que en sus distintas relaciones mutuas no ofenderán ni serán ofendidos".
- EPICURO - Doctrinas Principales
La expansión de la cultura y de la práctica
de la mediación por todos los lugares del mundo aparece directamente
vinculada al proceso de globalización que nos abarca. Globalización
y expansión de la práctica de la mediación parecen
ser aspectos del mismo cambio paradigmático.
Este fenómeno, la globalización, reconoce bajo su paragua
abarcador una realidad que a la vez que abarcada se fragmenta, dejando
expuestos e interactuando a sus elementos más singulares. Así,
es posible observar en las democracias contemporáneas la generación
de excesivos individualismos que constituyen su mayor vulnerabilidad (1).
Ya no acudimos a fenómenos de masas sino a fenómenos plurales
de isocomportamiento: por debajo de aquél paragua -como dijimos-
se perciben cambios enteros de clases sociales que transitan desde el
poder económico a la pobreza, de la inclusión a la exclusión.
Esto permite visualizar un cambio de la morfología conflictual
colectiva e individual. La era informática traspasando y vulnerando
las fronteras culturales produce, por su accesibilidad, la globalización
de la cultura y con ello de los conflictos.
La globalización coexiste con lo que Fukuyama ha dado en llamar
la ruptura del orden social. Esta, "la gran ruptura", tiene
un aspecto positivo, pues al decir del autor "...el orden social,
una vez roto, tiende a reconstituirse, y existen señales de que
esto es precisamente lo que está ocurriendo en la actualidad".
Tenemos fundados motivos para sospechar que es precisamente en este proceso
de reconstrucción que la mediación puede tener un papel
protagónico.
Sin pretender ingresar a otras formas de organización política
de los pueblos y siendo el motivo de este trabajo el análisis -
desde y en las democracias- de estas técnicas de resolución,
es dable advertir que la globalización abarca tanto a democracias
avanzadas como a las incipientes y que en ese ámbito generalizar
resulta de muy diferente incidencia según sean unas u otras las
analizadas.
La nota distintiva que encontramos, como dato ineludible, resulta ser
el neto carácter representativo que tienen las democracias jóvenes,
a diferencia del carácter participativo que reconocen las democracias
avanzadas. Hoy sabemos que, esto se debe a variadas y complejas razones,
mientras la democracia norteamericana reconoce una herencia de marcado
individualismo de vital dinamismo asociativo y progresista, las democracias
latinoamericanas herederas de la tradición hispánica tienen
un marcado rasgo de dependencia de instituciones grandes y centralizadas
como el Estado y la Iglesia, en desmedro de la participación de
la sociedad civil.(1)
En aquellas -las democracias participativas- luego de un largo proceso,
han generado espacios de expresión institucional y no institucional
o mejor dicho, esas instituciones han sabido actuar e interactuar de manera
tal de crear dichos espacios de actuación y participación.
Ya no se concibe - en las democracias de primer orden- al Estado como
único depositario de los mecanismos de resolución de los
conflictos. Las instituciones y entidades intermedias han tomado para
sí la responsabilidad y la tarea de asumir con mayor eficacia y
resultado aquellas mecánicas de resolución, dejando en manos
del Estado cada vez más los mecanismos residuales.
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LA PACIFICACIÓN
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Cualquier planteo y análisis que formulemos en el ámbito de
la Resolución de los Conflictos tiene como aspiración teleológica
a la pacificación.
Si desarrolláramos una ecuación que reconociera como términos
al individuo y al conflicto, la solución al dilema pasaría
inevitablemente por la responsabilidad de aquél de asumirlo, en tanto
que, tal asunción implica maduración y crecimiento; si la
ecuación se instala y es comprensiva de un pueblo, los términos
de esa ecuación, que se hallaría en las expresiones pueblo-conflicto,
necesariamente reconocería como aspiración la paz social.
Si consideráramos junto con William Ury que el grado de civilización
de una sociedad no se mide por la mayor o menor cantidad de conflictos que
posea sino por el modo en que estos se resuelven, hallaríamos notables
diferencias según analizáramos a las democracias avanzadas
o las incipientes.
Nos animamos a agregar a la propuesta que "tal diferencia se percibe,
según el grado de participación que informa a la democracia
en examen". En cualquier caso, sea que analicemos las democracias avanzadas
o no avanzadas la nota común será la paz social.
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DEMOCRACIA
...Y la libertad ha estallado.
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Hemos venido hablando en este trabajo de democracias
avanzadas, de democracias incipientes, de democracias representativas
o de democracias participativas.
Si bien nos parece inviable la implementación de una democracia
directa, también alcanzamos a visualizar que la democracia meramente
representativa no da las respuestas que requiere el advenimiento de los
nuevos tiempos.
Siguiendo con las citas que venimos realizando de Fukuyama, asistimos,
con el advenimiento de la era informática a un fenómeno
que traspasa las fronteras y de mano de la globalización abarca
todo el planeta en una suerte de incontenible manifestación anárquica.
En este contexto el autor señala que " una sociedad estructurada
en torno de la informática tiende a producir una mayor cantidad
de los dos valores que el hombre más aprecia en la democracia moderna:
la libertad y la igualdad...". "La libertad de elegir ha estallado"
nos anuncia el analista. Resulta imposible en este contexto creer que
se puede conciliar la democracia meramente representativa y esta explosión
que irrumpe en la trama política, cultural, económica, de
los pueblos penetrando sus ámbitos territoriales con caudales de
información.
La rapidez en el contacto, la trama generalizada tejida en torno a Internet,
los cambios e intercambios generados en una dinámica generalizadora
han puesto en jaque a las democracias que transitan a la vera de la mera
representatividad. Los gobiernos por organizados que sean no alcanzan
a asimilar la cantidad de información que recibe el individuo.
Por otro lado,la sociedad civil pugna por aportar su opinión, por
contribuir, por compartir y protagonizar; la solidaridad y la cooperación
tienden a instalarse, no ya como contenidos morales sino como ámbitos
pragmáticos. Allí la importancia de los canales de participación.
Resulta inconcebible -repetimos- que el Estado pueda con todo, que desde
una actitud paternalista pretenda abarcar la problemática toda
que se renueva a cada instante. El desafío para las democracias
modernas se presenta ante la necesidad de compartir los procesos de realización,
de generar una infinidad de vasos comunicantes que las libere de la carga
imposible de sobrellevar que implica este incesante proceso que tiende
a la saturación.
La reestructuración del orden social no puede
pretender ser establecido por vía de imposición de superestructuras,
como el Estado, porque en esta era ya rige el nuevo paradigma omniconmprensivo
de la evolución: la autoorganización (2).
Creemos que la mediación -familiar, empresarial, en las organizaciones,
ambiental, comunitaria, etc.- es el modo participativo por excelencia
en la resolución de los conflictos y vehículo adecuado del
nuevo paradigma.
"Siempre se ha pensado en soluciones únicas y excluyentes.
Hoy se reconoce sin embargo que los sistemas pueden dar diferente clase
de respuesta a una situación dada..."(2)
Coherente con esta diversidad de soluciones asistimos hoy a la necesidad
de acompañar -en las democracias- a los gobiernos en la diversidad
de problemáticas que les estaba dado administrar y solucionar en
forma excluyente.
En cuanto a la escala mundial compartimos con W. Ury que "...la cooperación
se está convirtiendo en la clave de la supervivencia humana. Retos
tales como la protección del ambiente y la estructuración
de una economía próspera solamente se pueden abordar mediante
la cooperación entre naciones competidoras. La guerra se está
convirtiendo, cada vez más, en una manera costosa e inconcluyente
de manejar los conflictos graves. En la era del armamento desvastador,
hasta los más encarnizados enemigos deben aprender a trabajar conjuntamente
a fin de sobrevivir. La cooperación no significa el fin de la competición.
No eliminaremos nuestras diferencias -ni debemos eliminarlas-, pero podemos
enfrentarlas más constructivamente."(3)
Los RAD como métodos que ponderan la cooperación y la colaboración
como caminos para la solución de los problemas, son formas adecuadas
para instalarse en las democracias generando el consenso necesario -lo
que no importa unanimidad- para perdurar.
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REPRESENTACIÓN
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La representación, que fuera panacea de la democracia, necesita
un salto cualitativo para abandonar su viejo traje impoluto y sinonímico
de democracia para ingresar en el concepto y en la democracia misma que
exige el tercer milenio.
Si bien en un primer momento histórico, la representatividad dió
respuesta adecuada a las necesidades del conjunto, el cambio de paradigma
tornó ineficaz a aquella capacidad; contemporáneamente la
civilidad autogeneró aquellos campos de respuesta.
La delegación en el Estado -a través de los representantes-
de las funciones organizadoras, correctoras y fiscalizadoras de la convivencia
evidenciaron la posibilidad cierta de propender a la pacificación
social. La trama Russoniana daba adecuada respuesta para una sociedad
incipiente que hallaba en la representación de los intereses colectivos
su más clara expresión.
Pero esta trama social se fue complejizando y ajustando a tal punto en
la expresión evolutiva de los intereses sectoriales e individuales
que las democracias modernas no pudieron, sino por agiornamiento de sus
mecanismos de expresión, superar aquel régimen virtualmente
perfecto. La representación ya no daba respuesta a los nuevas formas
de dinámica social, los tiempos se acortaban, las transformaciones
eran cada vez más súbitas y profundas, el paso de la sociedad
industrial a la sociedad posindustrial o informática importaban
cambios cualitativos que tornaron ineficaces e insuficientes a la democracias
meramentes representativas. En este contexto, sólo una participación
oportuna y constante podía canalizar las múltiples transformaciones
en las democracias más avanzadas. Las sociedades no podían
asimilar como único canal de participación a los actos eleccionarios
y estos a su vez no podían ser los únicos mecanismos de
pacificación. Las instituciones y organismos intermedios, las organizaciones
gubernamentales y no gubernamentales y el propio individuo, irrumpen en
el Estado moderno generando una y otra vez vías de acceso y participación,
canales de gestión, ámbitos opinión. El Estado no
puede abarcar en su versión monopolizadora la conflictiva social;
la dinámica social tiende a tomar para sí este ámbito
huérfano de actividad estadual. La administración de Justicia
por parte del Estado resulta insuficiente como factor armonizador y pacificador,
razón por la cual la sociedad halla métodos complementarios
que sin desplazarla coexisten con ella.
Estos canales se habilitan, en las democracias avanzadas, primero en forma
espontánea y anárquica para luego institucionalizarse. En
cualquier caso estas vías dinámicas de participación
no son sino la expresión necesaria de una prioridad: perdurar.
De la misma manera que en lo individual -en el ámbito del conflicto-,
las sociedades asumen la trama de su conflictiva, sustituyendo y co-elaborando
con el Estado moderno las soluciones a los desafíos que atentan
con la armonía del conjunto y del individuo.
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PARTICIPACIÓN.
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Creemos que en las democracias avanzadas para que el Estado pueda expresarse
válida, adecuada y totalmente sobre todas y cada una de los desafíos
que se instalan a la vera de una tecnología renovada al infinito,
de cambios cualitativos que se adscriben a proporcionales transformaciones
conceptuales y científicas es imprescindible la participación.
Desde el aspecto organizacional hasta el dinámico-funcional, el Estado
no puede con una dinámica de los acontecimientos que tiende una y
otra vez a rebasarlo. En ese contexto el individuo se expresa y halla respuesta
a través de la participación. Esta participación nace
en una primera instancia como forma de llegar y exitar los mecanismos estaduales
y como resabio del paternalismo ejercido por la mega estructura, pero se
transforma luego en las democracias más vanzadas, creando un sistema
interactuante que, en algunos casos ni siquiera supone la intervención
mínima del Estado.
Precisamente es en este ámbito, en que los RAD se insertan -entre
otros componentes participativos- dando respuesta efectiva, práctica
y eficiente a la conflictiva individual que, por ser materia que a todos
afecta termina por ser asunto concerniente a la sociedad toda.
Las democracias incipientes conviven aún con el fuerte carácter
dominante del Estado, el que cada vez más denota insuficiencia, a
través de su mecanismo tradicional de resolución de conflictos,
toda vez que sus ámbitos se ven más saturados y próximos
a caer en ineficiencia y caducidad .
Sólo las democracias que permeabilicen su trama en orden a favorecer
la generación de canales participativos podrán evolucionar
y crecer .
Creemos, porque así lo demuestran las culturas que han instalado
la mediación como modo de resolver sus conflictos, que ella es eficaz
y por lo tanto conveniente y que, su instalación en las democracias
modernas importa definitivamente la generación de canales de participación,
no como métodos sustitutivos de la administración de justicia
-como vulgar y corrientemente se teme -en nuestras jóvenes y frágiles
democracias- sino como vías genuinas y aptas de participar en la
problemática general, comprensiva del Estado, no ya como el factor
rector sino como uno más de los referentes conflictuales.
La posibilidad cierta de que los individuos accedan, por la mediación,
a la solución de la conflictiva que los comprende y afecta resulta
ser indiciaria de que configura un genuino canal de participación.
Hilda Teresa Martino
Juan Pedro Catelén
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(1) Fukuyama Francis, "La Gran Ruptura" -Ed. Atlántida
Año 1999.-
(2) Baumgartner Antonia Nemeth, "Macrometanoia" -Ed-Sudamericana
1994.
(3) Ury William, "Supere el no"-Ed. Norma -1993.
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