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El proceso de formación es un proceso de co-formación, de
una relación lo más horizontal posible no obstante la asimetría
innegable en la relación que existe entre el formador y el sujeto
en formación. Tal asimetría tenderá a desaparecer en
la medida en que este último va aprendiendo. La formación
del formador consiste en la actualización de los formadores en ejercicio
-formadores de base-; se trata de una formación de capacitación
social, comunitaria, institucional, grupal, ética -entre otras- dentro
de un plan de educación permanente para adultos (M. Souto).
Es importante recordar que se debe atender a las singularidades de cada
individuo, dada la unicidad de los mismos (Ch.Taylor). Se auspicia que esta
nueva pedagogía traiga como consecuencia, un aprendizaje en grupo
que sea significativo, placentero -no obstante "la desigualdad social"
(G. Mendel)- entre formado y docente, incluyendo al conocimiento como elemento
de poder del docente.
Debemos aprender que la reflexión es una característica
definitoria de la acción humana; de lo distinta que es la reflexiva
y extendida apropiación del conocimiento -gracias al desanclaje
que traslada a las relaciones sociales- para llevarnos a la característica
de la modernidad: la inclusión de la reflexión sobre la
naturaleza de la misma reflexión (A. Giddens).
También debemos sugerir a los formados el ejercicio de observar
en qué piensan; en que piensen en lo que observan mientras lo realizan,
en que reflexionen acerca de si lo harían ellos igual o de manera
diversa, y porqué y cómo.
Hacer una lectura más abarcativa, con una mirada macro, parafraseando
a A. Giddens-, del reflexivo ordenamiento y reordenamiento de las relaciones
sociales, dadas las continuas incorporaciones de conocimiento que afectan
las acciones de los individuos y de los grupos.
Es interesante el proceso de desanclaje narrado por el mismo autor -operación
moderna que da lugar a la fractura, al corte de conexiones que existen
entre la actividad social y su anclaje- y cómo se desvinculan las
instituciones, hecho del cual provienen las oportunidades de cambio, al
liberarlas de sus restricciones, y que permite la reorganización
social sin limitación témporo-espacial. Agregando a ello
la posibilidad, para las instituciones, de aunar lo local con lo global,
-con la enorme influencia que conlleva-, respetando a la identidad cultural
en los diseños pedagógicos, atendiendo a las particularidades
locales, no trasplantando modelos sino adaptándolos en función
de sus identidades, haciendo gala de gran creatividad para implementar
los modelos foráneos adecuándolos a la realidad local.
"La mediación es una praxis, una conjunción de lo teórico
con la práctica, no es ninguno de los campos aisladamente (campos
de prácticas -reflexivas estas últimas), no sólo
dirigidas hacia uno mismo, con toma de conciencia de los modelos, ya que
éstos tendrán gran influencia en el que aprende; con las
representaciones, o sea internándonos en cómo ellos aprendieron;
sino también hacia la sociedad, las ideologías, las políticas
y los valores -de conocimiento y de investigación.
Es de importancia incentivar la toma de conciencia de lo político
y de lo ideológico en las instituciones, ya que tanto lo uno como
lo otro están presentes en los cursos, planes o proyectos que se
implementen en las mismas, ya que situaciones de formación se realizan
dentro de un contexto institucional que responde a ideologías y
de las que son portadoras.
En una magnífica síntesis "el formador debería
reunir capacidades para saber, saber-hacer y ser" (M. Souto).
Éste debería ser el ideal de todo mediador: tener el soporte
teórico, tener el entrenamiento en el conjunto de técnicas,
conocer las herramientas necesarias para llevar a la práctica lo
teórico con eficacia y eficiencia; poseer competencias especiales
como el análisis y meta-análisis de las situaciones en las
que esté involucrado. Debería, asimismo, operar con hipótesis
y estrategias, ser creativo para lograr opciones, tener capacidad para
evaluar y autoevaluarse y, por último, ejercer la mediación
éticamente, conociéndose a sí mismo, siendo flexible,
colaborativo, coherente, autónomo, elaborando las emociones, comprometiéndose
y autocriticándose.
Cuando formamos debemos tener presente cómo los sujetos en formación
adquirieron el conocimiento en sus aspectos emocionales, ideológicos,
cognitivos y lógicos; también sus representaciones, o sea
cómo ellos aprendieron, a su vez.
Considerar a los otros como iguales y diferentes al mismo tiempo. "En
la formación de formadores en mediación, hacerlo con un
sentido éticamente relevante, considerando a la formación
en mediación como un conjunto de prácticas de reflexión,
de diseño, de actuaciones pedagógicas y orientada a valores;
tácticas de formación en las que se participa en cualquiera
de los roles de la pareja pedagógica" (J.Casas).
Reflexionar acerca de si se respeta o viola el reconocimiento de la igualdad
en la diferencia y pedir creatividad para imaginar, concretamente, la
implementación del tema en las políticas de admisión
en la carrera de mediación.
La ética, en mediación, aplicada a sus tres principios
fundamentales -confidencialidad, voluntariedad e imparcialidad- es de
capital importancia. Debemos comprometernos con la imparcialidad. Asimismo,
en la práctica de formación de mediadores es importante
reflexionar sobre la imparcialidad en el diseño pedagógico
de las prácticas.
Concretamente, y en pos de construir una competencia homogénea
de los mediadores, se trata un tema que preocupa: si hay que desarraigar
modalidades particulares a la hora de mediar -interferencias de las profesiones
de base. Se llega a la conclusión que la heterogeneidad en las
profesiones de base enriquece la competencia profesional.
Reflexionar sobre los modos en que se ha vulnerado la identidad profesional
o se ha discriminado en función de la profesión de base.
El reconocimiento es un arma muy poderosa y efectiva en mediación
(Ch.Taylor), sobre todo para lograr equilibrios de poder: la relación
entre reconocimiento e identidad. Ésta última se moldea
en base al reconocimiento o por la falta de éste (asimismo por
el falso reconocimiento de otros), infiriendo que se trata de una necesidad
humana vital.
El "quién somos y de dónde venimos" depende en
parte de nuestro diálogo con los demás, de cómo nos
relacionamos con los otros (Ch. Taylor).
Se debería evolucionar de la política igualitaria a la
de la diferencia: reconocer la identidad única de cada uno de los
individuos, con sus singularidades; de los grupos o culturas, cada uno
de ellos es distinto a todos los demás. Es el tránsito del
honor a la dignidad. Este reconocimiento es un reconocimiento a la especificidad,
o sea de aquello peculiar que tenemos cada uno de nosotros fundado en
el potencial de definir nuestra identidad. De esta diferencia debe surgir
la no discriminación. No es ética la desviación de
la política de la diferencia a la discriminación inversa.
El respeto por todas las culturas debe llevar a un proceso revisionista
que propenda a la reforma de las leyes, y que permita diseñar programas
o proyectos multiculturales. Ciertas discriminaciones en algunos ámbitos
-trato no tan considerado, quasi autoritario o peyorativo - a raíz
del color de la piel, del lenguaje o de la calidad de la vestimenta de
las personas, no dándoseles la oportunidad de
expresar, a veces, sus inteligentes ideas.
Esto es también "un quiebre de la moral" (J. Filloux),
o sea un actuar contra las reglas morales o jurídicas que existen
o debieran existir en una sociedad; no violar la libertad del hombre,
el respeto por sus derechos, que conlleve una igualdad de oportunidades;
un derecho a la educación. Un derecho -en una dialéctica-
tanto del docente a enseñar, como del alumno a aprender.
La coherencia, la no contradicción cuando se hace docencia, erradicando
los vicios de ésta y "conservando el oro de lo posible"
para trasladarnos al concepto de "la educabilidad cognitiva"
que es aquélla donde hay una toma de conciencia, un deseo de ética
(J. Filloux).
Un pensamiento moral; ética llevada a la práctica -en mediación:
transparencia, buena fe, compromiso, responsabilidad, colaboración
y solidaridad.
Para propagar ese deseo de ética, hacer una reflexión, preguntarnos
en primer lugar si en nosotros mismos no hay violencia, si toleramos -por
ejemplo- las diferencias culturales, si nosotros, formadores, no propiciamos
alguna forma de violencia como antítesis de lo que desde nuestro
lugar deberíamos hacer: construir (J. Filloux).
Reconocer en la experiencia docente transacciones de reconocimiento en
prácticas con atribuciones recíprocas de valor, de reconocimiento
mutuo (la teoría a posteriori de la práctica). A la formación,
a la relación formativa como un campo de prácticas que contribuye
a la transformación de identidad.
Tener conocimiento y experimentar los fenómenos que se producen
en la formación grupal: la cohesión, los conflictos, su
moral, el liderazgo, los roles, la comunicación, las normas (M.
Souto).
Observarnos como una totalidad, con propiedades distintas a cada una de
las individualidades que la conformamos.
Vemos al grupo dentro de un contexto como un todo dinámico, con
los atravesamientos sociales, ideológicos e institucionales que
le son propios.
Los grupos son como nudos. Nudos teóricos "constituidos por
múltiples hilos de unidades disciplinares que se enlazan en el
pensar lo grupal" (A. M. Fernández).
La formación "es la dinámica de un desarrollo personal
(...).
Para lograr esa formación es necesario participar de espacios y
tiempos de formación que faciliten esa reflexión a través
de otros mediadores" (G. Ferry).
Se trata de un desarrollo personal que busca la mejor forma para el ejercicio
de una práctica profesional, pero siempre desde la persona "(...)
no como adquisición. La formación no se recibe, se busca
en un proceso activo que requiere la mediación de los otros"
(G. Ferry).
En un caso ponemos el acento en la hetero-formación, en el otro
en la auto-formación.
La formación es un proceso social de desarrollo personal, de transformación,
donde las relaciones que el sujeto en formación establece son fundamentales.
La dinámica de desarrollo personal facilita el retorno sobre sí
mismo, la reflexión, las relaciones interpersonales de comunicación,
de poder, de control, de saber; las representaciones mutuas, el reflejo
de unos en otros, la cooperación, la competencia para la realización
del trabajo en común. No son extrañas a la formación
ni la institución ni el ambiente de formación.
"La formación provoca una movilización, en los sujetos
en formación, de sus pulsiones, deseos e identificaciones. Trabaja
sobre el presente y en los grupos sobre la interacción de inconscientes
individuales" (M. Souto).
Queda a los sujetos en formación, reflexionando, enlazar al grupo
con la formación y el grupo de formación, dado que en los
grupos de formación somos adultos con distintas experiencias, con
conocimientos sobre un tipo de práctica o sobre un determinado
rol.
La asimetría entre formador y formado, sujetos adultos, es transitoria
y hasta ocasional. Luego se establece una mayor horizontalidad, no se
trata de conocimientos sino de saber-hacer; no debemos cambiar los conocimientos
previos, sino adquirir capacidades aptas para los nuevos desempeños
en un proceso de transformación.
La formación no es solamente un campo de prácticas, sino
además una reflexión sobre las mismas -un análisis
posterior dentro del grupo. La misma se dirige al formado tanto en su
desarrollo personal como social incluyendo sus funciones específicas.
La formación propende a la autonomía psíquica y social
del sujeto; conlleva una toma de conciencia de sus actos; la reflexión,
la representación en aquél, de la realidad propia y ajena.
La reflexión mencionada debe ser también sobre los valores
y sobre la conducta ética del sujeto en el contexto social en el
que se desenvuelve; y también sobre las políticas e instituciones,
llegando el grupo -de ser necesario- a generar espacios contra-institucionales,
con toma de conciencia socio-política para los sujetos que lo integran,
no generando resistencias o tensiones (resistencia versus producción).
"El grupo de formación puede ser visto desde múltiples
dimensiones, como una posibilidad de desarrollo dentro del campo de lo
grupal; como cruces y anudamientos entre miembros singulares con finalidades
comunes; como entrecruzamiento de múltiples dimensiones; como un
proceso dialéctico, una praxis en movimiento, con sus luchas y
tensiones entre los deseos individuales, las formaciones grupales y las
demandas institucionales"(M. Souto)
Y, sobre todo, como un trayecto compartido que da lugar a que cada uno
de sus integrantes realice su propia trayectoria de formación en
virtud de su proyecto profesional -diversidad versus uniformidad.
Cada grupo de formación es, por múltiples razones, un proceso
singular que requiere la utilización de diversas técnicas
de facilitación, de elucidación de los mecanismos defensivos
que provocan resistencia y obstáculo para el desarrollo de los
procesos formativos y las técnicas de producción.
"Un coordinador de grupo debe mostrar los procesos grupales e individuales
en relación con la formación utilizando las técnicas
de reflejo, de relevo, de repregunta, de síntesis" (M. Souto).
"En el coordinador el eje de su actuación está, no
en su comprensión sino en la percepción de líneas
que se van trazando a partir del diálogo (...). El cuerpo del coordinador
debiera dejarse atravesar sin resistencia por estas líneas; redes
sin sentido (...). Si el coordinador ofrece resistencia, no hay creatividad,
ésta exige tolerancia, para permitir el ser creador (...). Permitir
el mayor registro de conexiones grupales posibles(...). Cero de intensidad,
máxima ambiguedad. A mayor experiencia del coordinador, mayor posibilidad
de desaparición anónima. A menor experiencia, mayor rostridad,
menor posibilidad de desaparición (...). A mayor conocimiento técnico,
mejor posibilidad de la desaparición de las técnicas, que
no se perciben, que no están presenciales en el número de
rostridad o máxima experiencia del coordinador" (E. Pavlovsky).
El grupo de formación "no es, siempre está siendo (...)
es formación en constante cambio (...) (M. Souto).
El trabajo en grupos es considerado un medio especialmente productivo
para la formación de adultos, ya que ofrece "la posibilidad
de una expresión individual de aspiraciones y dificultades y el
basamento de la cooperación con los otros sujetos en formación"
(G. Ferry).
"El grupo se sitúa en la red de relaciones interindividuales
e institucionales" (M. Souto).
El grupo de formación tiene por finalidad el desarrollo de la persona
adulta en lo que respecta a su profesión.
Se debe hacer un análisis indispensable en su evaluación:
por qué evaluar, qué evaluar y cómo evaluar. "En
una acción de ejercitación de su autonomía, el sujeto
en formación debe autoevaluarse, para que la evaluación
cumpla su función transformativa -de capacidades-, para que sea
formación, ya que al formar contribuimos a producir identidad y
a producir sociedad" (J. Barbier)
Se puede relacionar la problemática de la identidad con la de la
evaluación..
Evaluación de las transferencias, ya que el formado va a utilizar
lo que aprendió en la formación.
Y para los formadores de mediadores, -formadores de base- que ejerciten
una práctica social, que hayan logrado la evolución que
les permita brindar una ayuda en forma de asistencia pedagógica
a otros formadores, sean formadores ocasionales, formadores profesionales,
profesores con certificación docente, personas con capacitación
pedagógica previa o líderes naturales de una comunidad,
como personas libres, autónomas, también un tiempo de reflexión
para la autoevaluación, con la consiguiente problematización
de la propia práctica. Existe una polifuncionalidad de las prácticas
de evaluación; una es la declarada y otra la real. Debemos reconocer
los aspectos cognitivos y afectivos de la evaluación; la mediación
que existe entre éstos últimos y la operatoria de la evaluación
que propicia la transformación.
Debiera utilizarse de manera integrada la heteroevaluación -con
los aportes del docente- con la autoevaluación, porque propende
a la autogestión -reflexiva- del aprendizaje, con la verdadera
tarea de investigación por parte del alumno. Esto último
opera como una diálectica con la tarea docente de observación,
elaboración e interpretación.
Siguiendo el modelo pedagógico centrado en el análisis -que
se funda en lo imprevisible y en lo dominable- el formador debería
saber analizar qué es lo que conviene enseñar, sobre todo
luego de identificar obstáculos.
Tener en cuenta la situación de formación -el acto pedagógico;
realidad concreta- y comprenderla para transformarla. Aplicar una modalidad
progresiva, operando con autonomía evaluar cada situación
particular (lo que se enseña previamente).
Deberíamos participar en proyectos significativos. En el momento
de formar, debemos hacerlo con un gran compromiso ético en la práctica,
con una transformación para la igualdad, sin jerarquías;
por aquello de que "lo que se vive significativamente da resultado"
(J. Casas).
BIBLIOGRAFÍA
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y análisis).
Profesor del CNAM. -"Algunos temas para la investigación en
el campo de la evaluación". Conferencia ADMEE 1996.
CASAS, Jorge: CURSO: Formación de Formadores. MJN, Escuela Nacional
de Mediación. Buenos Aires, 1999.
FERRY, Gilles: Pedagogía de la formación. Edic. Novedades
Educativas, UBA. 1997.
FILLOUX, Jean Claude: Intersubjetividad y formación. Edic. Novedades
Educativas. UBA, Buenos Aires, 1996.
-"Ética, educación y formación". Conferencia
ofrecida en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
de Buenos Aires, Argentina, el 19 de octubre de 1998.
FERNÁNDEZ, Ana María: El campo grupal. Notas para una genealogía.
Edit. Nueva Visión, Buenos Aires, 1989
GIDDENS, Anthony: Consecuencias de la modernidad. Alianza Editorial, 1993.
MENDEL, Gerard: Sociopsicoanálisis y educación. Edic. Novedades
Educativas, UBA. Buenos Aires, 1996.
MIRAGLIA, Cristina: CURSO: Formación de Formadores. MJN, Escuela
Nacional de Mediación. Buenos Aires, 1999.
PAVLOVSKY, Eduardo: Lo grupal. Edit. Búsqueda. Buenos Aires.
SOUTO, Marta: Grupos y dispositivos de formación. Edic. Novedades
Educativas, UBA, Buenos Aires, 1999.
-Hacia una didáctica de lo grupal. Edit. Miño y Dávila.
1993.
TAYLOR, Charles: El culturalismo y la política del reconocimiento.
Ensayo. Edit. Colección Popular.
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