Comentario
de
P. H. Pfeiffer
De
Jerualén a Roma
La Verónica y la Sábana Santa
La “Paranormalogía”
y el Santo Rostro
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Noticias historicas de Manoppello.
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Envuelto como en una concha de la graduación
del verde de sus colinas y de las cumbres nevadas de la Maiella, m. 217
metros sobre el nivel del mar, está situado Manoppello en una posición
geográfica particularmente feliz, que favorece en poco tiempo el contacto
sea con las zonas marinas que con las zonas de la más alta montaña. |
Manoppello a vista
de pájaro |
El
escudo de armas de Manoppello contiene una gavilla de mieses, el
"manoppio" que dio el nombre a esto bonito pueblo (aprox.
6000 residentes). Durante la epoca romana Maoppello era "Pollitrio".
En el siglo XIII el pueblo pasó a Federico II, luego de Luis d'Angió
a Luis de Savoia. Fue también una señoría de la familia Orsini;
en 1423 fue conquistado y destruido por Braccio da Montone. La
iglesia de San Nicolás de Bari fue construida a mediados del
siglo XIV, al presente ostenta muchas características barrocas.
La Iglesia de Santa María de Arabona, construida en 1208, está
situada en el sitio del templo romano de Bona.
De los Cirstercienses que la construieron, pasó a los frailes
menores conventuale y después a los Salesianos.
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El
documento que nos permite establecer el período de la fundación
del pueblo – que desde el comienzo de su historia estuvo, a lo
largo de más de un siglo, bajo las dependencias del monasterio de
Montecassino – es un Diploma del Emperador Ludovico II en 874,
año en el cual se produjo la donación del castillo de Monoppello
a la abadía de San Clemente a Casauria. Cuando, en 1638, los
capuchinos se
emposesarono del Santo Rostro, el Padre Donato de Bomba escribe una "Relatione historica"
guardado en el archivo provincial de los capuchinos de L’Aquila. En ella se
cuenta como el Santo Rostro llegó a Manoppello y como los religiosos tomaron
posesión de él. En ella se afirma que "en el tiempo de Giulio II, Pontifice Romano, vivía en
Manoppello,
en el Abruzzo citerior, provincia del reino de Nápoles,
Giacom’Antonio Leonelli, doctor físico muy famoso en la astrología y
otras artes liberales. Un día estava conversando con otros sus iguales en la pública plaza casi al umbral de la iglesia madre
cuyo titulo es de San Nicolás de Bari. En el medio de la conversación, llegó un peregrino desconocido, de aspecto
religioso y muy venerable que, después de haber saludado una así bella
corona de ciudadanos, dijo con educación y humanidad al Doctor Giacom’Antonio
Leonelli que tenía que confiarle un secreto para él de mucho gusto,
utilidad y provecho. Después de haberlo llevado a parte hasta el umbral de
la iglesia de
San Nicolás, le dio un pequeño fardel y, sin extenderlo,
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Portón de San Nicolás |
le dijo que guardara con mucho cariño aquella devoción para
recibir la benevolencia de Dios y para prosperar siempre en lo
temporal y lo espiritual. Giacom’Antonio, tomado el fardel,
empezó a abrirlo depués de haberse retirado cerca de la pila del agua
bendita. Después de haber mirado aquella imagen muy
sagrada del Rostro de Cristo Nuestro Señor se quedó, a primera
vista, bastante asustado, se derritió en lágrimas muy tiernas
que después secó para no presentarse así delante de sus amigos.
Dando las gracias a Dios por un regalo tan grande, enrolló la
imagen como era antes y después buscó el peregrino desconocido
para darle las gracias y acojerlo en su casa, pero nunca lo halló.
Asustado, casi balbuceando, pidió noticias de él a sus amigos
que replicaron de haberlo visto
entrar con él en la iglesia pero de no haberlo visto salir afuera.
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Regresó a su casa con los citados amigos lleno de mucha alegría y cada
tipo de gente de Manoppello acorrió para ver un milagro tan bello. Para
venerar así bella y santa imagen y, posiblemente, agradecer los beneficios
de Dios, el Doctor Giacom’Antonio hizo abrir en la pared de su habitación
y lugar de estudio una ventana con aspecto de armario con las portezuelas y
llaves y allá la puso y la guardó con muchísima devoción y reverencia,
con una lumbre siempre ardiente de día y de noche.
Después ocurrió que hubo discusiones entre los descendientes de
Giacom’Antonio al dividir los bienes y un tio, soldado y hombre
de armas, cuyo nombre era Pancrazio Petrucci, marido de Marzia,
aún viviente, descendiente de la familia Leonelli, con motivo de
los derechos de su mujer, entró con fuerza en casa Leonelli y
tomó la S.S. Imagen por él tan deseada.
Pero Pancrazio no la guardó con la debida devoción y honra.
Después de haberla agarrada no la replegó con el cuidado y
respeto que una cosa tan milagrosa y divina necesitaba, sino
totalmente maltratada y mal replegada la llevó a su casa y allí
la conservó con tan poca reverencia y estimación. A pesar de eso,
se conservó tan bella e intacta, aunque muy ajada y denigrada; lo
cual seguramente no agradó a Dios. Pero, como las cosas de este
mundo son más variables que la luna, ocurrió que dicho Pancrazio
que se había apropiado de la S.S. Imagen, encontrandose recluso
en la Real Audiencia de la ciudad de Chieti y necesitando dinero,
escribió a su mujer Marzia de vender o empeñar cualquier cosa de
casa, particularmente la Sagrada Imagen (él sabia que muchos la
deseaban) y mandarle el dinero para salir de la cárcel. Por lo
tanto la buena y cencilla mujer fue a la casa del Doctor Donat’Antonio
De Fabritiis de la misma tierra de Manoppello (hombre no menos
dotado de religiosa piedad que el citado Giacom’Antonio Leonelli)
y llevandole la S.S. Imagen lo suplicó por parte de su marido de
comprarla o tomarla en prenda hasta el regreso de su marido
fijando el precio y la cantidad que deseaba dar en cambio. El
Doctor, deseoso de guardar en su casa un tesoro tan grande y
precioso, dio a la mujer cuatro escudos del valor aprox. de
veinte liras puesto que todo ésto sucedió en el año del Señor
1618 y tomó la Sagrada Imagen sin observarla ni desarrollarla.
Después del alejamiento de la mujer y del despacho de los asuntos
en los que era ocupado en el momento del trato, muy alegre y
jubiloso el afortunado Donat’Antonio con motivo de tan ventajosa
compra desarrolló la Imagen que era en el medio de un velo
cuadrado y todo trasparente por causa de la rareza de la tejedura
de cuatro palmas de medida en cada lado y se dio cuenta de que
todo el velo, mal tenido y conservado después del robo en casa
Leonelli, era rasgado, dañado de polillas y carcomas, totalmente
corrupto, casi todo pulverizado; y los pocos trapitos aún
colgantes venian abajo sin que nadie los tocara excepto la S.S.
Imagen que, aunque algo ajada y arrugada era, sin embargo, toda
bella, intacta y sin alguna corrupción. A primera vista el
espiritual mercante quedó casi atónito y se quejó por la
perdida de los cuatro escudos gastados por una cosa así corrupta y
mal conservada; y dejandola a parte como cosa inútil e inservible,
pensaba (como si lo hubieran burlado) devolverla al vendedor y
recuperar su dinero. Mientra pensaba en eso, llegó el Padre
presidente del monasterio de los Padres Capuchinos (cuya fábrica
pertenecía entonces a Manoppello), el P. Clemente De
Castelvecchio Sacerdote, persona muy sagaz y astuta, y con él se
quejó de la adquisición y manifestó su intención de devolver
la Imagen para recobrar sus escudos. El Padre, aprendido el asunto,
al ver la belleza y la calidad de la imagen, se conmovió, se
arrodilló y eficazmente lo exhortó no sólo a no devolverla sino
a dar más dinero si aquella persona lo hubiera pedido porque no
hay en el mundo precio para pagarla; y el estado de buena
conservación de la Imagen era cosa milagrosa y de particular
Divina Providencia. Con motivo de este sano y espiritual consejo
el Doctor se calmó, se quedó contento pensando que el precio de
cuatro escudos era muy barato. Por lo cual el mismo P. Clemente
cortó con las tijeras los trapitos alrededor de la Imagen
depurandola muy bien del polvo, polillas y otras impuridades y la
convirtió por fin en el estado en el cual se encuentra ahora. El
dicho Donat’Antonio, deseando disfrutar de aquella S.S. Imagen
con mayor devoción, la hizo extender en un telar de madera con
cristales en ambas partes, ornada con pequeños marcos de nogal
taraceados por uno de nuestros frailes capuchinos cuyo nombre era Fraile
Remigio De Rapino (no fiandose de otros artesanos seculares).
Cosiderando
el devoto y cumplidor Doctor Donat’Antonio cosa muy decorosa el
permanecer de la S.S. Imagen en una devota iglesia y rindiendose a
ese impulso celeste y divino y sin atender al clero u otros
religiosos que la solicitaban, la dio al monasterio de los
capuchinos donde está con mucha devoción de aquel pueblo y muy a
gusto de aquellos Padres que nunca se cansan de venerarla".
Continuación de la historia
El monasterio de los capuchinos fue fundado del
1618 al 1620, exactamente cuando Giacom’Antonio De Fabritiis hizo poner el
Sacro Velo entre dos cristales. La iglesia fue consagrada a S. Miguel
Arcángel. En esta iglesia el Santo Rostro fue expuesto a la veneración
del pueblo el 6 de abril de 1646.
A lo largo de unos cuarenta años no fue objeto de culto público, sino
guardado casi privadamente en un nicho en el lado derecho del altar mayor.
Solamente en 1686 fue construida en el lado izquierdo de la iglesia una
pequeña capilla con un altar donde fue trasladada la sagrada reliquia y fue
inaugurada la fiesta litúrgica del 6 de agosto, día de la
transfiguración de Jesucristo.
Un suceso negativo acrece el culto del Santo Rostro. El año 1700 empieza
con un lustro de fuertes terremotos que agitan incesantemente las regiones
de Italia Central (Umbria, Abruzzo, Sannio). P. Bonifacio de Ascoli desde el
año 1703 expone muchas veces el Santo Rostro a la veneración pública. Se
comienza a pensar en una procesión que traiga el Sacro Velo al interno de
los muros, lo cual empieza en 1712, el segundo domingo de mayo. La
procesión pone un problema de seguridad. Para proteger mejor el Sacro Velo,
P. Bonifacio de Ascoli en 1703 quiere cambiar los cristales y, en 1714, P. Antonio da Poschiano, además de los cristales, quiere valorizarla
con un marco de plata. En ambos casos, separados los vidrios, la imágen de
Cristo desaparece y vuelve a lucir tan sólo cuando todo viene puesto en la
condición preexistente. En 1750, para evitar la coincidencia con la fiesta de San
Justino,
patrono de Chieti, la procesión es aplazada al terzer domingo de mayo, fecha que
permanece hasta hoy en día. El siglo XIX está caracterizado por leyes de
supresión de órdenes
religiosos: los frailes tuvieron que dejar el convento dos veces. La primera vez el 6 de
septiembre de 1811; en el mismo día el Santo Rostro fue transladado al monasterio de
las Clarisas, situado dentro los muros. El convento permaneció abandonado y el Santuario
cerrado hasta el 16 de mayo de 1816 cuando los capuchinos regresaron. El
domingo siguiente, 19 de mayo, celebrada la habitual fiesta, el
Sacro Velo fue triunfalmente regresado al propio Santuario.
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Salón confesional
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Pero el 27 de diciembre de 1866 una ley
expulsó de nuevo los frailes del cenobio: el Santo Rostro
permaneció en el interno del Santuario cerrado.
Los religiosos regresaron el 27 de octubre de 1869 para allí
permanecer hasta la fecha. La nueva
capilla fue terminada en 1871 Y el templete sobre el altar mayor
en 1923. La
iglesia fue ampliada y alargada en el segundo posguerra del 1960
al 1965. El pasado año santo fue aprontado el salón
confesional.
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