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Como asistente y participante en el Congreso Internacional sobre Mediación
Familiar celebrado en Barcelona, hace ahora un año (octubre de
1999), tuve la ocasión de conocer y compartir las 5 conclusiones
resaltadas en el mismo. Todas ellas me parecen tremendamente necesarias
e importantes para la promoción, difusión y desarrollo de
la Mediación Familiar, pero en este trabajo trataré de centrarme
en la cuarta de las conclusiones, que dice así:
Cuarta: "Así mismo, se evidencia la necesidad de establecer
los criterios necesarios para garantizar la capacitación de los
diferentes profesionales que intervienen.
Se valoran positivamente las variadas iniciativas que se están
implementando en el país en materia de formación y que ponen
de manifiesto la necesidad de ordenar sistemáticamente el estudio
de la materia con la finalidad de garantizar un ejercicio profesional
eficaz que prestigie esta metodología de autorregulación
pacífica de los conflictos, característica de una sociedad
democrática avanzada.".
Previamente, el Comité de Ministros del Consejo de Europa en su
recomendación R(98),1 animó e invitó a los estados
miembros a instituir o promover la Mediación Familiar y adoptar
las medidas necesarias para asegurar la puesta en marcha de una serie
de principios orientados a promover y utilizar la mediación como
procedimiento o modo más adecuado de gestionar conflictos familiares.
También entre estos procedimientos podemos situar las directrices
de la Carta Europea de 1992 para la formación de mediadores familiares.
Tomando los anteriores referentes y partiendo de la premisa de que los
cambios sociales acontecen a un ritmo mucho más rápido que
los cambios legales, en este trabajo nos hemos planteado, como principal
objetivo, reflexionar, conocer en mayor profundidad y constatar cual es
el estatus o situación actual de la formación de mediadores
familiares en España cuando nos encontramos en los albores de una
nueva década declarada por la ONU como década para la Resolución
de Conflictos y dónde la Mediación Familiar, junto con las
otras modalidades de mediación y negociación, están
emergiendo como un nuevo paradigma para gestionar los conflictos de un
modo mucho más humano y democrático.
De este modo, y cuando han transcurrido ya varios años de la promoción
y difusión de estas directrices y conclusiones, con este trabajo
buscamos adentrarnos y acercarnos un poco más a la realidad actual
de la mediación en nuestro país; máxime si tenemos
en cuenta que los diferentes profesionales implicados y sensibilizados
por este tema, asumimos que estamos ante lo que comienza a referirse como
un nuevo paradigma emergente para la resolución y gestión
de conflictos interpersonales, especialmente en el ámbito familiar.
Para todo ello tomamos, como punto de partida, la realidad actual sobre
la formación de mediadores familiares, que cuenta con una corta
trayectoria: escuelas, centros de formación, programas, metodología,
formación práctica, apoyo institucional, etc.
Los resultados encontrados en esta búsqueda pueden servirnos para
tomar una mayor conciencia de la verdadera realidad social que vivimos
así como de la necesidad de acudir a la mediación como forma
diferente de gestionar los conflictos familiares e interpersonales, especialmente
en los casos de separación y divorcio, y también para sensibilizar
mucho más a los diferentes colectivos profesionales y sociales
que, de una u otra forma, son parte interviniente en los procesos de ruptura
matrimonial: fiscales, jueces, abogados, profesionales de la salud mental
y de la educación, trabajadores de los equipos psicosociales en
juzgados de familia, miembros de la pareja en conflicto, etc y también
para ayudar y enseñar a cada uno de ellos a utilizar las herramientas
más adecuadas para llegar a gestionar y dirimir los conflictos
matrimoniales del modo más positivo y eficaz posible (paradigma
ganador-ganador).
De otro lado, en relación a la selección, formación
y cualificación de los mediadores familiares la recomendación
(98),1 deja un amplio margen de maniobra a los Estados Miembros en lo
que concierne a los procedimientos a establecer a la hora de formar, cualificar
y seleccionar a los mediadores así como para definir y concretar
el tipo de cualificación y requisitos que deben exigírseles.
Pero sin embargo, el informe explicativo de estas recomendaciones señala
y precisa que sería deseable que los mediadores familiares tuviesen
una cualificación y experiencia previa directamente relacionada
con los aspectos y temas a tratar en la mediación y, por derivación,
que reciban una formación específica y complementaria sobre
diversos aspectos y contenidos inherentes a la mediación y gestión
de conflictos.
De todos modos, estos criterios de cualificación, formación
y experiencia previa deben ser flexibles, y ello a pesar de que gran parte
de los mediadores familiares tienen una formación inicial derivada
de la abogacía, psicología, trabajo social, etc. Porque
no debemos olvidar que la profesión de mediador familiar no existe
como tal; es decir, no es una profesión autónoma con estatus
propio en muchos países europeos (que es el contexto que delimita
el Consejo Europeo en estos momentos), razón por la cual son los
profesionales de otras disciplinas quienes ejercen de mediadores familiares
y/ o se forman para el desempeño de esta función.
En este sentido tenemos que señalar como la importancia que durante
estos últimos años viene concediéndose a la formación
y cualificación de mediadores familiares está adquiriendo
un importante auge, y prueba de ello es el hecho de que esté surgiendo
esta nueva profesión de mediador como una profesión autónoma
y con entidad propia, aunque sin deslindarse de disciplinas y profesiones
de origen.
Impulsada por todos estos aspectos anteriormente señalados, desde
este trabajo intentamos esbozar algunas directrices sobre los que sería
deseable incidir en la formación de los mediadores familiares en
España, en la medida en que estamos ante una profesión que,
aunque carece de reconocimiento y estatus legal, goza ya de una trayectoria
de al menos diez años de praxis, y entendemos que es el momento
de apuntalar y sistematizar los ejes básicos sobre los que debe
girar la formación de los mediadores familiares.
Para ello vamos a detenernos en mayor profundidad en algunos puntos
que, desde nuestra incursión en el terreno de la formación
de mediadores familiares, nos ha parecido merecen mayor consideración.
Nos vamos a referir, en concreto a una serie de necesidades que, finalmente
tratamos de concretar y plasmar en una declaración de aspectos
o necesidades esenciales.
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Diversas investigaciones sobre gestión de conflictos basadas en la
observación de conductas en situaciones de conflicto reflejan la
existencia de diferentes entre los estilos informados y la conducta realmente
observada. Así sucede que, generalmente, las personas tienden a utilizar
los estilos de gestión de conflictos de un modo combinado. Además,
también hemos de resaltar la importancia de estudiar y tener muy
en cuenta las emociones que subyacen y determinan los conflictos y la gestión
de los mismos, porque resulta paradójico que el conflicto, que es
uno de los fenómenos que más activa la emoción, haya
sido estudiado generalmente como si las emociones no ejerciesen presión
alguna sobre él.
Durante los últimos años, sin embargo, la tendencia va
cambiando y durante esta última década estamos asistiendo
y comprobando como desde diferentes investigaciones se otorga mayor peso
e importancia al papel que desempeñan los factores afectivos y
emocionales en los procesos de negociación; razón por la
cual estos procesos han pasado a ocupar un lugar importante en la investigación.
Por ejemplo, una aportación a tener muy en consideración
en el proceso de gestión de conflictos, es que las personas que
experimentan estados de ánimo positivos tienden a adoptar menos
estrategias de confrontación y obtienen además, mejores
resultados en la gestión de dichos conflictos.
Todos estos factores deben ser tomados muy en cuenta por el mediador
familiar desde "su saber hacer" y también en su nivel
de formación inicial o posición de "saber"; razón
por la cual entendemos que en la formación inicial y permanente
de los mediadores familiares es primordial incidir sobre múltiples
aspectos inherentes a la gestión de conflictos: Máxime si
tenemos en cuenta que el trabajo con emociones y su manejo es uno de los
ejes centrales sobre los que se apoya el proceso de Mediación Familiar
en sus diferentes momentos, niveles y modalidades.
Resultados y aportaciones derivadas de la investigación nos señalan
que los individuos que informan haber experimentado mayores niveles de
emociones negativas (enfado, ira, miedo, etc) tienden a considerar que
han ejecutado peor la tarea de negociación y a la inversa. Y en
este punto debemos tener siempre muy presente que, en Mediación
Familiar, los miembros de la pareja en conflicto, son sujetos activos,
capaces de autorregular la gestión del conflicto, aunque bajo la
dirección del mediador-neutral e imparcial.
Las relaciones entre emoción, gestión del conflicto y
percepción de la efectividad son profundas y complejas, pero muy
importantes a la hora de poder abordar y entender el rol del mediador
y sujetos participantes en la Mediación Familiar. A todo lo cual
hay que añadir, además, que las condiciones sociales en
que se desarrolla la negociación , así como las dificultades
y expectativas de los sujetos ante la misma, influyen poderosamente en
las conductas desempeñadas por los sujetos durante el proceso de
mediación. (Tengamos en cuenta que la mediación permite
a las partes cierto grado de libertad y también la posibilidad
de cooperación entre sí; razón por la cual en mediación
se facilita y obtiene una percepción más equitativa de los
resultados, un mayor compromiso con los mismos y mayor satisfacción
para las partes que intervienen).
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Si asumimos que estamos ante una profesión emergente, que en determinados
contextos geográficos y países goza incluso de un reconocido
y merecido prestigio y entidad profesional, entendemos que en nuestro
contexto geográfico español es ya momento de sistematizar
de un modo mucho más elaborado y coherente la formación
de los mediadores familiares tratando de potenciar mucho más la
dimensión y vertiente práctica de dicha formación.
En este sentido pensamos que es hora ya de que los diferentes centros
e instituciones que, durante los últimos años ofertan y
desarrollan cursos de formación en Mediación Familiar, concedan
mayor peso y énfasis a la dimensión práctica (saber
hacer) de dicha formación, facilitando y utilizando las aportaciones
de personas, centros e instituciones que, desde la praxis diaria, realizan
tareas y actividades de mediación (tanto a nivel intrajudicial
como extrajudicial). Es preciso, por tanto, que se vaya más allá
de la repetición y recitación de técnicas, estrategias
y tácticas susceptibles de utilizar en el proceso de mediación.
Este planteamiento permitirá además que, tanto los mediadores
en activo como los que se encuentran en proceso de formación inicial,
puedan reflexionar conjuntamente sobre sí mismos y su praxis a
la vez que contribuyen a situar su trabajo y actividad en un contexto
social, cultural y actitudinal mucho más amplio y flexible.
Entendemos que ya va siendo el momento de que se pierda el miedo a reclamar
que ganarse la vida con la práctica de la Mediación Familiar
(pública o privada) sea algo utópico e inalcanzable; aunque
para ello sea necesario un mayor control y rigor en el proceso de formación
y supervisión de la práctica de la mediación. Y en
este punto, las diferentes instancias y personas interesadas e implicadas
hemos de asumir nuestra cota de responsabilidad al respecto.
Posiblemente, para poder avanzar en el logro de esta necesidad sea preciso,
no sólo que los diferentes programas de formación que se
imparten se ajusten y adecuen a las directrices de la Carta Europea, sino
además y sobre todo, que se aplique una sistematización
de esta formación, dónde la dimensión práctica
adquiera un mayor peso y consideración. Todo esto redundaría
finalmente en un mayor rigor práctico, ético y deontológico
respecto a esta profesión emergente en nuestro país. Pero
quiero resaltar que no es que se haya de caminar hacia el polo opuesto
tratando de privilegiar enseguida las prácticas y olvidarse de
la teoría, puesto que ambas deben estar permanentemente interrelacionadas,
sino de delimitar con mayor precisión y rigor los requisitos que
han de seguirse en la formación de mediadores familiares (formación
generalista, necesidad de madurez, capacidad y nivel de discernimiento
y capacidad de percepción global o "pensamiento en red",
por un lado, junto con los diferentes componentes e ingredientes que determinan
la formación del mediador familiar- el material, la teoría
y la práctica).
Sobre el punto anterior, y a modo de ejemplo referencial, señalo
ahora la estructura de contenidos y programa general diseñado por
el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales desde la Secretaría
General de Asuntos Sociales y el Instituto de la Mujer en un pliego para
la contratación de la asistencia técnica para la organización,
coordinación e impartición de formación ocupacional
innovadora de cursos de Mediación Familiar por procedimiento abierto
y mediante concurso para el desarrollo de estos cursos en diferentes comunidades
autonómicas del Estado Español publicado en el mes de mayo
del año en curso.
En concreto, en el pliego de prescripciones técnicas presentadas
y señaladas por el Instituto de la Mujer para la organización,
coordinación e impartición de formación ocupacional
del curso de Mediación Familiar se proponen como contenidos a desarrollar
los siguientes:
- Introducción al concepto de Mediación Familiar.
- Tipologías del conflicto y su gestión positiva.
- Formas de resolución de conflictos familiares y sociales.
- Técnicas específicas de Mediación Familiar.
- Aspectos psicológicos de las crisis y conflictos familiares.
- Aspectos jurídicos en la Mediación Familiar.
- La figura del mediador: funciones y requisitos.
- La incorporación al mercado laboral del mediador familiar.
La metodología a seguir en el curso ha de ser de carácter
teórico-práctico, que permita conjugar los conocimientos
teóricos con una aproximación práctica a la ocupación
concreta para conseguir que las alumnas puedan experimentar y entrenarse
en el campo donde desarrollarán sus funciones. La duración
mínima del curso ha de ser de 300 horas.
Otra de las peculiaridades de este curso radica, precisamente en que
va dirigido y ofertado para formación ocupacional de mujeres y
nos parece importante destacar que, del seguimiento que estamos haciendo
de la población y personas que durante la última década
en España se han formado en Mediación Familiar, la variable
género del mediador presenta un sesgo muy acentuado hacia el género
femenino. (De cara a investigaciones futuras relacionadas con las variables
y características del mediador familiar, ésta puede ser
una variable objeto de consideración y análisis en mayor
profundidad).
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Desde mi reciente acercamiento al mundo de la Mediación Familiar,
he intentado a lo largo de estas páginas, perfilar de manera muy
breve, positiva y constructiva, algunas de las múltiples cuestiones
que, como persona dedicada al campo de la docencia universitaria,(que no
de la formación en mediadores familiares), me importan sobremanera
en todo aquello concerniente a lo que desde una metáfora actual en
educación se denomina tercera metáfora del aprendizaje: entender
el proceso enseñanza-aprendizaje desde una perspectiva de construcción
de significados por parte del sujeto que aprende y dónde el rol del
profesor es precisamente el de ejercer de mediador en dicho proceso. En
este sentido entiendo, que la formación del mediador familiar es
también un proceso constructivo y significativo, dónde el
papel del alumno o mediador en formación es primordial puesto que
ha de ser una persona activa y capaz de autorregular y gestionar sus aprendizajes
y la construcción de significados sobre la Mediación Familiar.
Pero también, al abordar este tema de la formación de
mediadores familiares en España intento hacerlo también
desde una doble vertiente: como persona dedicada al mundo de la docencia
universitaria por un lado, pero también como persona y alumna interesada
por la mediación. Todo ello me ha llevado a situarme a la vez en
la otra perspectiva: la de alumna o mediadora familiar en formación,
que ha realizado en mi país un curso de experto en Mediación
Familiar y que tras varios años de análisis y reflexión
sobre el tema reconoce que se encuentra aún en el nivel del denominado
saber. Respecto al saber hacer, entiendo que mi formación actual
tiene aún importantes limitaciones y, en cuanto al saber ser, lo
único que puedo decir es que los postulados que subyacen a esta
filosofía de vida, que es la mediación, van adquiriendo
sentido y ocupando un lugar en mi bagaje personal desde ese tipo de contenidos
teóricos relacionados con el sentido de la mediación y con
lo existencial (creencias, valores y expectativas).
Por todo ello, y a modo de síntesis final, presento y me atrevo
a señalar algunos aspectos a tener muy presentes en la formación
de mediadores familiares:
.- Es necesario adaptar y contextualizar la formación de mediadores
familiares a la realidad española actual.
.- Entiendo que sería bastante útil sistematizar y homologar,
respetando la heterogeneidad y diversidad de las personas mediadores,
esta formación así como la base de conocimientos, ideas
previas y punto de partida desde dónde se accede al saber del mediador
familiar.
.- También sería muy útil, saber hacer de esas
diferencias previas de los mediadores en formación, derivadas precisamente
de su campo de procedencia laboral, académica y personal, un lugar
común para enriquecer precisamente tanto el saber como el saber
hacer y estar del mediador.
.- En formación, nos parece necesario tratar con mayor profundidad
y amplitud aquellos aspectos relacionados con la gestión de conflictos,
las relaciones interpersonales y la comunicación. Estas deben ser
herramientas primordiales en el saber y saber hacer del mediador familiar.
.- Finalmente, aunque no por ello menos importante, es preciso contextualizar
esta formación de mediadores en la realidad social, legal, jurídica,
psicosocial y axiológica en que vivimos. Es decir, adaptar esta
formación profesional de los mediadores al contexto y escenario
cultural en que haya de desempeñarse esta labor.
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