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En el mundo actual, aparentemente cada vez más globalizado, los
cambios sociales y los procesos de transformación tecnológica,
económica y axiológica se erigen en una constante que, entre
otros componentes, genera despersonalización y desestructuración
de las organizaciones, así como progresiva deslegitimación
de las instituciones sociales. Ello provoca que se vuelva a buscar, como
antaño, la identidad como fuente de significación social
compartida. Asistimos a una división fundamental entre el instrumentalismo
abstracto y universal y las identidades particularistas con raíces
históricas, de tal forma que las sociedades actuales se estructuran
de manera creciente en torno a una oposición bipolar entre la red
y el yo, entre el sistema interconectado de información y cada
mismidad. De estos prolegómenos es fácil inducir una paulatina
e intensa tendencia a fisurar los procesos comunicativos, detectando fundamentalismos
diversos y fragmentación social. Las identidades se tornan necesariamente
más específicas, pero a su vez se incrementan geométricamente
las dificultades inherentes a poderlas dialogar, comprehender y, en su
caso, compartir.
No en vano algunos defendemos que las iniciativas que vayan surgiendo
de educación social o de acción socioeducativa habrán
de maximizar que los miembros de cada colectividad, sociedad y sociocultura
se erijan en actores sociales, incorporando reflexión y acción
como vías de conexión emocional y cognitiva tendentes a
la complicidad, al compromiso y a la mejora. En este sentido, los estados
y las instituciones de las diferentes sociedades pueden detener o estimular
la innovación tecnológica por cuanto expresan, organizan
y, con frecuencia, aspiran a dominar panópticamente las fuerzas
sociales y culturales en un espacio y tiempo dados. No resulta azaroso
o accidental que la revolución tecnológica actual se originara
y difundiera en un período histórico de reestructuración
del capitalismo, para el que la tecnología fue una herramienta
fundamental sobre todo a partir de la década de los '80 (Castells,
1997: 29-30, 39), manteniendo la interrelación empírica
de los modos de producción con los modos de desarrollo . Hoy presenciamos
el surgimiento de una nueva estructura social, asociada a un novedoso
modo de desarrollo, el informacionalismo, que reformula el modo capitalista
de producción hacia las postrimerías del siglo XX. En palabras
del eminente sociólogo (1997: 47), "todas las sociedades están
afectadas por el capitalismo y el informacionalismo, y muchas de ellas
[sin duda todas las principales] ya son informacionales, aunque de tipos
diferentes, en escenarios distintos y con expresiones culturales/institucionales
específicas." Coincidimos con el autor citado al concebir
la identidad como el proceso mediante el cual un actor social se reconoce
a sí mismo y construye los significados en virtud sobre todo de
un conjunto de atributos culturales determinados, con la exclusión
de una referencia más amplia a otras estructuras sociales.
Cuando la red desconecta el yo, éste, individual o colectivamente
entendido, construye sus significados sin la referencia instrumental global.
Las tecnologías de la información comportan "el uso
del conocimiento científico para especificar modos de hacer cosas
de una manera reproducible" (Brooks, 1971: 13; Bell, 1976: 29). Asimismo,
el texto electrónico permite una flexibilidad de retroalimentación,
interacción y configuración mucho mayor, mientras que la
telecomunicación, combinada con la flexibilidad del texto, facilita
una programación de espacio/tiempo ubicua y asíncrona.
En la actualidad, usuarios y creadores pueden converger en las mismas
personas. De ello se deduce una estrecha relación entre los procesos
sociales de creación y manipulación de símbolos (cultura
de la sociedad) y la capacidad de producir y distribuir bienes y servicios
(fuerzas productivas). De esta manera, los contextos culturales e institucionales
y la acción social intencionada interactúan decisivamente
con el nuevo sistema tecnológico, sin olvidar que la velocidad
de su difusión es selectiva tanto a nivel social como funcional.
Dicho de otro modo, existen vastas áreas del mundo occidental y
amplios y diversos segmentos de población excluidos del sistema
tecnológico, negándoles el principio de igualdad de oportunidades
o de potencialidades. Los profesionales de las ciencias humanas, la actividad
política y la ciudadanía en general adquieren un ineludible
compromiso con la ingente cantidad de personas que, de inicio, pueden
considerarse marginadas de la urdimbre informativa y, como consecuencia,
de la posibilidad de participar en la generación de conocimiento.
La familia fue la institución que principalmente lideró
y condujo el discurso público, interponiéndose entre individuo
y sociedad en la era verbal, la escuela asumió dicho papel en la
era de la escritura, mientras que hoy los medios de comunicación
social lo hacen en la era audiovisual (Sáez, 1997: 13-15), si bien
no es menos cierto que hoy el hombre de la información y de la
comunicación no comparte necesariamente construcciones intelectuales
y experiencias concretas a través de los entornos mediáticos,
sino que, en el mejor de los casos, puede recibir relatos, pero éstos
no le pertenecen por cuanto no los ha vivido ni simbolizado. Entendemos
que, para hablar de dinámicas mediadoras entre el ser humano de
hoy y los entornos mediáticos, se impone la personalización,
el diálogo, la habilitación, la comunicación entre
profesionales, expertos, instituciones y usuarios de la acción
socioeducativa, de tal guisa que los especialistas de los medios faciliten
el encuentro y promuevan el análisis de situaciones con la intencionalidad
expresa de que el proceso se torne constructivo, edificante, responsabilizador
y profundamente humano, lo cual ha de concretarse en la cognición
de finitud, de limitación y de búsqueda discreta de conocimientos
nuevos que, a priori, garanticen la apertura constante a la conciencia
de ignorancia. De hecho, uno de los primeros papeles asignados a la educación
consiste en "dar a la humanidad el control de su propio desarrollo.
En efecto, ha de permitir que cada quien se haga cargo de su destino para
contribuir al progreso de la sociedad en la que vive, basando el desarrollo
en la participación responsable de los individuos y de las comunidades."
(Delors, Al Mufti, Amagi, Carneiro, et al., 1996: 70).
Seguramente, resulta de cierta urgencia saber cambiar la lectura que desde
A. Compte se ha hecho del conocimiento y de la ciencia, optando por vías
metodológicas de cariz cualitativo. De hecho, la historia de la
ciencia no es nada más que la historia de los cambios de opinión
científica y, de hecho, todo progreso comporta asumir riesgos.
Así pues, "
es bien cierto que las nuevas tecnologías,
mal usadas, adormecen la imaginación" (Wagensberg, 1998: 95).
En ocasiones puede parecer que algunos avances interpelan a sus autores
con sólo un equívoco y esquivo progreso creativo, edificando
una ciencia más formal que intersubjetiva, más estereotipada
que dialéctica. Por el contrario, la investigación científica
en ciencias humanas ha de promover formas de conocimiento en las que confluyen
imaginación, representación, interpretación y compromiso.
Coincidiendo con J. Wagensberg (1998: 103-105), cuando hablamos de los
medios de comunicación social conviene hacer un uso adecuado de
la comunicación científica y, por tanto, de tres tipos de
emociones interdependientes que vinculamos al tema de estudio:
· La interactividad manual, que se basa en la experimentación
y en la necesidad que el cerebro tiene de participar en el devenir del
entorno.
· La interactividad mental, según la cual existe un antes
y un después del uso de los mass-media, de la experiencia, de tal
forma que se plantean interrogantes, dudas, analogías, paradojas,
contradicciones e ideas diversas.
· La interactividad emocional, que contempla el sentido pedagógico-artístico
requerido para comunicar la ciencia e impactar el ánimo del usuario.
Con seguridad, "la idea fundamental para la transmisión de
conocimiento consiste en la tendencia a poner al destinatario de la transmisión
literalmente en la piel de quien lo ha elaborado" (Wagensberg, 1998:
127). Se trata, en definitiva, de generar estímulos para la comunicación,
de devolver a las personas el liderazgo respecto de sus contenidos comunicacionales,
en el bien entendido que sólo puede transmitir el goce de la comunicación
quien lo ha experimentado, ya sea para hacer llegar a la alteridad conocimiento
científico, artístico, religioso y mitológico o para
canalizar la emotividad. En cualquier caso el mejor garante para nuestra
noble finalidad, la comunicación, comporta evitar falsedades, trucos
o artilugios superfluos, así como insinuaciones que desvirtúan
la calidad del conocimiento y de las emociones transferidas. La pedagogía,
como disciplina, se erige en una dimensión presente en todo tipo
de conocimiento, ya que se trata de "un aspecto que se deriva de
la transmisibilidad no genética del concepto conocimiento, una
transmisibilidad íntima e indisoluble ligada a su credibilidad."
En síntesis, considera el proceso de transformación y de
autonomía de los sujetos, erigiéndose en la disciplina que
busca la socialización crítica y que se configura como espectro
artístico de creación y de transmisión de estímulos
para el conocimiento (Wagensberg, 1998: 127, 192), de tal forma que los
escenarios y los medios de comunicación social resultan uno de
los espacios y tiempos idóneos para favorecer la indagación,
la duda y el reto de querer aprender. Para ello disponemos, como mínimo,
de dos recursos diferenciados: 1. Nuestro altruismo biológico natural
y la necesidad que tenemos como individuos de formar parte de grupos humanos;
fenómenos que tienen lugar en un medio social, el inmediato, el
sociocultural, en tanto que ámbito inicial de simbolización.
2. Los seres humanos asistimos a nuestras enormes posibilidades de transformación
del propio mundo, lo cual resulta factible únicamente desde las
capacidades genuinamente humanas de reflexión consciente y responsable
(Maturana y Varela, 1996).
Sólo a partir del reconocimiento del otro se vislumbra nuestra
realización existencial como seres sociales y sociables. La incorporación
de actitudes o de perfiles mediadores en las ciencias sociales y en su
desarrollo profesiográfico ayuda a la necesaria transformación
no exclusiva de los componentes cosificables del mundo, sino la de nosotros
mismos y la del tipo de relaciones sociales que desarrollamos. Los mass-media
han de facilitar este entorno, de forma que los sujetos puedan aportar
y compartir sus significados en el seno mismo de la vida cotidiana. En
palabras de Humberto Maturana y de Francisco Varela (1996: XIV-XV), "si
ante la diferencia con otro reaccionamos, por lo general, sellando el
valor, el significado de tal diferencia, con el estigma de una divergencia
cultural (o personal) que revela una incompatibilidad de fondo que no
estamos dispuestos a revisar, nunca lograremos una convivencia creativa
y siempre estaremos generando el rencor que se convierte en un agresivo
control o bien en una sumisión hipócrita. Por esto, y debido
a que tal dinámica no tiene salida desde sí misma, sino
desde un plano nuevo de comprensión de tal situación, mientras
no se busque tal plano, ocurrirá lo que actualmente ocurre, esto
es, que por no saber qué hacer ni cómo reflexionar para
absorber tales contradicciones, nos empantanamos cada vez más profundamente
en la defensa de nuestras inamovibles certidumbres, lo que alimenta precisamente
la violencia social en un destructivo círculo vicioso." La
prudencia y la conciencia crítica pueden llegar a ser buenos remedios
para las verdades absolutas, excluyentes e inobjetables de algunos, los
defensores de la 'verdad objetiva y real'. En la línea que propone
A. C. Gallego (1999: 113-114), bastará con acercar los vínculos
entre las personas y los contenidos científicos para advertir la
riqueza de cualidades de los postreros, ya que de súbito asistimos
a la vivencia de la complejidad, así como a la experiencia dinámica,
simbólica y significativa de la cultura y de la subjetividad humana,
en un entorno tan diverso como dialógico.
La ciencia y el conocimiento en general suponen, en última instancia,
una ideología social y agológica que legitima ciertos saberes
y acciones; la teoría aparece profusamente impregnada de valores
y de componentes éticos, supera el sentido instrumental y de práctica
personal para incidir críticamente en las instancias de poder,
y el papel del investigador se centra en la preocupación por hallar
contradicciones, en abandonar la mera descripción escogiendo la
intervención directa en la acción (Sarrado, 1998a: 512).
Si los mass-media pretenden introducirnos en un tejido social supuestamente
baluarte de la verdad objetiva, dicha intención ha de ser justipreciada,
a fin de evitar la cosificación de la comunicación humana.
Por el contrario, los medios han de identificar fenómenos desde
posicionamientos y ópticas diversas, potenciando la coexistencia
de verdades o de argumentaciones surgidas de la reflexión que compromete
a la búsqueda del entendimiento, ya que desde esta posición
antropológica los seres humanos podremos aperturarnos "unos
a otros espacios de coexistencia, en los cuales la agresión sea
un accidente legítimo de la convivencia y no una institución
justificada con una falacia racional." (Maturana y Varela, 1996:
XV). El hombre, en palabras de José Ángel López Herrerías,
"es, quien abierto al ser, permite que éste llegue a su presencia
en el lenguaje. No cuidar o atender el lenguaje es el máximo atentado
de desvirtuación humana." (1996: 65). Los medios pueden y
deben ser decodificados como un espacio psicosociopedagógico genuino,
donde fluya a borbotones pensamiento, palabra, gesto, empatía,
comunicación, intencionalidad de promover el encuentro: auténtico
proceso de realización del ser personal y social. Si se pretende
que este aserto sea cierto, hemos de evitar el empobrecimiento del lenguaje,
su vanalización, ya que en dicho caso tan sólo se transmiten
estereotipos, no significaciones (López Herrerías, 1996:
68). Coincidimos con L.S. Vygotski cuando advierte que "el significado
de la palabra es un fenómeno del pensamiento mientras éste
esté encarnado en el lenguaje, y de él habla sólo
en tanto esté relacionado con el pensamiento, e iluminado por él.
Es un fenómeno del pensamiento verbal o del lenguaje significativo,
una unión de palabra y pensamiento." (1977: 160-161).
La ingente masa de información que nos bombardea incesantemente,
la brutal competitividad, la acelerada gestión del tiempo, la cibercultura,
los e-mail, entre otros componentes, han facilitado vías rápidas
de acceso a un enorme caudal, si bien a la par nos van privando de la
vivencia del gesto, del diálogo presencial, de la conversación
pausada y plena de matices, del tiempo que requieren los procesos comunicativos,
del tono, del acento, de la posibilidad de compromiso riguroso y responsable.
Asistimos a la priorización abusiva de la imagen en detrimento
del verbo, del discurso, de tal forma que nos vamos restringiendo en simples
consumidores de información con soporte audiovisual, hacemos uso
de estilos comunicacionales prerreflexivos y sincopados, con escasa o
vaga implicación argumentativa. Lo valioso o lo importante se halla
vinculado casi exclusivamente a la rapidez informativa, no a la elaboración
y transformación axiológica en el seno mismo de la dinámica
discursiva. Aparece como imperativo ineludible evitar tanto la cultura
de la homogeneización como el inmediatismo compulsivo que pretenden
los medios, accediendo a secuencias de auto y heteroreflexión sosegada
y adulta; una de las vías propedéuticas que posibilita el
crecimiento de personas, grupos y comunidades en potencial solidario y
en umbrales significativos de compromiso y de encuentro interdisciplinar.
Los medios esgrimen y explicitan su incidencia o poder social no tanto
al decirnos qué pensar o los contenidos del pensamiento (que también),
sino mucho más cuando plantean los ámbitos temáticos
sobre qué pensar. Al centrarse de manera obsesiva en la imagen
(Moles, 1978) se atomiza el universo perceptivo, impulsando aún
más el deseo falaz, tecnológico o simplemente virtual, de
la globalización ("aldea global"), que algunos se esfuerzan
por imponer cual si se tratara de un traje-tipo, si bien con independencia
de las medidas, potencialidades y tradición cultural de cada quien.
En el caso de la televisión, "les choix qui s'opèrent
sont en quelque sorte des choix sans sujet.
l'audimat exerce un
effet tout à fait particulier; il se retraduit dans la pression
de l'urgence. La concurrence entre les journaux, la concurrence entre
les journaux et la télévision, la concurrence entre les
télévisions, prend la forme d'une concurrence temporelle
pour le scoop, pour être le premier." (Bourdieu, 1996: 26,
29).
Abundando en el medio televisivo, Umberto Eco (1985) plantea que los profesionales
saben de su poder para incidir en las preferencias del público,
de tal guisa que se suele "educar" [para nosotros, aleccionar]
a la audiencia en función de los intereses de las firmas o de las
marcas anunciantes y de los núcleos de poder económico y
político. La lucha por conseguir mayores umbrales de audiencia
y el impacto masivo de los productos televisivos conlleva una lucha feroz,
anómica y con escasa o perversa fundamentación ética,
pero no por ello se dejan de proyectar "valores" o contravalores,
así como determinados estilos de comportamiento. ¡No será
que lo que se etiqueta como libertad de expresión sólo alcanza
a ser quimera, estricta impulsividad, negación de identidad, carpe
diem, estúpida e irracional seducción, cómodo anclaje
en la ignorancia, ausencia de implicación, temor ante las dificultades
y exigencias del conocer! Nuestras sociedades, intensamente vinculadas
a un hedonismo situacional, quizá han olvidado expresamente que
el pensamiento conduce al compromiso personal e intersubjetivo, a la crisis,
a la duda, al deber ético ¾casi épico¾, al
servicio desinteresado a la alteridad, a la conformación de complicidades
y resemantizaciones, a la dinámica de transformación personal
y colectiva, a la gratuidad y generosidad en las redes relacionales, al
notorio esfuerzo que conlleva hacerse y hacer, al goce estético.
Éste es el auténtico nódulo socioeducativo de civismo,
tolerancia y cultura de paz que nos interpela por opción antropológica,
convicción y profesión. El conflicto, fenómeno consubstancial
a la vida y al desarrollo humano, nunca es un componente cognitivo y afectivo
estático, sino que "es expresivo, dinámico y dialéctico
por naturaleza; está basado en las relaciones. Nace en el mundo
de las intenciones y las percepciones humanas. Cambia por la constante
interacción humana actual y él mismo modifica continuamente
a las personas que le dieron vida, ejerciendo un efecto en el entorno
social en el que nace, se desarrolla y quizá muere." (Lederach,
1998: 91-92).
Como consecuencia, la investigación sobre los medios de comunicación
social ha de suponer la convergencia de pedagogos con otros especialistas
y disciplinas de la acción social, por cuanto resulta imprescindible
seguir elaborando "una fenomenología de la práctica
que incluya como componente central la reflexión sobre la reflexión
en la acción que llevan a cabo los profesionales en la práctica
de sus ámbitos laborales
Un profesional reflexivo debe estar
atento a los patrones de los fenómenos, capacitado para describir
lo que observa, dispuesto a proponer modelos atrevidos de la experiencia,
e ingenioso para idear pruebas de estos modelos compatibles con las limitaciones
de una situación de la práctica." (Schön, 1992:
280-281).
El estudio de los mass-media, entre otros componentes poliédricos
de la complejidad social, es un buen acicate para intentar comprender
los mecanismos de dominación y sumisión sin dejar de afirmarnos
en la peculiaridad de cada cual, en tanto que ejercicio responsable de
libertad, pero superando en cualquier caso "la cultura de la queja
y del victimismo,
, no dejarnos arrastrar por la magia del consumismo,
dar la misma entidad a las obligaciones que a los derechos,
vencer
la fatalidad,
asumir riesgos." (Fisas, 1998: 379). Resulta
muy procedente tratar de transformar los conflictos de manera constructiva
y con recursos pacíficos en el tejido social mismo, de forma tal
que sea viable la reconciliación entre personas e ideas, construyendo
la denominada "casa de la paz" (Lederach, 1998: 184-185). Ciertamente,
los medios de comunicación social han de incorporar, con la concurrencia
de la ciudadanía, "la educación para la paz" ,
que implica "educar para la disidencia, la indignación, la
desobediencia responsable, la elección con conocimiento y la crítica,
es decir, para salirnos de las propuestas de alienación cultural
y política
El proyecto de cultura de paz, en definitiva,
sólo alcanza sentido en la medida que sea un instrumento útil
para movilizar a la gente, para su propia transformación y la de
su entorno." (Fisas, 1998: 372-373).
En los umbrales del siglo XXI asistimos a lo que viene denominándose
sociedad digital (Majó, 1999: 3-26), que enfatiza sobremanera el
carácter instrumental de las sociedades contemporáneas.
Numerosas voces indican que los próximos años se vislumbran
en el reto de construir sociedades del conocimiento, incorporando cambios
significativos en el seno de cada tejido social que habrán de concretarse
en fenómenos de tipo económico, tecnológico, pero
también político. Desde el análisis económico
se advierte que el tratamiento, el almacenaje y la distribución
de la información supone hablar de costos marginales negativos,
de tal suerte que, incrementando colosalmente la capacidad, no sólo
no se aumenta el costo, sino que éste decrece. También se
constata incidencia tecnológica, ya que al hablar de lo digital
hacemos inexcusable referencia al mantenimiento de códigos compartidos,
en función de los cuales si se pretende información y comunicación
se requiere acuerdo previo entre emisor, receptor y medio de transmisión,
así como asignación de nuevas significaciones en el proceso,
pero necesariamente convergentes al otorgar igual o similar contenido
semántico a cada significante, pero también coincidiendo
sintáctica y fonológica-fonéticamente, esto es, garantizando
la adecuada emisión, recepción, codificación y descodificación.
Para emitir información el código digital no transmite fenómenos,
sino la medida de los mismos. Hacemos alusión a que con la T.V.
digital asistimos a un acontecimiento técnicamente sugerente, ya
que cuando una cámara digital filme descompondrá la imagen
en 625 líneas horizontales y 1000 verticales. Ahora bien, toda
la mejora experimentada y el aumento significativo de capacidad y de calidad
no nos garantiza que aquello que recibimos en nuestro sofisticado computer-televisor
se acerque a la realidad. ¡He ahí la incidencia de los profesionales
de la acción social!. Nuestro potente televisor creará imágenes
y sonidos de acuerdo con una seriación numérica, pero nadie
nos asegura de dónde surgieron dichos números; en definitiva,
nadie nos garantiza que las imágenes reproducidas fueron así
filmadas. Como consecuencia, la televisión, el medio más
masivo, pudiera ser entendido estrictamente como mera realidad virtual,
sólo parcialmente vinculada a los fenómenos de la realidad.
De aquí se deduce que no es descartable que el ser humano pueda
vivir en el equívoco o en el engaño, que lleguemos a otorgar
veracidad a lo que es simple virtualidad, ficción o expresa manipulación.
Otro ámbito a considerar por su entidad es el político.
En Europa existe la voluntad, auspiciada por la Comisión Europea,
de ir liberalizando las comunicaciones y, como consecuencia, cambiando
los monopolios públicos por las pautas del mercado.
El lector, versado o no en estas lindes, advertirá con rapidez
la necesidad de generar programas que supongan un cierto garante de alfabetismo
ontológico y epistemológico respecto del orden pretendidamente
generado y vinculado al dominio del uso más de las tecnologías
de la información que de la comunicación, promoviendo líneas
de formación continuada en el decurso vital de las personas, de
manera tal que se superen las limitaciones inherentes a los sistemas educativos.
Sin renunciar al avance que suponen los nuevos recursos o Tecnologías
de la Información y de la Comunicación (T.I.C.) entendemos,
empero, que la presencialidad y la complicidad vivencial concreta serán
difíciles de eludir en los procesos educativos, vinculando a educador
y a educando en la dinámica de construcción del mundo desde
conocimientos, emociones y experiencias interdisciplinares. Respecto de
las consecuencias para el mundo laboral, da la impresión que la
tecnología de la información, por sí misma, no causa
desempleo, aunque reduce significativamente el tiempo de trabajo por unidad
de producción y, seguramente, empleará de forma exclusiva
a las personas preparadas para los nuevos retos del mercado de trabajo;
la cronificación de la marginación de algunos sectores de
la población no resulta, por tanto, nada desdeñable (Castells,
1997: 293).
La nueva universalidad de la información se entiende y construye
a través de la interconexión de mensajes, esto es, mediante
"su enbrancamiento permanente en comunidades virtuales en formación."
(Lévy, 1998: 13). El lenguaje numérico se halla justo al
inicio de su trayectoria, ya que el ciberespacio se va produciendo a un
ritmo muy acelerado, de tal manera que los estándares de comunicación
multimodal (táctiles, auditivos y el acceso a la visualización
tridimensional interactiva) se erigen en nuevas interfícies vinculadas
al universo de los datos numéricos. La ayuda a la navegación
en la información es uno de los típicos fenómenos
contemporáneos que transforman los significados culturales y sociales
de las cibertecnologías a partir de mapas dinámicos de flujo
de datos y de agentes informáticos inteligentes o knowbots. Cuanto
más se desarrollen los procesos de inteligencia colectiva, que
presupone que se replanteen numerosos poderes establecidos, más
o mejor podrán apropiarse los sujetos y los grupos de los cambios
técnicos y menos llegarán a convertirse en los efectos excluyentes
del movimiento tecnosocial. El ciberespacio, bien usado, se constituye
en un dispositivo técnico de información interactiva y comunitaria
y puede ser considerado como uno de los instrumentos que potencien el
desarrollo de la inteligencia colectiva, por cuanto las personas pueden
intercambiar ideas, artículos, experiencias y observaciones mediante,
por ejemplo, conferencias electrónicas. Se trata de un entorno
que ayuda a las personas, pero que en modo alguno las sustituye ni menoscaba
la ineludible presencialidad en las dinámicas educativas; por ello
defendemos la necesaria alfabetización y conocimiento de los medios
de comunicación social, de su lenguaje, de sus potencialidades
y limitaciones.
En dicha línea, los estudios que legitiman los efectos negativos
aconsejan incorporar la cibercultura, si bien tan sólo en el caso
que sea entendida como una vía que estimule la capacidad participativa
y dialógica, pero también socializadora y emancipadora de
las inteligencias individual y colectiva (Lévy, 1998: 22, 25-27).
Los mass-media continúan implementando la línea cultural
del universal totalizador iniciada por el escrito, de manera tal que como
el mensaje mediático será leído, escuchado y visionado
por millones de personas dispersas, se pretende, errónea y despersonalizadamente,
encontrar un 'común denominador' mental de los destinatarios, considerando
entonces a los receptores únicamente en el mínimo de su
capacidad interpretativa. ¡Nos negamos a tal exceso usurpador! El
mensaje, al circular en un espacio con frecuencia privado de interacción,
no accede al contexto particular de cada persona receptora, desconsidera
su singularidad, sus opiniones y necesidades sociales, su microcultura.
En definitiva, sigue existiendo cada vez más el riesgo patente
de estereotipar o de homogeneizar las personas y las culturas en la idea
occidental y exclusivamente europea de 'aldea global' (tan virtual como
profundamente falsa por lo que hace referencia a los pueblos y a las personas;
más plausible, pero con inequidades obvias, en cuanto a los entornos
telemáticos e informáticos ), que bebe de epistemologías
postpositivistas y de raigambres ontológicas objetuales. Distinto
es entender que las tecnologías de la información y la comunicación
"pueden ayudar a proteger y revigorizar las comunidades locales mediante
la reducción de costes y la mejora de la calidad de los servicios
que pueden ofrecerse a la comunidad o que ésta puede ofrecer. En
esencia, pueden reducirse las distancias de modo que las personas puedan
vivir globalmente en sus propias comunidades." (Blankert, H.; Bosch,
G.; Carlson, B.; Castells, M.; et al., 1995: 16). Hoy se edifica como
necesidad generar un nuevo tipo de civismo, "el civismo informacional:
todos comprometidos en generar mejor información, en facilitar
su localización, en enseñar a entenderla, en ser exigentes
en cuanto a su calidad, etc. La sociedad comprometida con el conocimiento.
El conocimiento como valor social. Y en esto todos tenemos una responsabilidad.
De la misma forma que la limpieza es cosa de todos, el respeto por el
conocimiento como valor personal y económico también lo
será muy pronto
detrás de todos estos nuevos
planteamientos aparece, de manera persistente, la idea de que las ideas
son el motor del futuro. Las ideas para el cambio, la inteligencia colectiva
como dínamo del bienestar
" (Cornella, 1999: 20, 41).
En el fenómeno humano nada hay aséptico y, por tanto, tampoco
la educación se halla al margen de opciones axiológicas
diversas e, incluso, antagónicas. La tecnología, recurso
para el ser humano, no debe esclavizarlo, uniformarlo ni anularlo. Nuestros
pensamientos al respecto quedan bien reflejados en el siguiente aserto:
"La tecnología lleva implícitamente unos valores que
se imponen necesariamente a todos
La tecnología, el sistema
tecnológico, tiene tendencia a monopolizar el saber y los valores
de la sociedad. La tecnología es imperialista. No admite la diferencia
Los métodos de investigación de la tecnología (estadística
y experimentación) se presentan también como los únicos
válidos. Sus instrumentos metodológicos se convierten en
tótems (el ordenador). La persona no tiene aquí nada a hacer.
La persona no tiene valor en el interior del sistema tecnológico.
Para la tecnología todo es cuantificable. Los fenómenos
biológicos, antropológicos, sociológicos, pedagógicos
,
todos están sometidos al cálculo y a la cuantificación
La tecnología ofrece poder y da seguridad. La tecnología
fascina
No es nada difícil convertirse en fiel de su culto,
de su idolatría." Nosotros trataremos de no claudicar: la
pedagogía personalizada, con silueta, expresión y rasgo,
que no reduce importancia a la técnica en educación, pero
que ha "de ser crítica, radicalmente crítica respecto
de este nuevo totalitarismo, de este nuevo imperialismo del mundo contemporáneo:
el imperialismo tecnológico." (Feixas, Marín, Mèlich
y Torralba, 1998: 89-91).
Es probable que los próximos años sean testigos "de
un sinnúmero de casos de abusos de los derechos de propiedad intelectual
y de invasión de nuestra intimidad. Habrá vandalismo digital,
piratería del software y robo de información. Y lo peor
de todo, mucha gente se quedará sin trabajo debido a los sistemas
automatizados y las oficinas cambiarán tanto como lo han hecho
las fábricas. La noción de tener el mismo trabajo toda la
vida ha empezado a desaparecer
Cuando un trabajador siderúrgico
de cincuenta años pierda su trabajo, lo más seguro es que,
a diferencia de su hijo de veinticinco años, le sea imposible adaptarse
al mundo digital. Sin embargo, si un secretario pierde su trabajo, al
menos estará familiarizado con el mundo digital y poseerá
habilidades transferibles. Los bits no se comen; en este sentido no pueden
calmar el hambre. Los ordenadores tampoco son entes morales; no pueden
resolver temas complejos como el derecho a la vida o a la muerte. Sin
embargo
, no podemos interrumpir la era digital. Posee cuatro cualidades
muy poderosas que la harán triunfar: es descentralizadora, globalizadora,
armonizadora y permisiva." (Negroponte, 1995: 269-271). En realidad,
los factores multiplicadores de las tecnologías convencionales,
pese a su gran potencialidad y capacidad de transformación por
todos experimentada, esgrimen valores reducidos y se mantienen en un orden
de magnitud severamente limitado.
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Resulta absurdo negar la utilidad de la comunicación mediante renovados
o innovadores medios (ciberespacio, televisión por cable, software,
fax, radio, telefonía, correos electrónicos, prensa, entre
otros), ya que facilitan la conexión entre las personas y, como
escribe Jean-Henri Bouché Peris (1998: 77-78), incluso "
han sido capaces de romper barreras ideológicas y políticas
al soterrar regímenes autoritarios y dar voz incluso a los disidentes.
Países cerrados a la democracia han sido invadidos por la nueva
tecnología. Movimientos revolucionarios
han cursado sus mensajes
a través de estos medios." Sin embargo, el autor no olvida
mencionar que la carencia de medios y las desigualdades entre países
generan privaciones significativas.
Si seguimos las aportaciones de Gianni Vattimo (1990: 110), advertimos
que "el sistema media-ciencias humanas funciona, cuando mejor funciona,
como emancipación, sólo por cuanto nos coloca en un mundo
menos unitario, menos cierto, y, por tanto, también bastante menos
tranquilizador que el del mito." Con todo, si se pretende que los
mass media corroboren a la tarea educativa de la sociedad, se configura
como prioritario disminuir el efecto nocivo que los entornos mediáticos
pueden generar, cuales son: solipsismos y bloqueos comunicativos en los
receptores; mantenimiento de la audiencia en representaciones o imágenes
falseadas del mundo; fijación en estridencias, comportamientos
disruptivos, violencia, agresiones y maltrato, ya que la ingente cantidad
y calidad de hechos cotidianos positivos que realzan el perfil del género
humano supuestamente parecen ser menos noticiables o con mínima
capacidad de captar la atención y la reflexión de las personas;
tendencia sistemática orientada al mantenimiento de estereotipos;
adicción a los códigos audiovisuales, olvidando el deleite
de la lectura reflexiva; incremento de la impulsividad, dado que preferentemente
en el medio televisivo resulta muy compleja la elaboración de los
diferentes estímulos o sensaciones, procesarlos perceptivamente,
otorgarles tiempo de introspección y contenido ético, modulando
finalmente el propio repertorio comportamental; escasa posibilidad de
imaginación, ya que los medios audiovisuales incluso pueden llegar
a minimizar o anular este recurso genuino cognitivo-emocional de libertad;
tendencia a la uniformización de los mensajes y de las estrategias
para informar y comunicar, seguramente debida a la presión del
fenómeno-masa conocido como 'audiencia', que aspira a deslegitimar
en ocasiones el derecho a la diferencia y, por qué no, a la divergencia;
así como anonimización del auditorio.
Sin poner en duda la existencia de maestros y de escuelas, lo que está
empezando a cambiar en el sistema de educación formal es la estrategia
utilizada para la transmisión de conocimientos, pero sin llegar
a confundir papeles y funcionalidades instrumentales, dado que "el
maestro es el maestro y el ordenador es el ordenador, es decir, cada uno
en su sitio. El maestro es quien está junto al alumno, le atiende,
le escucha y se preocupa por su crecimiento integral. El ordenador [como
los mass-media] es un instrumento,
Hemos de conocer la herramienta
como para poder hablar de ella y, por otra parte, hemos de conocerla para
no cometer el error de que sea la herramienta la que nos use a nosotros."
(Prats, 1999: 22).
La opción por la mediación, renovado baluarte antropológico
de la comunicación y espacio ternario, resulta un método
adecuado de encuentro y análisis conjunto de expertos, profesionales
y ciudadanos con vistas a descubrir que, en modo alguno, los medios pueden
ser entendidos como la vía única de acceso a la generación
de información y, si procede, de conocimiento. En este sentido,
conviene impulsar diferentes usos del lenguaje y con soportes distintos
(receptor de TV o de radio, ordenadores, prensa, cine, vídeo, libros,
pero también, y al mismo nivel, conversación interpersonal
presencial, intercambio de experiencias personales, viajes, encuentros
literarios y filosóficos, seminarios,
). Esta perspectiva
trata de otorgar tanta importancia al mensaje por su contenido semántico
y al entorno o soporte de transmisión como a las personas mismas
y al escenario comunicacional.
Ciertamente, estimamos que los profesionales de los medios pueden, entre
otros, asumir funciones mediadoras mientras se procura el encuentro y
se gestionan espacios y tiempos, pero aquellos no debieran asumir en caso
alguno el papel de letrado, terapeuta o bien la función social
de la judicatura (Haynes, 1995: 58-59). No cabe excesiva duda que si la
escucha prudente, la discreción y el deseo de encontrar y aprender
de los otros fueran constantes de nuestro quehacer, el ser humano mejoraría
sustancialmente, reduciendo los intereses manipuladores e incentivando
la competencia de cada ser humano a la hora de leer e interpretar imágenes
y de construir ideas. Los foros de diálogo, el estudio pormenorizado
de noticias y de programas publicitarios y el mantenimiento de umbrales
significativos de alfabetismo crítico se convierten en una exigencia
ineludible y mediadora y del entorno familiar y socioeducativo (López
Herrerías, 1996: 88-90, 98-99), a partir de metodologías
"foro-dialogales" de construcción y responsabilidad (disco-fórum,
cine-fórum, internet-fórum,
). Ahora bien ¾no
nos engañemos¾, esta opción implica depreciar los
cenáculos de dominio y jactancia en pro de entornos abiertos y
repletos de bucles de interacción, donde se justiprecien las argumentaciones
no endogámicas de la sociedad civil y de la intelectualidad. Hacemos
referencia a seguir entretejiendo redes participativas de capacitación
sociocultural, esto es, impulsar de facto el desarrollo de la comunidad,
"el enriquecimiento de todos y cada uno de los miembros de la comunidad
de manera individualizada " (García Martínez, 1996:
22-23); lo cual nos interpela taxativamente respecto de la imprescindible
reapropiación social progresiva de las funciones informativas y
comunicativas que, quizá por dejadez o hastío, han ido siendo
acaparadas y sustraídas por algunos monopolios económicos
y profesionales, socavando la idea nuclear que la mediación impulsa:
la construcción de la comunidad humana y social a través
del encuentro comunicativo y de los vínculos interpersonales (intelectuales
y emocionales) en presencia de una tercera persona, percibida como neutral
e imparcial y no implicada en la situación conflictual, que por
su talante desnudo de poder, posibilita que las personas en diálogo
sean quienes lideren su proceso de transformación en el decurso
del existir, considerando reflexivamente los referentes éticos
y socioculturales del entorno e interpelando, simultáneamente,
los propios y los ajenos para alcanzar el 'nosotros social'.
En el caso que las educaciones sociales no se apoyen "en los presupuestos
socio-críticos su capacidad transformadora consistirá en
un remedo de adaptacionismo funcionalista que bordeará la solución
de las graves carencias que padece la sociedad
frente a colecciones
estadísticas de datos pretendidamente coherentes con la asepsia
científica; son otro tipo de análisis, esencialmente cualitativos,
los que permitirán investigar y evaluar los progresos (o retrocesos)
que se producen a partir de un proyecto que se revela difícil y
poco atractivo desde el punto de vista de la eficacia funcional y estadística
y de los resultados inmediatos. Pero que, no obstante, es imprescindible
para la reconquista del espacio social expoliado por los agentes de la
dominación. Ésta debe ser, sin duda, la perspectiva de la
intervención socioeducativa que se impulse desde la formación."
(García Martínez, 1996: 25). Los medios "deben responder
al deseo profundo del hombre de comunicarse en verdad con sus semejantes,
de conocer otras culturas y la rica diversidad humana." (Sánchez
García, 1998: 453), favoreciendo la consolidación de aprendizajes
sociales en función de análisis diversos de las situaciones
cotidianas y de su presentación en forma de noticias, reportajes,
debates, editoriales, artículos de opinión, programas de
tiempo libre y ocio, así como diversas tipologías de fórum.
Las dinámicas socializadoras y personalizadoras, garantizadas a
través de la comunicación, han de ser potenciadas, entre
otros vectores de influencia, por los medios, ya que "nos realizamos
en un mutuo acoplamiento lingüístico, no porque el lenguaje
nos permita decir lo que somos, sino porque somos en el lenguaje, en un
continuo ser en los mundos lingüísticos y semánticos
que traemos a la mano con otros. Nos encontramos a nosotros mismos en
este acoplamiento, no como el origen de una referencia ni en referencia
a un origen, sino como un modo de continua transformación en el
devenir del mundo lingüístico que construimos con los otros
seres humanos." (Maturana y Varela, 1996: 155). En este sentido,
resulta ciertamente necesario que tomemos conciencia de la enorme cantidad
de relaciones que, supuestamente garantizadas, requieren de mayor intensidad,
profundización, honradez y escucha activa. Precisamente la escucha,
destreza interpersonal relevante, puede ser educada y aprendida, pero
para ello convendrá desaprender determinadas rutinas y algunos
tópicos u obstáculos en las diferentes esferas de la vida
social: ansiedad vinculada a querer proyectar una imagen "perfectiva"
del self, superficialidad y despersonalización de la comunicación,
tendencia recurrente a imponer las propias ideas, impaciencia e impulsividad,
pasividad, escarnio y, con notoria frecuencia, apariencia de intelectualidad
y vanalización de los referentes éticos. Sólo así
podemos implementar dinámicas mediadoras, que implican ausencia
de coercitividad, actitudes más de artesanía que de ingeniería,
una cultura dialógica y no litigiosa. Hay que superar los repertorios
violentos , por cuanto que la violencia, expresión de bloqueo cognitivo
y emotivo, suele ser "el comportamiento de alguien incapaz de imaginar
otra solución a un problema que le atormenta." (Bettelheim,
1982: 98). El diálogo se erige en el auténtico protagonista,
generando espacios de transformación al margen de la acción
de la justicia y de sus procedimientos habitualmente patogénicos.
La educación, en síntesis, comporta "habla, lucha,
escucha, dialéctica, paciencia, dolor, espera
i, sobretodo,
admiración feliz del crecimiento del otro. Crecer es tener la capacidad
de saber maravillarse de todo
El oficio humano es un oficio de contemplación
expectante feliz
" (Segura, 1999: 153-154).
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Si la comunicación es, efectivamente, el objetivo de las relaciones
sociales y de los mass-media, éstos podrán ejercer funciones
mediadoras, convirtiéndose en un entorno de encuentro entre personas,
ideas, expectativas y necesidades con intencionalidad pedagógica.
El objetivo no radica en resolver conflictos, sino en utilizarlos como una
invitación o un motivo de reflexión responsable y de cambio,
es decir, de transformación. "El conflicto
, es una oportunidad
genuina de interacción y de construcción empática de
aprendizajes alternativos
" (Sarrado, 1998b: 101), "no es
la destrucción de la existencia humana, sino, bien al contrario,
un lugar de crecimiento y desarrollo" (Giró, 1997: 226), aunque
resulta pertinente precisar que "no todos los conflictos pueden ser
mediados. Los conflictos en los que una de las partes o las dos pretenden
destruir la alteridad por la violencia, o ya lo han hecho en un acto delictivo,
y por tanto desean que alguien les dé la razón y les ayude
a convencer al otro de su error o simplemente a imponer su derecho, no pueden
ser objeto de mediación." (Giró, 1998: 23-24). El mediador,
pues, "es un posibilitador de la comunicación entre las personas."
(Sarrado, 1998b: 103). La mediación "no es una cuestión
de fuerza, sino de solicitación libremente aceptada." (Giró,
1998: 22) que, en la actualidad, está de moda "quizás
porque vivimos en una sociedad mediática unidireccional que, paradójicamente,
está muriendo de incomunicación
" (Giró,
1997: 223).
La mediación, de innegable contenido metacognitivo, no es propiedad
exclusiva de ninguna profesión ni disciplina, sino que ha de ser
concebida como una renovada antropología y metodología comunicativa
que requiere de tiempos y espacios de convergencia humana dúctil
al servicio de personas e ideas en cada entorno sociocultural. En la mediación
confluyen diversos profesionales que promueven "una única intervención,
unívoca, con claros espacios de consenso de intervención y
planteando como estrategia metodológica la interdisciplinariedad."
(Riera, 1997: 16). La acción interprofesional es el núcleo
desde el que "
los profesionales buscan y dan respuesta conjuntamente
a las preguntas fundamentales respecto al sentido y la finalidad de cada
intervención. Es en este espacio donde convergen las macrofunciones,
generándose una intervención, multidimensional, pero unívoca."
(Laguna y Riera, 1998: 23), mientras que la interdisciplinariedad, "supone
necesariamente una integración interna y conceptual de diferentes
disciplinas, que rompe la estructura de cada una de ellas para construir
una axiomática nueva y común, con la finalidad de dar una
visión unitaria de un sector del saber." (Riera, 1997: 16).
Las educaciones sociales, como consecuencia, han de configurarse como acciones
sistemáticas y debidamente fundamentadas "de soporte, mediación
y transferencia que favorece(n) específicamente el desarrollo de
la sociabilidad del sujeto (persona, grupo o comunidad) a lo largo de toda
su vida, circunstancias y contextos, promoviendo su autonomía, integración
y participación crítica, constructiva y transformadora en
el marco sociocultural que le envuelve, contando en primer lugar con los
propios recursos personales ¾tanto del educador como del sujeto¾
y, en segundo lugar, movilizando todos los recursos socioculturales necesarios
del entorno o creando, a tal fin, nuevas alternativas." (Riera, 1998:
45). Los diversos actores sociales (ciudadanos, profesionales, asociaciones,
sindicatos, partidos políticos,
) han de participar con los
medios de comunicación social para garantizar la pluralidad, así
como dinámicas orientadas a la equidad social y a la transformación
de las personas a través del diálogo.
Experiencias como la de Rise & Shine Productions ("crecer y brillar"),
que destaca Martí X. March Cerdà (1997: 30-36), posibilitan
la lectura del lenguaje de los medios y la construcción de imágenes,
de tal suerte que se reflejan los propios sentimientos y las realidades
y problemáticas vividas por los sujetos desde una perspectiva crítica.
Lo realmente importante de esta propuesta de educación no formal
es la creación crítica de producción audiovisual por
parte de los mismos jóvenes, que son los actores sociales en este
caso, potenciando una manera edificante de desarrollo personal y comunitario
en una ciudad que alberga severas complejidades, como es el caso de New
York. Los fundamentos pedagógicos de la iniciativa centran su interés
en la construcción de la conciencia crítica respecto de la
manipulación de los mass-media, el descubrimiento de las herramientas
que los medios usan para construir la realidad social, el uso de estrategias
mediadoras para intentar gestionar problemas de manera creativa en el seno
de un equipo, así como impulsar la conciencia política a través
de la interacción con la comunidad. El producto final se concreta
en vídeos que reflejan los sentimientos personales y los problemas
familiares y sociales detectados por los jóvenes mismos, quienes
además presentaron públicamente su estudio, garantizando la
dimensión sociocomunitaria de la experiencia.
Otras experiencias de mediación en el marco de los medios deben concretarse
a partir de facilitar encuentros de análisis y de reflexión,
con la concurrencia de personas de la comunidad (líneas telefónicas
abiertas) y sin corsés temporales. Los medios han de constituirse
en continentes que, adoptando la forma de grupo nominal o de entrevista
abierta de grupo, estimulen un rico contenido socioeducativo, cual es el
de aprender a forjarnos como personas desde el momento mismo en el que adquirimos
la capacidad de relativizar o de incorporar crisis en la dogmática
personal, construyendo el nosotros en presencia de una tercera parte, el
mediador, en tanto que sugeridor o posibilitador de comunicación.
Diríamos que hay que mantenerse colíderes en la dinámica
apasionante de la comunicación social, de forma tal que a inicios
del siglo XXI el hecho de vivir intensamente, como propone Jorge Wagensberg
(1998: 194), no comporte evitar que los estímulos y los artilugios,
las ciencias o las ideologías menoscaben las diferencias individuales
o nos alejen de los fenómenos de la realidad, sino mantenernos socioculturalmente
al margen de dichos prejuicios, aunque lo sean de una mayoría. Los
medios de comunicación social constituyen, simultáneamente,
un relevante sector industrial, un universo simbólico objeto de consumo
masivo, una inversión tecnológica incesante, un terreno de
confrontación y de exhibición política, pero también
y no menos una experiencia individual, grupal y colectiva y, sobremanera,
un sistema de mediación cultural y de socialización, así
como un ámbito de civilización en el que tiene lugar la producción,
reproducción y distribución del conocimiento y una convergencia
de intereses en torno a la información (Wolf, 1987: 11-16).
Resulta bastante obvio que, en modo alguno, hacemos referencia a un destinatario
pasivo que se vincula al fenómeno-masa, ya que con Ortega y Gasset
(1930) optamos por defender que la masificación, entendida como manipulación
y caldo adecuado para el desarrollo de lo anónimo, acrítico
y estereotipado, puede llegar a despreciar lo diferente, lo propio y singular,
lo personal o autóctono; las aportaciones socioculturales, en definitiva.
Las ciencias sociales y, como consecuencia, también la pedagogía,
si se reducen a la estricta recogida y clasificación de datos "objetivos",
así como a su análisis, niegan la posibilidad de que las diferentes
experiencias de los usuarios de los medios construyan sus mediaciones sociales,
emocionales y cognitivas. En suma, renuncian a la posibilidad comunicativa
de los medios de comunicación social y, sobre todo, a la potencialidad
del desarrollo y perfeccionamiento humano a través de la
educación, ya que educarse comporta hacerse o configurarse a partir
de la confluencia dialógica con la alteridad, de la coparticipación
y del coliderazgo resemantizador. Como advierte Josep Mª Terricabras
(1998: 11, 13), en el ámbito de la educación y de las mediaciones
educativas vinculadas al uso y abuso de los mass-media, conviene interponer
un proceso de observación atenta y reflexiva de la vida cotidiana,
ya que seguramente éste es el camino más natural y más
cercano a los educadores y educandos para entender y entenderse, accediendo
a la comprensión del mundo y de la vida, en el bien entendido, sin
embargo, que pensar comporta nunca acabar, es más una exigencia que
una meta, como la capacidad misma de dialogar. Compartir nuestros pensamientos
con los otros supone compartir con ellos el lenguaje vivo, en tanto que
lo hablamos, pero también que nosotros vivimos como humanos por el
hecho de que usamos algún lenguaje. Aprender un lenguaje no supone
únicamente conocer fonética, sintaxis, léxico, semántica,
sino que además se interiorizan diferentes maneras de vivir y de
ver las cosas, aunque no se trate aquí de defender que las opiniones
vengan determinadas por la comunidad lingüística. Las diferencias
y discrepancias entre las personas son y han de ser significativas, e incluso
difícilmente reconciliables, pero el hecho de mantener diatribas
dialécticas y discusiones debe conducirnos a entender que, en el
caso que seamos capaces de constatar que no nos entendemos, ya entendemos
mucho, que no nos entendemos y, por tanto, mantenemos, de facto, comunicación.
Éste es el gran interés que la mediación introduce
como metodología dialógica y convicción antropológica
del ser con el otro: la comunicación ternaria, que no binaria; lucha
en la que "se compromete el mediador; lo sepa exactamente o sea poco
consciente de ello, está situado en la crisis de la civilización
actual, que es fundamentalmente una lucha entre lo binario y lo ternario.
Esta lucha no es en absoluto una abstracción, un cuento o un chiste:
dejar ganar pura y simplemente a lo binario es olvidar la infinita diversidad
de culturas de nuestro planeta
La lógica dialéctica
se muestra tan operatoria porque respeta mejor la complejidad de lo real."
(Six, 1997: 161-162). Se trata, en síntesis, de la posibilidad de
la comunicación para la transformación (Riskin, 1982, 1984;
Davis, 1989; Menkel-Meadow, 1991; Dukes, 1993), en la que "la meta
más importante consiste en originar el crecimiento moral y transformar
el carácter humano
Esta historia destaca la capacidad de la
mediación para promover la revalorización y el reconocimiento,
porque cuando estas formas entran en conflicto, significa que la meta final
del desarrollo moral ha sido alcanzada hasta cierto punto por una de las
partes o por las dos." (Baruch Bush y Folger, 1996: 57).
Los medios de comunicación social son, pues, concebidos como instancias
espacio-temporales de encuentro y de búsqueda incesante entre emisores
y receptores, receptores y emisores en presencia de un tercero percibido
como catalizador equitativo y neutral, proyectándonos todos a la
concienciación social, a la mejora de la colectividad y a impulsar
el tejido asociativo desde el consenso argumentativo. Como dicen Maturana
y Varela (1996: XIII), "
la creación de consenso sobre
el operar de nuestros procesos de aprendizaje social, se visualiza como
la única alternativa válida racional que nos va quedando para
disminuir las tensiones sociales y revertir el proceso de desintegración
de las sociedades modernas, llevando en cambio a estas últimas a
una construcción social de colaboración mutua."
La comunicación que defendemos no debe olvidar, por tanto, el encuentro
cara a cara, ya que así evitamos desgajar palabra y gesto; sutilezas
de la expresión facial y tipología de ubicación proxémica;
contexto; mirada; cualidades de la voz (ritmo, tempo,
), cualificadores
vocales (intensidad de voz), caracterizadores vocales (risa, bostezo,
),
segregaciones vocales (estereotipias), entre otras formas paralingüísticas
o vinculadas a cómo decir algo; cinésica y uso de artefactos
diversos (ropa, perfume,
). Dicho de otra manera, en una sesión
de mediación las señales producidas son relevantes, pero mucho
más la edificación del código interno, esto es, la
interpretación de la señal y el proceso mismo de atribución
de significado (Knapp, 1995: 15-26). Obtener y facilitar feedback y escuchar
activamente ayuda a evitar distorsiones en la dinámica comunicativa,
de tal guisa que antes de proponer reflexiones o de responder a una cuestión
planteada por el interlocutor, resulta pertinente garantizar que se ha comprendido
o descodificado el mensaje con los matices necesarios, escuchando con atención
al otro sin introducir juicios rápidos o interpretaciones prematuras
(Munduate y Martínez, 1998: 91-94). Comunicarse satisfactoriamente
implica haber garantizado un escenario de diálogo transformador no-directivo
y de interpretación rigurosa y responsable. La mediación otorga
potencialidades y competencias a las partes y, por tanto, las habilita,
en tanto las reconoce y valora como líderes de su proceso. El mediador,
como señala Jordi Giró (en prensa), ni es especialista-terapeuta
ni, como tal, científico, sino una persona capacitada en comunicación
humana, pero "a la postre uno más, sin distinción de
grado, que introduce una relectura ternaria a una situación de comunicación
sólo si las partes lo quieren, y para la cual los mediores están
enteramente capacitados y preparados o, al menos, tan bien preparados como
el mediador." Para el modelo de mediación centrado en la comunicación
y la transformación (revalorización y encuentro), "los
conflictos no son enfermedades o desequilibrios que hay que extinguir inteligentemente,
sino la manifestación de un aspecto especialmente importante y sensible
de la persona o de la sociedad que hay que reconocer, atender y gestionar
adecuadamente. Las crisis, los desequilibrios, las tensiones y los conflictos
son el fundamento de la evolución personal y social y, por lo tanto,
en ellos se manifiesta una señal o una oportunidad de crecimiento
y evolución; las crisis son síntomas de que la vida se está
renovando y enriqueciendo." (Giró, en prensa). Estas aportaciones
evidencian la necesidad de formación mediadora en el tejido social,
pero para ello se hace necesaria la investigación y las evaluaciones
diagnósticas conducentes a la planificación de dicha formación,
pero en el bien entendido que "la identificación de las necesidades
de formación es el primer paso de la planificación de la formación,
"
(Bou, Marro y Pineda, 1999: 68).
A modo de síntesis global, las funciones mediadoras a desarrollar
en el tejido social por los medios y por los diferentes agentes sociales
pueden precisarse como sigue :
· Habilitar personas y colectividades.
· Potenciar el discurso ternario.
· Estimular la percepción de neutralidad del mediador por
los mediores.
· Facilitar el encuentro entre las personas.
· Estimular la transformación que las personas pretendan.
· Potenciar los escenarios equitativos y el desarrollo ético
al nivel que las partes estimen.
· Favorecer la reflexión, corresponsabilización y
el compromiso interpersonal.
· Estimular dinámicas de comprensión distintas de
la situación inicial.
· Revalorizar las personas y el reconocimiento mutuo.
· Estimular el proceso humanizador y de liderazgo de las personas
respecto de su propio proceso vital.
· Resemantizar con la alteridad: cognición transformadora.
La mediación posee una enorme entidad pedagógica, ya que
"potencia el proceso de crecimiento personal mediante el reconocimiento
de los deseos, de las necesidades y del propio saber, todo ello envuelto
por la mirada capacitadora de la educadora y educador que otorga a la
mujer y al hombre la posibilidad de proyectar su expresividad más
profunda. Esto implica establecer un vínculo de relación
basado en la confianza, la reciprocidad, el afecto, la escucha y la comprensión,
que se alimenta del diálogo continuo que 'parte de mí hacia
ti y de ti hacia mí'. Un vínculo de relación que
acompaña y sostiene el deseo de cada una o uno en su propio proyecto
de autorrealización personal." (Casado, 1999: 20-21).
Los medios y, especialmente, la T.V. lamentablemente se han convertido
en el gran campo de acción de lo binario (producto televisivo y
consumo del mismo por parte de los espectadores), habida cuenta que el
objetivo resulta obvio: mantener al telespectador con fidelidad pasiva
a la cadena de que se trate, al considerarlo como "un pion dans l'échiquier,
un pion tenu au bout d'une chaîne; on supprime 'le troisième
homme' qu'il est en lui faisant miroiter qu'il est un véritable
interlocuteur, alors qu'on lui fait servir les intérêts de
la châine, alors qu'il est entre les mains du marionnettiste."
(Six, 1999: 8).
El mediador, sin más autoridad que la que le reconocen los mediores,
ha de posibilitar y potenciar el encuentro fecundo de los protagonistas.
La mediación adquiere valor pedagógico en tanto que es considerada
el arte y la ciencia de la relación, de la búsqueda incesante
de la alteridad.
Diríamos, en suma, que las principales aportaciones de la mediación
vienen dadas por los rasgos que, aunque de raigambre interdisciplinaria
e interprofesional, también pueden invitar a la reflexión
desde la disciplina pedagógica (Sarrado, Riera & Boqué,
2000):
· Nutre una cultura dialéctica que utiliza metodologías
orientadas a fomentar el crecimiento emocional y cognoscitivo de las personas.
· Otorga capacidad de anticipación o preventiva en el complejo
tejido de las relaciones humanas.
· Habilita a las personas para la comunicación y la responsabilidad
solidaria.
· Facilita que tenga lugar el 'nosotros' desde la posibilidad de
resemantización y de compromiso intersubjetivo.
· Activa las capacidades y potencialidades de las personas al buscar
un nuevo horizonte de sentido, pero también dinamiza las vías
y los procesos necesarios para que cada quien (considerado inividualmente
y con el otro) asuma el liderazgo de su secuencia vital.
· Genera espacios y tiempos destinados a las personas, a su fortalecimiento
y revalorización.
· Suscita un escenario que permite el análisis racional
de situaciones o problemas, pero no busca vías de solución
necesariamente estereotipadas de los mismos ni pretende erigirse en alternativa
al sistema judicial.
· Genera secuencias comunicativas equitativas.
· Fomenta el contenido ético del comportamiento de las partes.
En el caso que se detecte manipulación, violencia o bien uso abusivo
del poder, se pone fin a la dinámica mediadora.
· Estimula la libre expresión, preservando la confidencialidad
y el secreto respecto de contenidos, emociones y comportamientos, expresados
tanto en códigos verbales como analógicos.
· Aglutina únicamente los intereses y las expectativas de
las partes.
· Estimula la generación de tejido asociativo y la confluencia
de finalidades comunes entre las personas.
· Potencia que el intercambio y el consenso de significados se
realice en base al conocimiento y al consentimiento explícitamente
informado respecto de las consecuencias de cualquier decisión que
los mediores tomen.
· Considera la divergencia cultural y las características
diferenciales del entorno donde tiene lugar la secuencia mediadora.
· Pretende minimizar las hostilidades iniciales entre las partes
desde el encuentro mismo, a diferencia de los procedimientos adversariales
y litigiosos.
· Invita al ejercicio de aprendizajes que surgen de situaciones
no previsibles a priori.
· Suscita una lógica ternaria, otorgando igual valor a cada
una de las tres instancias o de los grupos participantes.
· Potencia la escucha activa y la apropiación de las situaciones
vividas (tanto las de cada quien como las ajenas).
· Facilita una racionalidad inductiva e ideográfica.
· Invita a la transformación y al cambio de los referentes
de las personas, creando nuevas o renovadas opciones a lo largo del proceso
mediador. Para ello incide en las representaciones (más o menos
erráticas) y en los sentimientos de los/as mediores/as.
· Proporciona, desde la participación y el debate creativo,
más que reducción del número de conflictos competencia
cooperativa para idear alternativas de más calidad a los problemas.
· Favorece la coexistencia de diferentes estilos de aprendizaje
relacional, que enriquecen especialmente el tejido interactivo en el caso
de personas o grupos que, por necesidad, se relacionan continuamente.
· Confía en las capacidades y competencias de las personas,
generando expectativas positivas de uno mismo, del otro, del proceso y,
si así se considera, también de los resultados.
· Reconstruye entornos sociales degradados o construye aquellos
inexistentes, favoreciendo el establecimiento de nuevas relaciones y lazos
interpersonales.
La mediación, como antropología renovada y metodología
transdisciplinaria de reflexión, coparticipación y responsabilización,
sin ser panacea, posibilita el crecimiento de personas y colectividades.
¡ Éste es el reto ¡: Convertirse por opción
explícita, por expresa volición en seres humanos con capacidad
intercultural de conformación con los otros y desde la gratuidad.
La máxima expresión de la condición humana presupone
la entrega a la alteridad sin contrapartidas, pero simultáneamente
ausente de "cofoísmo".
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