Introduzione

3 WMF ITALIA 2000

Las funciones pedagógico-mediadoras de los medios de comunicación social: Un entorno interdisciplinario e interprofesional crítico.

JUAN JOSE' SARRADO SOLDEVILLA


ABSTRACT

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Papers
   


Country:
Spain

Language:
Spanish
English


In the present societies and, apparently, in an increasingly globalised virtual environment, social changes and technological advances should be compatible with transformational processes of people, groups and communities, preserving the identity of each one as a source of ethic interaction and a process of shared social signification. In this sense, socio-educational initiatives, linked to the respective socio-cultures, should guarantee that the community members become social players, in such a way as to let them conceive themselves as skilled for ternary communication (dialectical triangulation), leading their own transformational dynamics, by using mediating metacognitions of reflection and responsible commitment. Mass media must promote the mediating role of human communication in people's daily life through meeting, face-to-face, dialectical settings that give priority to understanding and even to the legitimisation of disagreement. Information and communication technologies, together with the social fabric and social action professionals and disciplines, must ignore the search for globalising universals, whose only aim is to homogenise and stereotype people and cultures, opting for experiences of reciprocity, of generating new meanings, as well as of healthy interaction.


PONENCIA

En las sociedades actuales y, aparentemente, en un entorno virtual cada vez más globalizado, los cambios sociales y los avances tecnológicos han de ser compatibles con los procesos de transformación de personas, grupos y comunidades, preservando la identidad de cada quien como fuente de interacción ética y garante de significaciones sociales compartidas. En este sentido, las iniciativas socioeducativas, vinculadas a las respectivas socioculturas, han de promover que los miembros de la colectividad se erijan en actores sociales, de forma que, haciendo uso de metacogniciones mediadoras, de reflexión y de compromiso responsable, se autoconciban habilitados para la comunicación ternaria (triangulación dialógica) y lideren las propias dinámicas de transformación. Los mass-media deben promocionar las funciones mediadoras de la comunicación humana en la vida cotidiana misma de las personas a través de escenarios de encuentro, cara a cara, dialécticos, que prioricen el entendimiento e, incluso, la legitimación del desacuerdo. Simultáneamente, con la confluencia del tejido social y de las disciplinas y profesionales de la acción social, han de ignorar la búsqueda de universales totalizadores, que únicamente pretenden homogeneizar y estereotipar las personas y las culturas, optando por experiencias de reciprocidad, de generación de nuevos significados, así como de sana interacción.


Profesor de los estudios de Pedagogía y Psicopedagogía. Facultad de Psicología y Ciencias de la Educación Blanquerna.

Profesor invitado del curso de experto en intervención psicoeducativa con adolescentes y jóvenes en conflicto sociopersonal.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las funciones pedagógico-mediadoras de
los medios de comunicación social:
Un entorno interdisciplinario e interprofesional crítico.

 
 

1. Hacia un breve análisis de los medios de comunicación
y de sus componentes tecnológicos.
Implicaciones sociopedagógicas.

 
 

En el mundo actual, aparentemente cada vez más globalizado, los cambios sociales y los procesos de transformación tecnológica, económica y axiológica se erigen en una constante que, entre otros componentes, genera despersonalización y desestructuración de las organizaciones, así como progresiva deslegitimación de las instituciones sociales. Ello provoca que se vuelva a buscar, como antaño, la identidad como fuente de significación social compartida. Asistimos a una división fundamental entre el instrumentalismo abstracto y universal y las identidades particularistas con raíces históricas, de tal forma que las sociedades actuales se estructuran de manera creciente en torno a una oposición bipolar entre la red y el yo, entre el sistema interconectado de información y cada mismidad. De estos prolegómenos es fácil inducir una paulatina e intensa tendencia a fisurar los procesos comunicativos, detectando fundamentalismos diversos y fragmentación social. Las identidades se tornan necesariamente más específicas, pero a su vez se incrementan geométricamente las dificultades inherentes a poderlas dialogar, comprehender y, en su caso, compartir.

No en vano algunos defendemos que las iniciativas que vayan surgiendo de educación social o de acción socioeducativa habrán de maximizar que los miembros de cada colectividad, sociedad y sociocultura se erijan en actores sociales, incorporando reflexión y acción como vías de conexión emocional y cognitiva tendentes a la complicidad, al compromiso y a la mejora. En este sentido, los estados y las instituciones de las diferentes sociedades pueden detener o estimular la innovación tecnológica por cuanto expresan, organizan y, con frecuencia, aspiran a dominar panópticamente las fuerzas sociales y culturales en un espacio y tiempo dados. No resulta azaroso o accidental que la revolución tecnológica actual se originara y difundiera en un período histórico de reestructuración del capitalismo, para el que la tecnología fue una herramienta fundamental sobre todo a partir de la década de los '80 (Castells, 1997: 29-30, 39), manteniendo la interrelación empírica de los modos de producción con los modos de desarrollo . Hoy presenciamos el surgimiento de una nueva estructura social, asociada a un novedoso modo de desarrollo, el informacionalismo, que reformula el modo capitalista de producción hacia las postrimerías del siglo XX. En palabras del eminente sociólogo (1997: 47), "todas las sociedades están afectadas por el capitalismo y el informacionalismo, y muchas de ellas [sin duda todas las principales] ya son informacionales, aunque de tipos diferentes, en escenarios distintos y con expresiones culturales/institucionales específicas." Coincidimos con el autor citado al concebir la identidad como el proceso mediante el cual un actor social se reconoce a sí mismo y construye los significados en virtud sobre todo de un conjunto de atributos culturales determinados, con la exclusión de una referencia más amplia a otras estructuras sociales.

Cuando la red desconecta el yo, éste, individual o colectivamente entendido, construye sus significados sin la referencia instrumental global. Las tecnologías de la información comportan "el uso del conocimiento científico para especificar modos de hacer cosas de una manera reproducible" (Brooks, 1971: 13; Bell, 1976: 29). Asimismo, el texto electrónico permite una flexibilidad de retroalimentación, interacción y configuración mucho mayor, mientras que la telecomunicación, combinada con la flexibilidad del texto, facilita una programación de espacio/tiempo ubicua y asíncrona.
En la actualidad, usuarios y creadores pueden converger en las mismas personas. De ello se deduce una estrecha relación entre los procesos sociales de creación y manipulación de símbolos (cultura de la sociedad) y la capacidad de producir y distribuir bienes y servicios (fuerzas productivas). De esta manera, los contextos culturales e institucionales y la acción social intencionada interactúan decisivamente con el nuevo sistema tecnológico, sin olvidar que la velocidad de su difusión es selectiva tanto a nivel social como funcional. Dicho de otro modo, existen vastas áreas del mundo occidental y amplios y diversos segmentos de población excluidos del sistema tecnológico, negándoles el principio de igualdad de oportunidades o de potencialidades. Los profesionales de las ciencias humanas, la actividad política y la ciudadanía en general adquieren un ineludible compromiso con la ingente cantidad de personas que, de inicio, pueden considerarse marginadas de la urdimbre informativa y, como consecuencia, de la posibilidad de participar en la generación de conocimiento.

La familia fue la institución que principalmente lideró y condujo el discurso público, interponiéndose entre individuo y sociedad en la era verbal, la escuela asumió dicho papel en la era de la escritura, mientras que hoy los medios de comunicación social lo hacen en la era audiovisual (Sáez, 1997: 13-15), si bien no es menos cierto que hoy el hombre de la información y de la comunicación no comparte necesariamente construcciones intelectuales y experiencias concretas a través de los entornos mediáticos, sino que, en el mejor de los casos, puede recibir relatos, pero éstos no le pertenecen por cuanto no los ha vivido ni simbolizado. Entendemos que, para hablar de dinámicas mediadoras entre el ser humano de hoy y los entornos mediáticos, se impone la personalización, el diálogo, la habilitación, la comunicación entre profesionales, expertos, instituciones y usuarios de la acción socioeducativa, de tal guisa que los especialistas de los medios faciliten el encuentro y promuevan el análisis de situaciones con la intencionalidad expresa de que el proceso se torne constructivo, edificante, responsabilizador y profundamente humano, lo cual ha de concretarse en la cognición de finitud, de limitación y de búsqueda discreta de conocimientos nuevos que, a priori, garanticen la apertura constante a la conciencia de ignorancia. De hecho, uno de los primeros papeles asignados a la educación consiste en "dar a la humanidad el control de su propio desarrollo. En efecto, ha de permitir que cada quien se haga cargo de su destino para contribuir al progreso de la sociedad en la que vive, basando el desarrollo en la participación responsable de los individuos y de las comunidades." (Delors, Al Mufti, Amagi, Carneiro, et al., 1996: 70).

Seguramente, resulta de cierta urgencia saber cambiar la lectura que desde A. Compte se ha hecho del conocimiento y de la ciencia, optando por vías metodológicas de cariz cualitativo. De hecho, la historia de la ciencia no es nada más que la historia de los cambios de opinión científica y, de hecho, todo progreso comporta asumir riesgos. Así pues, "… es bien cierto que las nuevas tecnologías, mal usadas, adormecen la imaginación" (Wagensberg, 1998: 95). En ocasiones puede parecer que algunos avances interpelan a sus autores con sólo un equívoco y esquivo progreso creativo, edificando una ciencia más formal que intersubjetiva, más estereotipada que dialéctica. Por el contrario, la investigación científica en ciencias humanas ha de promover formas de conocimiento en las que confluyen imaginación, representación, interpretación y compromiso. Coincidiendo con J. Wagensberg (1998: 103-105), cuando hablamos de los medios de comunicación social conviene hacer un uso adecuado de la comunicación científica y, por tanto, de tres tipos de emociones interdependientes que vinculamos al tema de estudio:

· La interactividad manual, que se basa en la experimentación y en la necesidad que el cerebro tiene de participar en el devenir del entorno.
· La interactividad mental, según la cual existe un antes y un después del uso de los mass-media, de la experiencia, de tal forma que se plantean interrogantes, dudas, analogías, paradojas, contradicciones e ideas diversas.
· La interactividad emocional, que contempla el sentido pedagógico-artístico requerido para comunicar la ciencia e impactar el ánimo del usuario.

Con seguridad, "la idea fundamental para la transmisión de conocimiento consiste en la tendencia a poner al destinatario de la transmisión literalmente en la piel de quien lo ha elaborado" (Wagensberg, 1998: 127). Se trata, en definitiva, de generar estímulos para la comunicación, de devolver a las personas el liderazgo respecto de sus contenidos comunicacionales, en el bien entendido que sólo puede transmitir el goce de la comunicación quien lo ha experimentado, ya sea para hacer llegar a la alteridad conocimiento científico, artístico, religioso y mitológico o para canalizar la emotividad. En cualquier caso el mejor garante para nuestra noble finalidad, la comunicación, comporta evitar falsedades, trucos o artilugios superfluos, así como insinuaciones que desvirtúan la calidad del conocimiento y de las emociones transferidas. La pedagogía, como disciplina, se erige en una dimensión presente en todo tipo de conocimiento, ya que se trata de "un aspecto que se deriva de la transmisibilidad no genética del concepto conocimiento, una transmisibilidad íntima e indisoluble ligada a su credibilidad." En síntesis, considera el proceso de transformación y de autonomía de los sujetos, erigiéndose en la disciplina que busca la socialización crítica y que se configura como espectro artístico de creación y de transmisión de estímulos para el conocimiento (Wagensberg, 1998: 127, 192), de tal forma que los escenarios y los medios de comunicación social resultan uno de los espacios y tiempos idóneos para favorecer la indagación, la duda y el reto de querer aprender. Para ello disponemos, como mínimo, de dos recursos diferenciados: 1. Nuestro altruismo biológico natural y la necesidad que tenemos como individuos de formar parte de grupos humanos; fenómenos que tienen lugar en un medio social, el inmediato, el sociocultural, en tanto que ámbito inicial de simbolización. 2. Los seres humanos asistimos a nuestras enormes posibilidades de transformación del propio mundo, lo cual resulta factible únicamente desde las capacidades genuinamente humanas de reflexión consciente y responsable (Maturana y Varela, 1996).

Sólo a partir del reconocimiento del otro se vislumbra nuestra realización existencial como seres sociales y sociables. La incorporación de actitudes o de perfiles mediadores en las ciencias sociales y en su desarrollo profesiográfico ayuda a la necesaria transformación no exclusiva de los componentes cosificables del mundo, sino la de nosotros mismos y la del tipo de relaciones sociales que desarrollamos. Los mass-media han de facilitar este entorno, de forma que los sujetos puedan aportar y compartir sus significados en el seno mismo de la vida cotidiana. En palabras de Humberto Maturana y de Francisco Varela (1996: XIV-XV), "si ante la diferencia con otro reaccionamos, por lo general, sellando el valor, el significado de tal diferencia, con el estigma de una divergencia cultural (o personal) que revela una incompatibilidad de fondo que no estamos dispuestos a revisar, nunca lograremos una convivencia creativa y siempre estaremos generando el rencor que se convierte en un agresivo control o bien en una sumisión hipócrita. Por esto, y debido a que tal dinámica no tiene salida desde sí misma, sino desde un plano nuevo de comprensión de tal situación, mientras no se busque tal plano, ocurrirá lo que actualmente ocurre, esto es, que por no saber qué hacer ni cómo reflexionar para absorber tales contradicciones, nos empantanamos cada vez más profundamente en la defensa de nuestras inamovibles certidumbres, lo que alimenta precisamente la violencia social en un destructivo círculo vicioso." La prudencia y la conciencia crítica pueden llegar a ser buenos remedios para las verdades absolutas, excluyentes e inobjetables de algunos, los defensores de la 'verdad objetiva y real'. En la línea que propone A. C. Gallego (1999: 113-114), bastará con acercar los vínculos entre las personas y los contenidos científicos para advertir la riqueza de cualidades de los postreros, ya que de súbito asistimos a la vivencia de la complejidad, así como a la experiencia dinámica, simbólica y significativa de la cultura y de la subjetividad humana, en un entorno tan diverso como dialógico.

La ciencia y el conocimiento en general suponen, en última instancia, una ideología social y agológica que legitima ciertos saberes y acciones; la teoría aparece profusamente impregnada de valores y de componentes éticos, supera el sentido instrumental y de práctica personal para incidir críticamente en las instancias de poder, y el papel del investigador se centra en la preocupación por hallar contradicciones, en abandonar la mera descripción escogiendo la intervención directa en la acción (Sarrado, 1998a: 512).
Si los mass-media pretenden introducirnos en un tejido social supuestamente baluarte de la verdad objetiva, dicha intención ha de ser justipreciada, a fin de evitar la cosificación de la comunicación humana. Por el contrario, los medios han de identificar fenómenos desde posicionamientos y ópticas diversas, potenciando la coexistencia de verdades o de argumentaciones surgidas de la reflexión que compromete a la búsqueda del entendimiento, ya que desde esta posición antropológica los seres humanos podremos aperturarnos "unos a otros espacios de coexistencia, en los cuales la agresión sea un accidente legítimo de la convivencia y no una institución justificada con una falacia racional." (Maturana y Varela, 1996: XV). El hombre, en palabras de José Ángel López Herrerías, "es, quien abierto al ser, permite que éste llegue a su presencia en el lenguaje. No cuidar o atender el lenguaje es el máximo atentado de desvirtuación humana." (1996: 65). Los medios pueden y deben ser decodificados como un espacio psicosociopedagógico genuino, donde fluya a borbotones pensamiento, palabra, gesto, empatía, comunicación, intencionalidad de promover el encuentro: auténtico proceso de realización del ser personal y social. Si se pretende que este aserto sea cierto, hemos de evitar el empobrecimiento del lenguaje, su vanalización, ya que en dicho caso tan sólo se transmiten estereotipos, no significaciones (López Herrerías, 1996: 68). Coincidimos con L.S. Vygotski cuando advierte que "el significado de la palabra es un fenómeno del pensamiento mientras éste esté encarnado en el lenguaje, y de él habla sólo en tanto esté relacionado con el pensamiento, e iluminado por él. Es un fenómeno del pensamiento verbal o del lenguaje significativo, una unión de palabra y pensamiento." (1977: 160-161).

La ingente masa de información que nos bombardea incesantemente, la brutal competitividad, la acelerada gestión del tiempo, la cibercultura, los e-mail, entre otros componentes, han facilitado vías rápidas de acceso a un enorme caudal, si bien a la par nos van privando de la vivencia del gesto, del diálogo presencial, de la conversación pausada y plena de matices, del tiempo que requieren los procesos comunicativos, del tono, del acento, de la posibilidad de compromiso riguroso y responsable. Asistimos a la priorización abusiva de la imagen en detrimento del verbo, del discurso, de tal forma que nos vamos restringiendo en simples consumidores de información con soporte audiovisual, hacemos uso de estilos comunicacionales prerreflexivos y sincopados, con escasa o vaga implicación argumentativa. Lo valioso o lo importante se halla vinculado casi exclusivamente a la rapidez informativa, no a la elaboración y transformación axiológica en el seno mismo de la dinámica discursiva. Aparece como imperativo ineludible evitar tanto la cultura de la homogeneización como el inmediatismo compulsivo que pretenden los medios, accediendo a secuencias de auto y heteroreflexión sosegada y adulta; una de las vías propedéuticas que posibilita el crecimiento de personas, grupos y comunidades en potencial solidario y en umbrales significativos de compromiso y de encuentro interdisciplinar.

Los medios esgrimen y explicitan su incidencia o poder social no tanto al decirnos qué pensar o los contenidos del pensamiento (que también), sino mucho más cuando plantean los ámbitos temáticos sobre qué pensar. Al centrarse de manera obsesiva en la imagen (Moles, 1978) se atomiza el universo perceptivo, impulsando aún más el deseo falaz, tecnológico o simplemente virtual, de la globalización ("aldea global"), que algunos se esfuerzan por imponer cual si se tratara de un traje-tipo, si bien con independencia de las medidas, potencialidades y tradición cultural de cada quien. En el caso de la televisión, "les choix qui s'opèrent… sont en quelque sorte des choix sans sujet. … l'audimat exerce un effet tout à fait particulier; il se retraduit dans la pression de l'urgence. La concurrence entre les journaux, la concurrence entre les journaux et la télévision, la concurrence entre les télévisions, prend la forme d'une concurrence temporelle pour le scoop, pour être le premier." (Bourdieu, 1996: 26, 29).

Abundando en el medio televisivo, Umberto Eco (1985) plantea que los profesionales saben de su poder para incidir en las preferencias del público, de tal guisa que se suele "educar" [para nosotros, aleccionar] a la audiencia en función de los intereses de las firmas o de las marcas anunciantes y de los núcleos de poder económico y político. La lucha por conseguir mayores umbrales de audiencia y el impacto masivo de los productos televisivos conlleva una lucha feroz, anómica y con escasa o perversa fundamentación ética, pero no por ello se dejan de proyectar "valores" o contravalores, así como determinados estilos de comportamiento. ¡No será que lo que se etiqueta como libertad de expresión sólo alcanza a ser quimera, estricta impulsividad, negación de identidad, carpe diem, estúpida e irracional seducción, cómodo anclaje en la ignorancia, ausencia de implicación, temor ante las dificultades y exigencias del conocer! Nuestras sociedades, intensamente vinculadas a un hedonismo situacional, quizá han olvidado expresamente que el pensamiento conduce al compromiso personal e intersubjetivo, a la crisis, a la duda, al deber ético ¾casi épico¾, al servicio desinteresado a la alteridad, a la conformación de complicidades y resemantizaciones, a la dinámica de transformación personal y colectiva, a la gratuidad y generosidad en las redes relacionales, al notorio esfuerzo que conlleva hacerse y hacer, al goce estético. Éste es el auténtico nódulo socioeducativo de civismo, tolerancia y cultura de paz que nos interpela por opción antropológica, convicción y profesión. El conflicto, fenómeno consubstancial a la vida y al desarrollo humano, nunca es un componente cognitivo y afectivo estático, sino que "es expresivo, dinámico y dialéctico por naturaleza; está basado en las relaciones. Nace en el mundo de las intenciones y las percepciones humanas. Cambia por la constante interacción humana actual y él mismo modifica continuamente a las personas que le dieron vida, ejerciendo un efecto en el entorno social en el que nace, se desarrolla y quizá muere." (Lederach, 1998: 91-92).

Como consecuencia, la investigación sobre los medios de comunicación social ha de suponer la convergencia de pedagogos con otros especialistas y disciplinas de la acción social, por cuanto resulta imprescindible seguir elaborando "una fenomenología de la práctica que incluya como componente central la reflexión sobre la reflexión en la acción que llevan a cabo los profesionales en la práctica de sus ámbitos laborales… Un profesional reflexivo debe estar atento a los patrones de los fenómenos, capacitado para describir lo que observa, dispuesto a proponer modelos atrevidos de la experiencia,… e ingenioso para idear pruebas de estos modelos compatibles con las limitaciones de una situación de la práctica." (Schön, 1992: 280-281).

El estudio de los mass-media, entre otros componentes poliédricos de la complejidad social, es un buen acicate para intentar comprender los mecanismos de dominación y sumisión sin dejar de afirmarnos en la peculiaridad de cada cual, en tanto que ejercicio responsable de libertad, pero superando en cualquier caso "la cultura de la queja y del victimismo,…, no dejarnos arrastrar por la magia del consumismo,… dar la misma entidad a las obligaciones que a los derechos,… vencer la fatalidad,… asumir riesgos." (Fisas, 1998: 379). Resulta muy procedente tratar de transformar los conflictos de manera constructiva y con recursos pacíficos en el tejido social mismo, de forma tal que sea viable la reconciliación entre personas e ideas, construyendo la denominada "casa de la paz" (Lederach, 1998: 184-185). Ciertamente, los medios de comunicación social han de incorporar, con la concurrencia de la ciudadanía, "la educación para la paz" , que implica "educar para la disidencia, la indignación, la desobediencia responsable, la elección con conocimiento y la crítica, es decir, para salirnos de las propuestas de alienación cultural y política… …El proyecto de cultura de paz, en definitiva, sólo alcanza sentido en la medida que sea un instrumento útil para movilizar a la gente, para su propia transformación y la de su entorno." (Fisas, 1998: 372-373).

En los umbrales del siglo XXI asistimos a lo que viene denominándose sociedad digital (Majó, 1999: 3-26), que enfatiza sobremanera el carácter instrumental de las sociedades contemporáneas. Numerosas voces indican que los próximos años se vislumbran en el reto de construir sociedades del conocimiento, incorporando cambios significativos en el seno de cada tejido social que habrán de concretarse en fenómenos de tipo económico, tecnológico, pero también político. Desde el análisis económico se advierte que el tratamiento, el almacenaje y la distribución de la información supone hablar de costos marginales negativos, de tal suerte que, incrementando colosalmente la capacidad, no sólo no se aumenta el costo, sino que éste decrece. También se constata incidencia tecnológica, ya que al hablar de lo digital hacemos inexcusable referencia al mantenimiento de códigos compartidos, en función de los cuales si se pretende información y comunicación se requiere acuerdo previo entre emisor, receptor y medio de transmisión, así como asignación de nuevas significaciones en el proceso, pero necesariamente convergentes al otorgar igual o similar contenido semántico a cada significante, pero también coincidiendo sintáctica y fonológica-fonéticamente, esto es, garantizando la adecuada emisión, recepción, codificación y descodificación. Para emitir información el código digital no transmite fenómenos, sino la medida de los mismos. Hacemos alusión a que con la T.V. digital asistimos a un acontecimiento técnicamente sugerente, ya que cuando una cámara digital filme descompondrá la imagen en 625 líneas horizontales y 1000 verticales. Ahora bien, toda la mejora experimentada y el aumento significativo de capacidad y de calidad no nos garantiza que aquello que recibimos en nuestro sofisticado computer-televisor se acerque a la realidad. ¡He ahí la incidencia de los profesionales de la acción social!. Nuestro potente televisor creará imágenes y sonidos de acuerdo con una seriación numérica, pero nadie nos asegura de dónde surgieron dichos números; en definitiva, nadie nos garantiza que las imágenes reproducidas fueron así filmadas. Como consecuencia, la televisión, el medio más masivo, pudiera ser entendido estrictamente como mera realidad virtual, sólo parcialmente vinculada a los fenómenos de la realidad.

De aquí se deduce que no es descartable que el ser humano pueda vivir en el equívoco o en el engaño, que lleguemos a otorgar veracidad a lo que es simple virtualidad, ficción o expresa manipulación.
Otro ámbito a considerar por su entidad es el político. En Europa existe la voluntad, auspiciada por la Comisión Europea, de ir liberalizando las comunicaciones y, como consecuencia, cambiando los monopolios públicos por las pautas del mercado.
El lector, versado o no en estas lindes, advertirá con rapidez la necesidad de generar programas que supongan un cierto garante de alfabetismo ontológico y epistemológico respecto del orden pretendidamente generado y vinculado al dominio del uso más de las tecnologías de la información que de la comunicación, promoviendo líneas de formación continuada en el decurso vital de las personas, de manera tal que se superen las limitaciones inherentes a los sistemas educativos. Sin renunciar al avance que suponen los nuevos recursos o Tecnologías de la Información y de la Comunicación (T.I.C.) entendemos, empero, que la presencialidad y la complicidad vivencial concreta serán difíciles de eludir en los procesos educativos, vinculando a educador y a educando en la dinámica de construcción del mundo desde conocimientos, emociones y experiencias interdisciplinares. Respecto de las consecuencias para el mundo laboral, da la impresión que la tecnología de la información, por sí misma, no causa desempleo, aunque reduce significativamente el tiempo de trabajo por unidad de producción y, seguramente, empleará de forma exclusiva a las personas preparadas para los nuevos retos del mercado de trabajo; la cronificación de la marginación de algunos sectores de la población no resulta, por tanto, nada desdeñable (Castells, 1997: 293).

La nueva universalidad de la información se entiende y construye a través de la interconexión de mensajes, esto es, mediante "su enbrancamiento permanente en comunidades virtuales en formación." (Lévy, 1998: 13). El lenguaje numérico se halla justo al inicio de su trayectoria, ya que el ciberespacio se va produciendo a un ritmo muy acelerado, de tal manera que los estándares de comunicación multimodal (táctiles, auditivos y el acceso a la visualización tridimensional interactiva) se erigen en nuevas interfícies vinculadas al universo de los datos numéricos. La ayuda a la navegación en la información es uno de los típicos fenómenos contemporáneos que transforman los significados culturales y sociales de las cibertecnologías a partir de mapas dinámicos de flujo de datos y de agentes informáticos inteligentes o knowbots. Cuanto más se desarrollen los procesos de inteligencia colectiva, que presupone que se replanteen numerosos poderes establecidos, más o mejor podrán apropiarse los sujetos y los grupos de los cambios técnicos y menos llegarán a convertirse en los efectos excluyentes del movimiento tecnosocial. El ciberespacio, bien usado, se constituye en un dispositivo técnico de información interactiva y comunitaria y puede ser considerado como uno de los instrumentos que potencien el desarrollo de la inteligencia colectiva, por cuanto las personas pueden intercambiar ideas, artículos, experiencias y observaciones mediante, por ejemplo, conferencias electrónicas. Se trata de un entorno que ayuda a las personas, pero que en modo alguno las sustituye ni menoscaba la ineludible presencialidad en las dinámicas educativas; por ello defendemos la necesaria alfabetización y conocimiento de los medios de comunicación social, de su lenguaje, de sus potencialidades y limitaciones.

En dicha línea, los estudios que legitiman los efectos negativos aconsejan incorporar la cibercultura, si bien tan sólo en el caso que sea entendida como una vía que estimule la capacidad participativa y dialógica, pero también socializadora y emancipadora de las inteligencias individual y colectiva (Lévy, 1998: 22, 25-27). Los mass-media continúan implementando la línea cultural del universal totalizador iniciada por el escrito, de manera tal que como el mensaje mediático será leído, escuchado y visionado por millones de personas dispersas, se pretende, errónea y despersonalizadamente, encontrar un 'común denominador' mental de los destinatarios, considerando entonces a los receptores únicamente en el mínimo de su capacidad interpretativa. ¡Nos negamos a tal exceso usurpador! El mensaje, al circular en un espacio con frecuencia privado de interacción, no accede al contexto particular de cada persona receptora, desconsidera su singularidad, sus opiniones y necesidades sociales, su microcultura.

En definitiva, sigue existiendo cada vez más el riesgo patente de estereotipar o de homogeneizar las personas y las culturas en la idea occidental y exclusivamente europea de 'aldea global' (tan virtual como profundamente falsa por lo que hace referencia a los pueblos y a las personas; más plausible, pero con inequidades obvias, en cuanto a los entornos telemáticos e informáticos ), que bebe de epistemologías postpositivistas y de raigambres ontológicas objetuales. Distinto es entender que las tecnologías de la información y la comunicación "pueden ayudar a proteger y revigorizar las comunidades locales mediante la reducción de costes y la mejora de la calidad de los servicios que pueden ofrecerse a la comunidad o que ésta puede ofrecer. En esencia, pueden reducirse las distancias de modo que las personas puedan vivir globalmente en sus propias comunidades." (Blankert, H.; Bosch, G.; Carlson, B.; Castells, M.; et al., 1995: 16). Hoy se edifica como necesidad generar un nuevo tipo de civismo, "el civismo informacional: todos comprometidos en generar mejor información, en facilitar su localización, en enseñar a entenderla, en ser exigentes en cuanto a su calidad, etc. La sociedad comprometida con el conocimiento. El conocimiento como valor social. Y en esto todos tenemos una responsabilidad. De la misma forma que la limpieza es cosa de todos, el respeto por el conocimiento como valor personal y económico también lo será muy pronto… …detrás de todos estos nuevos planteamientos aparece, de manera persistente, la idea de que las ideas son el motor del futuro. Las ideas para el cambio, la inteligencia colectiva como dínamo del bienestar…" (Cornella, 1999: 20, 41).

En el fenómeno humano nada hay aséptico y, por tanto, tampoco la educación se halla al margen de opciones axiológicas diversas e, incluso, antagónicas. La tecnología, recurso para el ser humano, no debe esclavizarlo, uniformarlo ni anularlo. Nuestros pensamientos al respecto quedan bien reflejados en el siguiente aserto: "La tecnología lleva implícitamente unos valores que se imponen necesariamente a todos… La tecnología, el sistema tecnológico, tiene tendencia a monopolizar el saber y los valores de la sociedad. La tecnología es imperialista. No admite la diferencia… Los métodos de investigación de la tecnología (estadística y experimentación) se presentan también como los únicos válidos. Sus instrumentos metodológicos se convierten en tótems (el ordenador). La persona no tiene aquí nada a hacer. La persona no tiene valor en el interior del sistema tecnológico. Para la tecnología todo es cuantificable. Los fenómenos biológicos, antropológicos, sociológicos, pedagógicos…, todos están sometidos al cálculo y a la cuantificación… La tecnología ofrece poder y da seguridad. La tecnología fascina… No es nada difícil convertirse en fiel de su culto, de su idolatría." Nosotros trataremos de no claudicar: la pedagogía personalizada, con silueta, expresión y rasgo, que no reduce importancia a la técnica en educación, pero que ha "de ser crítica, radicalmente crítica respecto de este nuevo totalitarismo, de este nuevo imperialismo del mundo contemporáneo: el imperialismo tecnológico." (Feixas, Marín, Mèlich y Torralba, 1998: 89-91).

Es probable que los próximos años sean testigos "de un sinnúmero de casos de abusos de los derechos de propiedad intelectual y de invasión de nuestra intimidad. Habrá vandalismo digital, piratería del software y robo de información. Y lo peor de todo, mucha gente se quedará sin trabajo debido a los sistemas automatizados y las oficinas cambiarán tanto como lo han hecho las fábricas. La noción de tener el mismo trabajo toda la vida ha empezado a desaparecer… Cuando un trabajador siderúrgico de cincuenta años pierda su trabajo, lo más seguro es que, a diferencia de su hijo de veinticinco años, le sea imposible adaptarse al mundo digital. Sin embargo, si un secretario pierde su trabajo, al menos estará familiarizado con el mundo digital y poseerá habilidades transferibles. Los bits no se comen; en este sentido no pueden calmar el hambre. Los ordenadores tampoco son entes morales; no pueden resolver temas complejos como el derecho a la vida o a la muerte. Sin embargo…, no podemos interrumpir la era digital. Posee cuatro cualidades muy poderosas que la harán triunfar: es descentralizadora, globalizadora, armonizadora y permisiva." (Negroponte, 1995: 269-271). En realidad, los factores multiplicadores de las tecnologías convencionales, pese a su gran potencialidad y capacidad de transformación por todos experimentada, esgrimen valores reducidos y se mantienen en un orden de magnitud severamente limitado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

2. Interacción necesaria: medios de comunicación
social y educaciones sociales.

 
 


Resulta absurdo negar la utilidad de la comunicación mediante renovados o innovadores medios (ciberespacio, televisión por cable, software, fax, radio, telefonía, correos electrónicos, prensa, entre otros), ya que facilitan la conexión entre las personas y, como escribe Jean-Henri Bouché Peris (1998: 77-78), incluso "… han sido capaces de romper barreras ideológicas y políticas al soterrar regímenes autoritarios y dar voz incluso a los disidentes. Países cerrados a la democracia han sido invadidos por la nueva tecnología. Movimientos revolucionarios… han cursado sus mensajes a través de estos medios." Sin embargo, el autor no olvida mencionar que la carencia de medios y las desigualdades entre países generan privaciones significativas.

Si seguimos las aportaciones de Gianni Vattimo (1990: 110), advertimos que "el sistema media-ciencias humanas funciona, cuando mejor funciona, como emancipación, sólo por cuanto nos coloca en un mundo menos unitario, menos cierto, y, por tanto, también bastante menos tranquilizador que el del mito." Con todo, si se pretende que los mass media corroboren a la tarea educativa de la sociedad, se configura como prioritario disminuir el efecto nocivo que los entornos mediáticos pueden generar, cuales son: solipsismos y bloqueos comunicativos en los receptores; mantenimiento de la audiencia en representaciones o imágenes falseadas del mundo; fijación en estridencias, comportamientos disruptivos, violencia, agresiones y maltrato, ya que la ingente cantidad y calidad de hechos cotidianos positivos que realzan el perfil del género humano supuestamente parecen ser menos noticiables o con mínima capacidad de captar la atención y la reflexión de las personas; tendencia sistemática orientada al mantenimiento de estereotipos; adicción a los códigos audiovisuales, olvidando el deleite de la lectura reflexiva; incremento de la impulsividad, dado que preferentemente en el medio televisivo resulta muy compleja la elaboración de los diferentes estímulos o sensaciones, procesarlos perceptivamente, otorgarles tiempo de introspección y contenido ético, modulando finalmente el propio repertorio comportamental; escasa posibilidad de imaginación, ya que los medios audiovisuales incluso pueden llegar a minimizar o anular este recurso genuino cognitivo-emocional de libertad; tendencia a la uniformización de los mensajes y de las estrategias para informar y comunicar, seguramente debida a la presión del fenómeno-masa conocido como 'audiencia', que aspira a deslegitimar en ocasiones el derecho a la diferencia y, por qué no, a la divergencia; así como anonimización del auditorio.

Sin poner en duda la existencia de maestros y de escuelas, lo que está empezando a cambiar en el sistema de educación formal es la estrategia utilizada para la transmisión de conocimientos, pero sin llegar a confundir papeles y funcionalidades instrumentales, dado que "el maestro es el maestro y el ordenador es el ordenador, es decir, cada uno en su sitio. El maestro es quien está junto al alumno, le atiende, le escucha y se preocupa por su crecimiento integral. El ordenador [como los mass-media] es un instrumento, … Hemos de conocer la herramienta como para poder hablar de ella y, por otra parte, hemos de conocerla para no cometer el error de que sea la herramienta la que nos use a nosotros." (Prats, 1999: 22).

La opción por la mediación, renovado baluarte antropológico de la comunicación y espacio ternario, resulta un método adecuado de encuentro y análisis conjunto de expertos, profesionales y ciudadanos con vistas a descubrir que, en modo alguno, los medios pueden ser entendidos como la vía única de acceso a la generación de información y, si procede, de conocimiento. En este sentido, conviene impulsar diferentes usos del lenguaje y con soportes distintos (receptor de TV o de radio, ordenadores, prensa, cine, vídeo, libros, pero también, y al mismo nivel, conversación interpersonal presencial, intercambio de experiencias personales, viajes, encuentros literarios y filosóficos, seminarios, …). Esta perspectiva trata de otorgar tanta importancia al mensaje por su contenido semántico y al entorno o soporte de transmisión como a las personas mismas y al escenario comunicacional.

Ciertamente, estimamos que los profesionales de los medios pueden, entre otros, asumir funciones mediadoras mientras se procura el encuentro y se gestionan espacios y tiempos, pero aquellos no debieran asumir en caso alguno el papel de letrado, terapeuta o bien la función social de la judicatura (Haynes, 1995: 58-59). No cabe excesiva duda que si la escucha prudente, la discreción y el deseo de encontrar y aprender de los otros fueran constantes de nuestro quehacer, el ser humano mejoraría sustancialmente, reduciendo los intereses manipuladores e incentivando la competencia de cada ser humano a la hora de leer e interpretar imágenes y de construir ideas. Los foros de diálogo, el estudio pormenorizado de noticias y de programas publicitarios y el mantenimiento de umbrales significativos de alfabetismo crítico se convierten en una exigencia ineludible y mediadora y del entorno familiar y socioeducativo (López Herrerías, 1996: 88-90, 98-99), a partir de metodologías "foro-dialogales" de construcción y responsabilidad (disco-fórum, cine-fórum, internet-fórum,…). Ahora bien ¾no nos engañemos¾, esta opción implica depreciar los cenáculos de dominio y jactancia en pro de entornos abiertos y repletos de bucles de interacción, donde se justiprecien las argumentaciones no endogámicas de la sociedad civil y de la intelectualidad. Hacemos referencia a seguir entretejiendo redes participativas de capacitación sociocultural, esto es, impulsar de facto el desarrollo de la comunidad, "el enriquecimiento de todos y cada uno de los miembros de la comunidad de manera individualizada " (García Martínez, 1996: 22-23); lo cual nos interpela taxativamente respecto de la imprescindible reapropiación social progresiva de las funciones informativas y comunicativas que, quizá por dejadez o hastío, han ido siendo acaparadas y sustraídas por algunos monopolios económicos y profesionales, socavando la idea nuclear que la mediación impulsa: la construcción de la comunidad humana y social a través del encuentro comunicativo y de los vínculos interpersonales (intelectuales y emocionales) en presencia de una tercera persona, percibida como neutral e imparcial y no implicada en la situación conflictual, que por su talante desnudo de poder, posibilita que las personas en diálogo sean quienes lideren su proceso de transformación en el decurso del existir, considerando reflexivamente los referentes éticos y socioculturales del entorno e interpelando, simultáneamente, los propios y los ajenos para alcanzar el 'nosotros social'.

En el caso que las educaciones sociales no se apoyen "en los presupuestos socio-críticos su capacidad transformadora consistirá en un remedo de adaptacionismo funcionalista que bordeará la solución de las graves carencias que padece la sociedad… frente a colecciones estadísticas de datos pretendidamente coherentes con la asepsia científica; son otro tipo de análisis, esencialmente cualitativos, los que permitirán investigar y evaluar los progresos (o retrocesos) que se producen a partir de un proyecto que se revela difícil y poco atractivo desde el punto de vista de la eficacia funcional y estadística y de los resultados inmediatos. Pero que, no obstante, es imprescindible para la reconquista del espacio social expoliado por los agentes de la dominación. Ésta debe ser, sin duda, la perspectiva de la intervención socioeducativa que se impulse desde la formación." (García Martínez, 1996: 25). Los medios "deben responder al deseo profundo del hombre de comunicarse en verdad con sus semejantes, de conocer otras culturas y la rica diversidad humana." (Sánchez García, 1998: 453), favoreciendo la consolidación de aprendizajes sociales en función de análisis diversos de las situaciones cotidianas y de su presentación en forma de noticias, reportajes, debates, editoriales, artículos de opinión, programas de tiempo libre y ocio, así como diversas tipologías de fórum. Las dinámicas socializadoras y personalizadoras, garantizadas a través de la comunicación, han de ser potenciadas, entre otros vectores de influencia, por los medios, ya que "nos realizamos en un mutuo acoplamiento lingüístico, no porque el lenguaje nos permita decir lo que somos, sino porque somos en el lenguaje, en un continuo ser en los mundos lingüísticos y semánticos que traemos a la mano con otros. Nos encontramos a nosotros mismos en este acoplamiento, no como el origen de una referencia ni en referencia a un origen, sino como un modo de continua transformación en el devenir del mundo lingüístico que construimos con los otros seres humanos." (Maturana y Varela, 1996: 155). En este sentido, resulta ciertamente necesario que tomemos conciencia de la enorme cantidad de relaciones que, supuestamente garantizadas, requieren de mayor intensidad, profundización, honradez y escucha activa. Precisamente la escucha, destreza interpersonal relevante, puede ser educada y aprendida, pero para ello convendrá desaprender determinadas rutinas y algunos tópicos u obstáculos en las diferentes esferas de la vida social: ansiedad vinculada a querer proyectar una imagen "perfectiva" del self, superficialidad y despersonalización de la comunicación, tendencia recurrente a imponer las propias ideas, impaciencia e impulsividad, pasividad, escarnio y, con notoria frecuencia, apariencia de intelectualidad y vanalización de los referentes éticos. Sólo así podemos implementar dinámicas mediadoras, que implican ausencia de coercitividad, actitudes más de artesanía que de ingeniería, una cultura dialógica y no litigiosa. Hay que superar los repertorios violentos , por cuanto que la violencia, expresión de bloqueo cognitivo y emotivo, suele ser "el comportamiento de alguien incapaz de imaginar otra solución a un problema que le atormenta." (Bettelheim, 1982: 98). El diálogo se erige en el auténtico protagonista, generando espacios de transformación al margen de la acción de la justicia y de sus procedimientos habitualmente patogénicos. La educación, en síntesis, comporta "habla, lucha, escucha, dialéctica, paciencia, dolor, espera… i, sobretodo, admiración feliz del crecimiento del otro. Crecer es tener la capacidad de saber maravillarse de todo… El oficio humano es un oficio de contemplación expectante feliz…" (Segura, 1999: 153-154).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

3. Las funciones pedagógico-mediadoras de las personas, las comunidades y de los medios de comunicación social.

 
 
Si la comunicación es, efectivamente, el objetivo de las relaciones sociales y de los mass-media, éstos podrán ejercer funciones mediadoras, convirtiéndose en un entorno de encuentro entre personas, ideas, expectativas y necesidades con intencionalidad pedagógica. El objetivo no radica en resolver conflictos, sino en utilizarlos como una invitación o un motivo de reflexión responsable y de cambio, es decir, de transformación. "El conflicto…, es una oportunidad genuina de interacción y de construcción empática de aprendizajes alternativos…" (Sarrado, 1998b: 101), "no es la destrucción de la existencia humana, sino, bien al contrario, un lugar de crecimiento y desarrollo" (Giró, 1997: 226), aunque resulta pertinente precisar que "no todos los conflictos pueden ser mediados. Los conflictos en los que una de las partes o las dos pretenden destruir la alteridad por la violencia, o ya lo han hecho en un acto delictivo, y por tanto desean que alguien les dé la razón y les ayude a convencer al otro de su error o simplemente a imponer su derecho, no pueden ser objeto de mediación." (Giró, 1998: 23-24). El mediador, pues, "es un posibilitador de la comunicación entre las personas." (Sarrado, 1998b: 103). La mediación "no es una cuestión de fuerza, sino de solicitación libremente aceptada." (Giró, 1998: 22) que, en la actualidad, está de moda "quizás porque vivimos en una sociedad mediática unidireccional que, paradójicamente, está muriendo de incomunicación…" (Giró, 1997: 223).

La mediación, de innegable contenido metacognitivo, no es propiedad exclusiva de ninguna profesión ni disciplina, sino que ha de ser concebida como una renovada antropología y metodología comunicativa que requiere de tiempos y espacios de convergencia humana dúctil al servicio de personas e ideas en cada entorno sociocultural. En la mediación confluyen diversos profesionales que promueven "una única intervención, unívoca, con claros espacios de consenso de intervención y planteando como estrategia metodológica la interdisciplinariedad." (Riera, 1997: 16). La acción interprofesional es el núcleo desde el que "… los profesionales buscan y dan respuesta conjuntamente a las preguntas fundamentales respecto al sentido y la finalidad de cada intervención. Es en este espacio donde convergen las macrofunciones, generándose una intervención, multidimensional, pero unívoca." (Laguna y Riera, 1998: 23), mientras que la interdisciplinariedad, "supone necesariamente una integración interna y conceptual de diferentes disciplinas, que rompe la estructura de cada una de ellas para construir una axiomática nueva y común, con la finalidad de dar una visión unitaria de un sector del saber." (Riera, 1997: 16). Las educaciones sociales, como consecuencia, han de configurarse como acciones sistemáticas y debidamente fundamentadas "de soporte, mediación y transferencia que favorece(n) específicamente el desarrollo de la sociabilidad del sujeto (persona, grupo o comunidad) a lo largo de toda su vida, circunstancias y contextos, promoviendo su autonomía, integración y participación crítica, constructiva y transformadora en el marco sociocultural que le envuelve, contando en primer lugar con los propios recursos personales ¾tanto del educador como del sujeto¾ y, en segundo lugar, movilizando todos los recursos socioculturales necesarios del entorno o creando, a tal fin, nuevas alternativas." (Riera, 1998: 45). Los diversos actores sociales (ciudadanos, profesionales, asociaciones, sindicatos, partidos políticos,…) han de participar con los medios de comunicación social para garantizar la pluralidad, así como dinámicas orientadas a la equidad social y a la transformación de las personas a través del diálogo.

Experiencias como la de Rise & Shine Productions ("crecer y brillar"), que destaca Martí X. March Cerdà (1997: 30-36), posibilitan la lectura del lenguaje de los medios y la construcción de imágenes, de tal suerte que se reflejan los propios sentimientos y las realidades y problemáticas vividas por los sujetos desde una perspectiva crítica. Lo realmente importante de esta propuesta de educación no formal es la creación crítica de producción audiovisual por parte de los mismos jóvenes, que son los actores sociales en este caso, potenciando una manera edificante de desarrollo personal y comunitario en una ciudad que alberga severas complejidades, como es el caso de New York. Los fundamentos pedagógicos de la iniciativa centran su interés en la construcción de la conciencia crítica respecto de la manipulación de los mass-media, el descubrimiento de las herramientas que los medios usan para construir la realidad social, el uso de estrategias mediadoras para intentar gestionar problemas de manera creativa en el seno de un equipo, así como impulsar la conciencia política a través de la interacción con la comunidad. El producto final se concreta en vídeos que reflejan los sentimientos personales y los problemas familiares y sociales detectados por los jóvenes mismos, quienes además presentaron públicamente su estudio, garantizando la dimensión sociocomunitaria de la experiencia.

Otras experiencias de mediación en el marco de los medios deben concretarse a partir de facilitar encuentros de análisis y de reflexión, con la concurrencia de personas de la comunidad (líneas telefónicas abiertas) y sin corsés temporales. Los medios han de constituirse en continentes que, adoptando la forma de grupo nominal o de entrevista abierta de grupo, estimulen un rico contenido socioeducativo, cual es el de aprender a forjarnos como personas desde el momento mismo en el que adquirimos la capacidad de relativizar o de incorporar crisis en la dogmática personal, construyendo el nosotros en presencia de una tercera parte, el mediador, en tanto que sugeridor o posibilitador de comunicación. Diríamos que hay que mantenerse colíderes en la dinámica apasionante de la comunicación social, de forma tal que a inicios del siglo XXI el hecho de vivir intensamente, como propone Jorge Wagensberg (1998: 194), no comporte evitar que los estímulos y los artilugios, las ciencias o las ideologías menoscaben las diferencias individuales o nos alejen de los fenómenos de la realidad, sino mantenernos socioculturalmente al margen de dichos prejuicios, aunque lo sean de una mayoría. Los medios de comunicación social constituyen, simultáneamente, un relevante sector industrial, un universo simbólico objeto de consumo masivo, una inversión tecnológica incesante, un terreno de confrontación y de exhibición política, pero también y no menos una experiencia individual, grupal y colectiva y, sobremanera, un sistema de mediación cultural y de socialización, así como un ámbito de civilización en el que tiene lugar la producción, reproducción y distribución del conocimiento y una convergencia de intereses en torno a la información (Wolf, 1987: 11-16).

Resulta bastante obvio que, en modo alguno, hacemos referencia a un destinatario pasivo que se vincula al fenómeno-masa, ya que con Ortega y Gasset (1930) optamos por defender que la masificación, entendida como manipulación y caldo adecuado para el desarrollo de lo anónimo, acrítico y estereotipado, puede llegar a despreciar lo diferente, lo propio y singular, lo personal o autóctono; las aportaciones socioculturales, en definitiva. Las ciencias sociales y, como consecuencia, también la pedagogía, si se reducen a la estricta recogida y clasificación de datos "objetivos", así como a su análisis, niegan la posibilidad de que las diferentes experiencias de los usuarios de los medios construyan sus mediaciones sociales, emocionales y cognitivas. En suma, renuncian a la posibilidad comunicativa de los medios de comunicación social y, sobre todo, a la potencialidad del desarrollo y perfeccionamiento humano a través de la
educación, ya que educarse comporta hacerse o configurarse a partir de la confluencia dialógica con la alteridad, de la coparticipación y del coliderazgo resemantizador. Como advierte Josep Mª Terricabras (1998: 11, 13), en el ámbito de la educación y de las mediaciones educativas vinculadas al uso y abuso de los mass-media, conviene interponer un proceso de observación atenta y reflexiva de la vida cotidiana, ya que seguramente éste es el camino más natural y más cercano a los educadores y educandos para entender y entenderse, accediendo a la comprensión del mundo y de la vida, en el bien entendido, sin embargo, que pensar comporta nunca acabar, es más una exigencia que una meta, como la capacidad misma de dialogar. Compartir nuestros pensamientos con los otros supone compartir con ellos el lenguaje vivo, en tanto que lo hablamos, pero también que nosotros vivimos como humanos por el hecho de que usamos algún lenguaje. Aprender un lenguaje no supone únicamente conocer fonética, sintaxis, léxico, semántica, sino que además se interiorizan diferentes maneras de vivir y de ver las cosas, aunque no se trate aquí de defender que las opiniones vengan determinadas por la comunidad lingüística. Las diferencias y discrepancias entre las personas son y han de ser significativas, e incluso difícilmente reconciliables, pero el hecho de mantener diatribas dialécticas y discusiones debe conducirnos a entender que, en el caso que seamos capaces de constatar que no nos entendemos, ya entendemos mucho, que no nos entendemos y, por tanto, mantenemos, de facto, comunicación.

Éste es el gran interés que la mediación introduce como metodología dialógica y convicción antropológica del ser con el otro: la comunicación ternaria, que no binaria; lucha en la que "se compromete el mediador; lo sepa exactamente o sea poco consciente de ello, está situado en la crisis de la civilización actual, que es fundamentalmente una lucha entre lo binario y lo ternario. Esta lucha no es en absoluto una abstracción, un cuento o un chiste: dejar ganar pura y simplemente a lo binario es olvidar la infinita diversidad de culturas de nuestro planeta… …La lógica dialéctica… se muestra tan operatoria porque respeta mejor la complejidad de lo real." (Six, 1997: 161-162). Se trata, en síntesis, de la posibilidad de la comunicación para la transformación (Riskin, 1982, 1984; Davis, 1989; Menkel-Meadow, 1991; Dukes, 1993), en la que "la meta más importante consiste en originar el crecimiento moral y transformar el carácter humano… Esta historia destaca la capacidad de la mediación para promover la revalorización y el reconocimiento, porque cuando estas formas entran en conflicto, significa que la meta final del desarrollo moral ha sido alcanzada hasta cierto punto por una de las partes o por las dos." (Baruch Bush y Folger, 1996: 57).

Los medios de comunicación social son, pues, concebidos como instancias espacio-temporales de encuentro y de búsqueda incesante entre emisores y receptores, receptores y emisores en presencia de un tercero percibido como catalizador equitativo y neutral, proyectándonos todos a la concienciación social, a la mejora de la colectividad y a impulsar el tejido asociativo desde el consenso argumentativo. Como dicen Maturana y Varela (1996: XIII), "… la creación de consenso sobre el operar de nuestros procesos de aprendizaje social, se visualiza como la única alternativa válida racional que nos va quedando para disminuir las tensiones sociales y revertir el proceso de desintegración de las sociedades modernas, llevando en cambio a estas últimas a una construcción social de colaboración mutua."

La comunicación que defendemos no debe olvidar, por tanto, el encuentro cara a cara, ya que así evitamos desgajar palabra y gesto; sutilezas de la expresión facial y tipología de ubicación proxémica; contexto; mirada; cualidades de la voz (ritmo, tempo,…), cualificadores vocales (intensidad de voz), caracterizadores vocales (risa, bostezo,…), segregaciones vocales (estereotipias), entre otras formas paralingüísticas o vinculadas a cómo decir algo; cinésica y uso de artefactos diversos (ropa, perfume,…). Dicho de otra manera, en una sesión de mediación las señales producidas son relevantes, pero mucho más la edificación del código interno, esto es, la interpretación de la señal y el proceso mismo de atribución de significado (Knapp, 1995: 15-26). Obtener y facilitar feedback y escuchar activamente ayuda a evitar distorsiones en la dinámica comunicativa, de tal guisa que antes de proponer reflexiones o de responder a una cuestión planteada por el interlocutor, resulta pertinente garantizar que se ha comprendido o descodificado el mensaje con los matices necesarios, escuchando con atención al otro sin introducir juicios rápidos o interpretaciones prematuras (Munduate y Martínez, 1998: 91-94). Comunicarse satisfactoriamente implica haber garantizado un escenario de diálogo transformador no-directivo y de interpretación rigurosa y responsable. La mediación otorga potencialidades y competencias a las partes y, por tanto, las habilita, en tanto las reconoce y valora como líderes de su proceso. El mediador, como señala Jordi Giró (en prensa), ni es especialista-terapeuta ni, como tal, científico, sino una persona capacitada en comunicación humana, pero "a la postre uno más, sin distinción de grado, que introduce una relectura ternaria a una situación de comunicación sólo si las partes lo quieren, y para la cual los mediores están enteramente capacitados y preparados o, al menos, tan bien preparados como el mediador." Para el modelo de mediación centrado en la comunicación y la transformación (revalorización y encuentro), "los conflictos no son enfermedades o desequilibrios que hay que extinguir inteligentemente, sino la manifestación de un aspecto especialmente importante y sensible de la persona o de la sociedad que hay que reconocer, atender y gestionar adecuadamente. Las crisis, los desequilibrios, las tensiones y los conflictos son el fundamento de la evolución personal y social y, por lo tanto, en ellos se manifiesta una señal o una oportunidad de crecimiento y evolución; las crisis son síntomas de que la vida se está renovando y enriqueciendo." (Giró, en prensa). Estas aportaciones evidencian la necesidad de formación mediadora en el tejido social, pero para ello se hace necesaria la investigación y las evaluaciones diagnósticas conducentes a la planificación de dicha formación, pero en el bien entendido que "la identificación de las necesidades de formación es el primer paso de la planificación de la formación,…" (Bou, Marro y Pineda, 1999: 68).

A modo de síntesis global, las funciones mediadoras a desarrollar en el tejido social por los medios y por los diferentes agentes sociales pueden precisarse como sigue :

· Habilitar personas y colectividades.
· Potenciar el discurso ternario.
· Estimular la percepción de neutralidad del mediador por los mediores.
· Facilitar el encuentro entre las personas.
· Estimular la transformación que las personas pretendan.
· Potenciar los escenarios equitativos y el desarrollo ético al nivel que las partes estimen.
· Favorecer la reflexión, corresponsabilización y el compromiso interpersonal.
· Estimular dinámicas de comprensión distintas de la situación inicial.
· Revalorizar las personas y el reconocimiento mutuo.
· Estimular el proceso humanizador y de liderazgo de las personas respecto de su propio proceso vital.
· Resemantizar con la alteridad: cognición transformadora.

La mediación posee una enorme entidad pedagógica, ya que "potencia el proceso de crecimiento personal mediante el reconocimiento de los deseos, de las necesidades y del propio saber, todo ello envuelto por la mirada capacitadora de la educadora y educador que otorga a la mujer y al hombre la posibilidad de proyectar su expresividad más profunda. Esto implica establecer un vínculo de relación basado en la confianza, la reciprocidad, el afecto, la escucha y la comprensión, que se alimenta del diálogo continuo que 'parte de mí hacia ti y de ti hacia mí'. Un vínculo de relación que acompaña y sostiene el deseo de cada una o uno en su propio proyecto de autorrealización personal." (Casado, 1999: 20-21).

Los medios y, especialmente, la T.V. lamentablemente se han convertido en el gran campo de acción de lo binario (producto televisivo y consumo del mismo por parte de los espectadores), habida cuenta que el objetivo resulta obvio: mantener al telespectador con fidelidad pasiva a la cadena de que se trate, al considerarlo como "un pion dans l'échiquier, un pion tenu au bout d'une chaîne; on supprime 'le troisième homme' qu'il est en lui faisant miroiter qu'il est un véritable interlocuteur, alors qu'on lui fait servir les intérêts de la châine, alors qu'il est entre les mains du marionnettiste." (Six, 1999: 8).
El mediador, sin más autoridad que la que le reconocen los mediores, ha de posibilitar y potenciar el encuentro fecundo de los protagonistas. La mediación adquiere valor pedagógico en tanto que es considerada el arte y la ciencia de la relación, de la búsqueda incesante de la alteridad.

Diríamos, en suma, que las principales aportaciones de la mediación vienen dadas por los rasgos que, aunque de raigambre interdisciplinaria e interprofesional, también pueden invitar a la reflexión desde la disciplina pedagógica (Sarrado, Riera & Boqué, 2000):

· Nutre una cultura dialéctica que utiliza metodologías orientadas a fomentar el crecimiento emocional y cognoscitivo de las personas.
· Otorga capacidad de anticipación o preventiva en el complejo tejido de las relaciones humanas.
· Habilita a las personas para la comunicación y la responsabilidad solidaria.
· Facilita que tenga lugar el 'nosotros' desde la posibilidad de resemantización y de compromiso intersubjetivo.
· Activa las capacidades y potencialidades de las personas al buscar un nuevo horizonte de sentido, pero también dinamiza las vías y los procesos necesarios para que cada quien (considerado inividualmente y con el otro) asuma el liderazgo de su secuencia vital.
· Genera espacios y tiempos destinados a las personas, a su fortalecimiento y revalorización.
· Suscita un escenario que permite el análisis racional de situaciones o problemas, pero no busca vías de solución necesariamente estereotipadas de los mismos ni pretende erigirse en alternativa al sistema judicial.
· Genera secuencias comunicativas equitativas.
· Fomenta el contenido ético del comportamiento de las partes. En el caso que se detecte manipulación, violencia o bien uso abusivo del poder, se pone fin a la dinámica mediadora.
· Estimula la libre expresión, preservando la confidencialidad y el secreto respecto de contenidos, emociones y comportamientos, expresados tanto en códigos verbales como analógicos.
· Aglutina únicamente los intereses y las expectativas de las partes.
· Estimula la generación de tejido asociativo y la confluencia de finalidades comunes entre las personas.
· Potencia que el intercambio y el consenso de significados se realice en base al conocimiento y al consentimiento explícitamente informado respecto de las consecuencias de cualquier decisión que los mediores tomen.
· Considera la divergencia cultural y las características diferenciales del entorno donde tiene lugar la secuencia mediadora.
· Pretende minimizar las hostilidades iniciales entre las partes desde el encuentro mismo, a diferencia de los procedimientos adversariales y litigiosos.
· Invita al ejercicio de aprendizajes que surgen de situaciones no previsibles a priori.
· Suscita una lógica ternaria, otorgando igual valor a cada una de las tres instancias o de los grupos participantes.
· Potencia la escucha activa y la apropiación de las situaciones vividas (tanto las de cada quien como las ajenas).
· Facilita una racionalidad inductiva e ideográfica.
· Invita a la transformación y al cambio de los referentes de las personas, creando nuevas o renovadas opciones a lo largo del proceso mediador. Para ello incide en las representaciones (más o menos erráticas) y en los sentimientos de los/as mediores/as.
· Proporciona, desde la participación y el debate creativo, más que reducción del número de conflictos competencia cooperativa para idear alternativas de más calidad a los problemas.
· Favorece la coexistencia de diferentes estilos de aprendizaje relacional, que enriquecen especialmente el tejido interactivo en el caso de personas o grupos que, por necesidad, se relacionan continuamente.
· Confía en las capacidades y competencias de las personas, generando expectativas positivas de uno mismo, del otro, del proceso y, si así se considera, también de los resultados.
· Reconstruye entornos sociales degradados o construye aquellos inexistentes, favoreciendo el establecimiento de nuevas relaciones y lazos interpersonales.

La mediación, como antropología renovada y metodología transdisciplinaria de reflexión, coparticipación y responsabilización, sin ser panacea, posibilita el crecimiento de personas y colectividades. ¡ Éste es el reto ¡: Convertirse por opción explícita, por expresa volición en seres humanos con capacidad intercultural de conformación con los otros y desde la gratuidad. La máxima expresión de la condición humana presupone la entrega a la alteridad sin contrapartidas, pero simultáneamente ausente de "cofoísmo".

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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